Lunes, Noviembre 25, 2024
A- A A+

Banner superior a un lado de logo

Ubicacion de Anuncios, debajo de destacados, banner todo ancho

Ausencia estruendosa

 

Federico Reyes HerolesSextante
 
Suscríbete a nuestro boletín

Recibe las últimas noticias y mantente siempre informado

Correo electrónico
Enviar

Sin sorpresas: bajísima participación. Una catarsis costosa e inútil. Condenas anticipadas e injustas al INE. Y, sin embargo, hay varias lecciones.

Fue un ejercicio legal, pero imperfecto. Si de verdad se desea fortalecer a nuestra democracia con mecanismos de participación directa, se deberá concebir cada paso con atención. Quién debe redactar la pregunta. Cuál es el costo de cada ejercicio y cómo garantizar al INE los recursos suficientes. Dado que los partidos no forman parte del ejercicio, quién debe difundirlo. Cómo impedir las expectativas falsas. Quién debe informar a la ciudadanía de los alcances y limitaciones. Qué hay de la campaña turbia de desinformación y odio, la cual, en sí misma, envenena al país. Además, dado que los resultados eran previsibles, se elaboró una narrativa encaminada a desacreditar de antemano al INE. Se les olvida que esa institución goza de mucho más crédito (68%) que los partidos políticos (30%), más del doble, más que el propio Presidente. El INE —a pesar de las limitaciones impuestas y el bombardeo constante desde la tribuna presidencial— cumplió con sus obligaciones. En ese sentido fue un avance.

¿Qué debe hacer la autoridad electoral cuando el propio Ejecutivo desacata ostentosamente la norma? ¿Qué sanción debe proceder? En su muy certera intervención del primero de agosto, el consejero Ciro Murayama resaltó una cuestión esencial para una democracia. ¿Quién está detrás de la campaña millonaria de desinformación a la ciudadanía? ¿Quién contrató centenas de anuncios espectaculares, de carteles en el Metro y parabuses, quién pagó a los brigadistas que en todo el país repartieron propaganda hablando de una pregunta que no es la que hoy está a consideración? Por la salud de la República convendrá saberlo. No puede haber cantidades millonarias de dinero financiando apuestas políticas de forma opaca y de procedencia desconocida. Tiene toda la razón: si de verdad el Presidente y sus seguidores están comprometidos con la transparencia, que formen una comisión investigadora. La opacidad pervierte a la democracia.

Con la consulta se prendieron varios focos rojos para la vida democrática de México. Después de la elección intermedia quedaron muchas dudas de los vínculos del narco con ciertos grupos que están en el poder. Como recuerdan en las redes sociales, la tercera y misteriosa visita del presidente a Badiraguato —de sólo 3,725 habitantes— lo único que logró es ahondar las sospechas. ¿Para qué va? Y ahora no sabemos quién financió la propaganda para la consulta. Son asuntos mayores. Pero quizá la lectura más interesante de lo acontecido el domingo sea el ajuste político que se anuncia. Alrededor de 93% del padrón no participó, no acudieron al engaño, signo de madurez política. ¡Qué ausencia! Sembrar odio ya no les está pagando bien. Si sumamos las intervenciones presidenciales en las cuales se inculpa al pasado de todos los males de nuestro país; si se agrega el eco de sus colaboradores con la misma tesis —el pasado es el responsable de todo, del desabasto de medicamentos a los muertos por violencia—; si se le suman los rostros de los expresidentes con imputaciones generales incendiarias, debieron esperar una afluencia alta. En 2018 la participación fue de 63.4%. En la intermedia fue de 52.7%. En la consulta, de menos de 8%. AMLO obtuvo más de 30 millones de votos. Morena logró sólo 17 millones en la intermedia. El 1 de agosto votaron por el Sí 6.25 millones. Ese es el núcleo duro. El PAN y el PRI —cada uno, por separado— obtuvieron casi nueve millones en la intermedia. Merece reflexión. La consulta no fue un fracaso para México, lo fue para la 4T.

Y ahora qué sigue. Inculpar al pasado es una pieza central de la narrativa del gobierno. Seguirá. El propio domingo, frente al fiasco, anuncian una Comisión de la verdad.

Ante el fracaso de la vía jurídica, apelarán al cadalso moral. Ausencia, desesperación y barbarie pura.