Lunes, Noviembre 25, 2024
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¿Funcionan los abrazos?

 

Columnista Invitado Nacional
 
 

 

Por Armando Ríos Ruiz

 

Los alcohólicos tienen que admitir que padecen una enfermedad incurable, progresiva y mortal, de acuerdo con la definición de la Organización Mundial de la Salud. Si no existe este reconocimiento, gracias a un autoexamen honesto y con valor para aceptar la afectación, entonces no es posible la cura.

En México vivimos un mal peor, por ser un trastorno permanente que quita más vidas: el crimen, que se dedica al trasiego de drogas y a otras actividades deleznables. Alimentado desde el mismo gobierno, con una política incongruente, mediante la cual se pretende aniquilarlo con consejos que se burlan de la inteligencia: combatiendo la raíz, de acuerdo con el remedio presidencial. Pero, a más de dos años de haber iniciado esa táctica, no ha funcionado un ápice. Las muertes que se multiplican cada día son una prueba irrefutable.

El Presidente defiende a ultranza su estrategia, como la concepción más brillante. Pero no la hubiera discurrido un genio. La de abrazos, no balazos, que consiste en cruzarse de brazos frente a la delincuencia y en dejarla hacer y deshacer a sus anchas, como si se tratara del respeto irrestricto a un compromiso establecido entre autoridad y delincuencia, en el que la primera tiene la obligación de comportarse sólo como observadora que le prodiga agradecimientos, como ocurrió después de las elecciones, y la segunda, como le venga en gana, acumulando muertes a diestra y siniestra sin que la autoridad se preocupe por su persecución.

No se atreve a reconocer que México tiene una enfermedad mortal. Un cáncer que hay que extirpar, para parafrasear a Lee Kuan Yew, el revolucionario transformador de Singapur, quien llevó a cabo una empresa de reivindicación sin precedente en el mundo, para rescatar a su pueblo de la delincuencia desbordada y llevarlo a los primeros lugares mundiales de respeto a la ley, de observancia de buena conducta, de gratitud a sus disposiciones.

El mandatario mexicano, quien prometió sacar a México de sus males, se instaló en el pasado para fustigar a sus predecesores y sostener ese discurso que todo el mundo se sabe ya de memoria. Lejos de actuar como visionario preocupado por ser reconocido como el líder ideal de todos los tiempos, en correspondencia a los votos recibidos, ha adoptado las medidas más frustrantes y torpes. Por eso, la decepción de millones de mexicanos crece.

Si alguien sabe, que diga cuándo ha gobernado. Nadie puede negar, ni él mismo, que todo lo que lleva de mandatario lo ha pasado en las mañaneras y en giras. Que el tiempo que tiene en la Presidencia lo único que ha hecho es campaña. Esto será el paupérrimo legado, en lugar del que alguna vez soñó dejar. El que se transmutó en el camino debido a su incompetencia. Sólo dejará el triste recuerdo de su personalidad monda, que conlleva en su delirio la destrucción del país y el enfrentamiento de sus habitantes.

Aguililla, Michoacán, está infectada de maleantes que se matan todos los días por la posesión del territorio. Pero solicitó a sus habitantes que no se dejen manipular por grupos delictivos que tienen otros propósitos. Cuando, inermes, lo único que pueden es abandonar sus hogares y refugiarse en otros pueblos. Es buena oportunidad para que acuda a probar que sus abrazos funcionan.