Lunes, Noviembre 25, 2024
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Una historia de venganzas y traiciones

 

Jorge Fernández Menéndez
 
Razones
 

 

Casi ciego y sordo, con un brazo roto, en silla de ruedas, aparentando muchos más que sus 75 años de edad, pero exhibiendo lo duro que pueden ser 32 años en una prisión de máxima seguridad, así apareció Miguel Ángel Félix Gallardo, en una entrevista que le hizo la periodista Issa Osorio para Telemundo.

Cuando fue detenido, en 1989, en Guadalajara, Félix Gallardo era una figura de las revistas de sociales y un próspero hombre de negocios, era también el jefe de jefes (apelativo que luego heredó uno de sus subordinados, que concluyó como sucesor y adversario, Amado Carrillo Fuentes) y había sido, durante todos los años 80, el hombre más importante del narcotráfico en México.

Lo detuvo un mítico jefe de la policía judicial que, durante años, había sido su cercano amigo y compadre, Guillermo González Calderoni, quien se había beneficiado ampliamente de esa amistad. González Calderoni, luego de una larga carrera de abusos, traiciones y alianzas con grupos criminales (cuando entregó a su compadre Félix Gallardo ya estaba trabajando para el Cártel del Golfo, de Juan García Ábrego) fue asesinado en McAllen, Texas, en el 2003, en el estacionamiento de un centro comercial. Había huido de México y se había convertido, luego de un año de prisión en Texas, en testigo protegido de la DEA.

Félix Gallardo conoció las entrañas del poder e inició su relación con el crimen organizado como agente de la Policía Judicial Federal y fue custodio de un político famoso por su corrupción y su convivencia con los grupos criminales, el entonces gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis. Se dice que, apadrinado por ese gobernador, se trasladó a Guadalajara y allí se formó el primer cártel de México, el de Guadalajara. Hasta entonces, todos los grupos que traficaban con drogas no dejaban de ser organizaciones locales. Los dos principales operadores de Félix Gallardo eran Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo. El Cártel de Guadalajara se convirtió en una organización nacional y la primera que mantuvo una sociedad con el Cártel de Medellín, el de Pablo Escobar: nacía el tráfico de cocaína y ellos fueron los grandes beneficiarios.

Pero esa relación fue mucho más allá. Fueron parte esencial de la trama del llamado Irán-Contras, mediante el cual se aprovisionó de armas a la contra nicaragüense, que operaba desde Honduras (y se entrenó a sus elementos), a cambio de que se les autorizara ingresar cocaína a Estados Unidos desde México.

Esa trama estuvo detrás de dos asesinatos que cambiaron el escenario en México y de la relación con Estados Unidos, el del periodista Manuel Buendía y el del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena. El de Buendía fue organizado desde la extinta Dirección Federal de Seguridad, que estaba en el centro de esos acuerdos con agencias estadunidenses y era, a su vez, la instancia de contacto con el Cártel de Guadalajara.

El secuestro, tortura y asesinato de Camarena y su piloto, Alfredo Zavala, en febrero de 1985, se dio porque, presuntamente, Camarena descubrió esa trama. No se sabe si Félix Gallardo ordenó el secuestro, pero quienes sí lo organizaron y estuvieron en el interrogatorio brutal a Camarena fueron Caro Quintero y Fonseca. Ellos fueron señalados como los dos principales responsables y fueron detenidos en 1985.

Félix Gallardo siguió operando con una amplia red de corrupción, hasta que, en 1989, iniciando el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, éste ordenó su localización y detención. Eran otros tiempos y ya había asumido en Estados Unidos la presidencia George Bush, que había sido el jefe de la CIA y luego vicepresidente durante toda aquella trama del Irán-Contras. Félix Gallardo era el último eslabón de aquella historia, fue detenido y desde entonces no ha salido de prisión.

Es una historia de traiciones, muertes, violencia y poder que está profundamente entrelazada con la propia historia política del México del siglo XX y cuyas repercusiones continúan hasta el día de hoy. Ese Félix Gallardo, casi ciego, sordo, enfermo, es el reflejo de esa realidad, de ese país.

 

MAFIAS E INTELECTUALES

Decía Woody Allen que los intelectuales son como la mafia, sólo se matan entre ellos. El escándalo que se ha generado en el área de diplomacia cultural es una buena demostración. Primero el jefe de esa área, Enrique Márquez, despidió al agregado cultural en España, el escritor Jorge F. Hernández, porque supuestamente insultó en una comida a la embajadora de México en ese país. En realidad, se dice que fue porque Hernández había escrito en contra de Marx Arriaga, el historiador responsable de los libros de texto gratuitos, que había dicho que “leer por goce era un acto de consumo capitalista”. Lo cierto es que Hernández fue cesado y a Márquez le llovieron las críticas.

Para reemplazar a Hernández designaron a una joven escritora, feminista y de izquierda, Brenda Lozano, pero resultó que Brenda había criticado en Twitter al presidente López Obrador y a Claudia Sheinbaum y la tundieron los llamados talibanes de la 4T. Otra vez le llovieron las críticas a Márquez. Finalmente, ayer, Márquez renunció a la diplomacia cultural, Hernández ya había sido corrido, Brenda no estará en condiciones de ocupar ese puesto después del ataque de los radicales y de que la criticó el propio presidente López Obrador y todo en medio de una disputa con España por lo sucedido hace sólo 500 años.