Francisco Garfias
Adrián LeBarón nomás no entiende por qué no le puede llamar “terrorismo” a una masacre donde acribillaron a 17 miembros de su familia, nueve de los cuales murieron. Seis de los asesinados eran niños. Tres mujeres. Él era el padre de una de las asesinadas y abuelo de varios de los niños.
El 4 de noviembre se cumplirán dos años de esa matanza que conmovió a México y al mundo. Quiere hacer un Día de luto nacional, con velas en el Monumento a la Revolución.
“Vamos a traer a nuestra familia. A llorar con México, a arrimar a todas las víctimas que sientan que necesitan expresar su dolor”, anunció.
El hombre admite avances en la investigación. Hay reportes de que ya se han hecho más de dos docenas de arrestos de criminales involucrados en el ataque, entre ellos Leonel Toscano Cuevas, El Tolteca, identificado como presunto autor intelectual de la masacre.
Pero no ha podido avanzar un centímetro en su cruzada para que los grupos de la delincuencia organizada, que todos los días enlutan a familias mexicanas, sean declarados “terroristas”.
Quiere involucrar al Senado, a la Cancillería, al embajador, “pero están muy hoscos”, admite.
El jueves vio a Olga Sánchez Cordero, presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara alta. Planteó un punto de acuerdo, la creación de una Comisión de la verdad. “Casi me dice: ‘¿De qué te quejas Adrián?’”, narró.
Y sí, reconoce todo el trabajo que ha hecho la fiscalía. Lo agradece. “Pero sigo creyendo que está un tanto empantanado. No venimos a quejarnos, venimos a unirnos”, subrayó.
Y dijo más: “le pido al Ejecutivo de mi país, al que le toque, ahorita le toca a López Obrador, que lo haga. Si se raja, se lo pido al que le siga, al nuevo”.
LeBarón exige respeto a su autonomía personal, familiar, de su colonia, de su municipio, de su estado, de su país.
“Ahorita traigo un choque con la ideología. Creo en la libre autodeterminación de los pueblos. Pero si eres aplastado, batallo mucho con eso. Si es terrorista, que lo declaren terrorista y que los pueblos se vayan en su contra”.
Declarar terroristas a los criminales no está en la agenda de la 4T. Dicen que daría pie a una intervención de Estados Unidos. La instrucción es “abrazos, no balazos”, no hacer nada, so pretexto de no reprimir.
¿Resultados? Nulos. Apenas el miércoles pasado, Rosa Icela Rodríguez, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana dio a conocer cifras sobre los homicidios dolosos que se han cometido en México en julio y agosto pasados. Son 2,815 y 2,850 respectivamente. Entre 91 y 93 asesinatos diarios. No está para presumir, sino para avergonzarse.
*LeBarón nos contó un hecho que ilustra el trauma que viven los sobrevivientes de aquella masacre: hace dos semanas su esposa habló con la niña —entonces tenía 14 años— que se salvó en el ataque.
Ya no vive en México. La violencia la desplazó a Utah, en Estados Unidos. La invitaron a salir unos jóvenes. Ya tiene 16. Se arregló, se puso guapa. “Cuando llegaron por ella, vio que era una Suburban. Se bloqueó y se echó a correr. De ese tamaño es el trauma”, nos dijo.
El día de la masacre, “ella traía un niño en los brazos. Le matan al niño, le matan a su madre y a su hermanito. A otros de sus hermanos los balacearon. Se quedó traumada. Cree que debió haber sido ella la muerta y no el bebé”.
*Joe Biden declinó la invitación del presidente López Obrador a la ceremonia de la “consumación de la Independencia”, el 27 se septiembre. Luego vino la cancelación de última hora del secretario de Estado, Antony Blinken, quien había confirmado su asistencia.
¿Las ausencias estarán relacionadas con la visita del presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, como invitado de honor y orador en desfile del 16 de septiembre? ¿Una forma de protestar por el llamado que AMLO hizo a Estados Unidos para que cese el embargo a la isla?
Son preguntas acompañadas de una sugerencia muy a tono con la diplomacia cuatroteísta: traer al tirano Daniel Ortega y a su esposa, Rosario Murillo, como invitados de honor a la ceremonia del lunes.
Al cabo que aquí son bienvenidos –y hasta distinguidos– los mandatarios que reprimen violentamente las protestas de sus ciudadanos.