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El pasado fin de semana, miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) posaron para una agencia fotográfica con sus tanquetas artesanales, drones y armas de alto poder sobre la carretera entre Apatzingán y Aguililla, Michoacán, que se ha convertido en el Verdún de la guerra entre las bandas del crimen organizado que buscan dominar el estado.
“Fuerzas Especiales de Mencho” se leía en los costados de los vehículos, pintados con camuflaje estilo militar. Mencho, desde luego, es Nemesio Oseguera, el mandamás del grupo delictivo, quien busca arrebatar a sus rivales, los Cárteles Unidos, el control de Aguililla, donde él nació en 1966.
Conocí ese municipio hace más de tres décadas, cuando era el epicentro de la producción de mariguana en Michoacán. El entonces jefe de esa actividad era Félix Cornejo Sosa, quien moriría el 13 de julio de 1994 por un desencuentro con narcotraficantes colombianos.
Para llegar entonces a Aguililla había que viajar por brecha. Enclavada en la sierra, la cabecera municipal ofrecía a quien arribaba a ella un espectáculo de prosperidad: casas estilo californiano con antenas parabólicas, un hotel de cuatro estrellas y un gran reloj de carátula dorada que adornaba una de las torres de la parroquia. En el panteón descansaban los restos de El Chural, socio de Cornejo, bajo una enorme reproducción de La Piedad, a la que jamás le faltaban las flores frescas.
Cornejo fue sucedido por sus dos lugartenientes: Armando Valencia y Carlos Rosales. Ambos protagonizaron un violento conflicto, pero no sólo por el negocio de la droga, sino por el amor de una mujer: Inés Oseguera, prima de Nemesio. Éste se la presentó a Carlos, pero ella terminó yéndose con Armando, lo que provocó que el primero tratara de matar al segundo en un atentado en Morelia en 2002.
Rosales, un guerrerense conocido por su apodo El Tísico, usó sus contactos con el Cártel del Golfo para enfrentar a su rival, quien había formado el Cártel del Milenio. Valencia también buscó apoyo y lo encontró en el Cártel de Sinaloa, particularmente en el jefe de plaza de esa organización en Guadalajara, Nacho Coronel. Detenido Valencia y asesinado Coronel, los del Milenio se dividieron en dos grupos: La Resistencia y Los Torcidos. Este último se convirtió en el CJNG.
Originario de la ranchería El Limón, Mencho pasó de ser quien organizaba las pachangas con las que Félix Sosa agasajaba en Aguililla a El Chapo Guzmán y El Güero Palma y Arturo Beltrán Leyva a convertirse en el capo más importante del país.
Hoy quiere hacerse de su tierra natal, de la que fue expulsado por el conflicto entre Valencia y Rosales. Éste fue detenido en 2005 y pasó una década en prisión. Durante su encarcelamiento, dejó los negocios criminales en manos de sus hombres de confianza: Nazario Moreno, Jesús Méndez y Servando Gómez. Éstos formaron la Familia Michoacana.
Después de sacudirse a los Valencia, los lugartenientes de Rosales libraron una cruenta guerra contra los Zetas que Osiel Cárdenas, entonces jefe del Cártel del Golfo, había mandado a Michoacán para ayudar a su amigo.
Cuando Rosales salió de la cárcel, quiso reconectarse con el mundo criminal, pero fue traicionado y asesinado en Parácuaro, en diciembre de 2015, cuando acudió a una reunión con los autodefensas que habían surgido para combatir a los Caballeros Templarios, derivación de la Familia Michoacana, grupo que se había formado, como digo arriba, para luchar contra los de Tamaulipas. De esos grupos de autodefensa nacieron Los Viagras, de los hermanos Sierra Santana, y el Cártel del Abuelo, de Juan José Farías, que son hoy la base de los Cárteles Unidos que se disputan Aguililla con el CJNG. Los antecedentes criminales de Farías se remontan a su participación en el Cártel del Milenio, por lo que la actual guerra por Michoacán es un pleito de antiguos aliados.
La arbitraria detención en 1990 del entonces alcalde perredista de Aguililla, Salomón Mendoza Barajas, fue una de las razones por las que se formó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Hoy los 15 mil habitantes del municipio son rehenes de una violenta disputa que busca dominar la producción de droga sintética, pero también volver al origen y recuperar el edén perdido. En esa guerra, el Estado mexicano resulta un cero a la izquierda.