Pascal Beltrán del RíoBitácora del director
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La investigación especializada sobre covid-19 ha comenzado a enfocarse en los efectos de largo plazo de la enfermedad, superando la simplificación que significa separar a los pacientes en sólo dos categorías: “infectados” y “recuperados”.
El estudio sobre el llamado covid largo o crónico o duradero —long covid, en inglés, un concepto ya admitido en la literatura científica— ha llevado a los expertos a reflexionar sobre los efectos perdurables de la epidemia sobre la salud pública.
Si un día el mundo logra contener los contagios, aún habrá que preocuparse por las secuelas que se manifestarán en millones de personas alrededor del mundo, en la forma de daño en corazón, pulmones, tracto digestivo, vasos sanguíneos, hígado, páncreas, bazo, riñones y cerebro. Se calcula que de los 195 millones de personas que se han contagiado de coronavirus SARS-CoV-2 a nivel mundial, 20% tiene alguna consecuencia de salud de largo plazo.
La revista British Medical Journal (mejor conocida como BMJ), que acuñó el término long covid en mayo del año pasado, dedicó un extenso artículo sobre el tema. Publicado ayer, el texto sintetiza los hallazgos de 227 investigaciones al respecto. La conclusión es que “una proporción sustancial de la gente que ha tenido covid-19 puede desarrollar covid largo”.
Un estudio de la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido encontró que 22.1% de una muestra de pacientes experimentó síntomas de covid duradero —como fatiga, dolor de cabeza, problemas para respirar, insomnio, disfunción olfativa o gustativa, palpitaciones cardiacas y falta de concentración—hasta cinco semanas después de haber superado el contagio, mientras que en 9.9% de los casos las secuelas se prolongaron hasta 12 semanas.
“La evidencia reciente muestra que una serie de síntomas puede permanecer luego de la desaparición de la infección aguda”, destaca la publicación de la Asociación Médica Británica. “Los datos son de preocupación para pacientes, proveedores de servicios médicos y gobiernos, pues muchos pacientes pueden desarrollar covid duradero y requerir tratamiento y apoyo de largo plazo”. En el texto se admite que muchos de los síntomas que experimentan los pacientes con covid largo no tienen aún una explicación científica plena. Por ejemplo, no se sabe si la fatiga que padecen algunos de los que aparecen en las estadísticas como “recuperados” obedece a una congestión de la vía de limpieza glinfática y la subsecuente acumulación de toxinas en el sistema nervioso central o al hipometabolismo del lóbulo frontal y el cerebelo, causado por inflamación sistémica, entre varias posibles causas.
Otros efectos de largo plazo de covid-19 tienen que ver con la cognición y la salud mental. Entre ellos están la encefalopatía, el deterioro cognitivo (pérdida de puntos de IQ), episodios cerebrovasculares, convulsiones, heridas cerebrales hipóxicas, síndrome prefrontal, estado mental alterado y condiciones sicóticas, de acuerdo con estudios conducidos por especialistas como Aravinthan Varatharaj, Julie Helms y Parneet Grewal, neurólogos de las universidades de Southampton, Estrasburgo y Kentucky, respectivamente. Otra investigación, conducida por Pratik Pandharipande, anestesiólogo de la Universidad Vanderbilt, encontró que 40% de los pacientes atendidos por covid en unidades de terapia intensiva tuvo resultados de pruebas de cognición semejantes a los de personas con lesiones cerebrales traumáticas moderadas y 26% semejantes a los de casos leves de la enfermedad de Alzheimer.
En cuanto a los factores de riesgo para caer en un covid duradero, los estudios citados por BJM muestran que son más propensas las personas que desarrollan una enfermedad severa y que las mujeres entre los 35 y los 49 años de edad son el grupo de mayor prevalencia en el Reino Unido, de acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadísticas.
Por desgracia, México está en pañales en la identificación de casos de covid largo. Aquí seguimos clasificando a los pacientes en “contagiados” y “recuperados”, sin reparar que entre estos últimos puede haber hasta una quinta parte —lo cual asciende a cientos de miles— que nunca recuperarán la salud que tenían y necesitarán atención médica de por vida.