Don Camilo muestra su archivo. Foto: Daliri Oropeza
En un momento donde la violencia, las drogas, la sequía, el empobrecimiento asedian al pueblo yaqui en Sonora, el gobierno federal intenta crear un plan de justicia a más de 100 años de la Guerra del Yaqui. Pero no es tan fácil, quizá el archivo histórico de don Camilo, con documentos únicos, pueda dar pistas sobre lo que hay que hacer.
PÓTAM, SONORA.- Un mapa enorme se desenrolla sobre la mesa. Así se ve entre los ladrillos carcomidos de una estrecha habitación donde don Camilo Flores Jiménez explica la guerra de exterminio que vivió su familia y que ha vivido el pueblo Yaqui. Anda descalzo, pero para recibir a las visitas se pone unas botas cafés desgastadas.
Es un mapa que salió del voluminoso archivo personal de don Camilo, como le dicen de cariño y con respeto. En aquél se mira una cuadrícula que irrumpe en las curveadas líneas que marcan el río Yaqui y las cordilleras que este pueblo considera su territorio sagrado. Lo almacena en un librero y un archivero que ocupan casi la mitad de la casa.
Sus manos morenas de marcadas venas señalan en el mapa el lugar donde el Ejército mexicano raptó a su abuela. La sacaron de su casa en Cócorit con su hijo en pecho y les depositaron en el tren que les trasladó junto con cientos de yaquis hasta Yucatán. Sus manos y su acervo son muestra de supervivencia.
“Mi abuelo andaba en los trabajos del campo y él sí se salvó. Pero a mi abuela se la llevaron. Fue en la época que había la orden de llevárselos. Cuando ya crece mi papá, Salomón Flores Vázquez, se dio cuenta cómo eran esclavos en aquel lugar del sureste de México. Él conoció el manejo que había con los esclavos yaquis y de otras etnias incluso”, recuerda con las manos en el mapa y los ojos cristalinos mirando a un horizonte al que aún no llega: la justicia.
“Se la llevaron porque era razia, sabían que eran yaquis por la vestimenta, en ese tiempo había más yaquis que yoris [blancos o externos], era muy notorio quién era y quién no. Sacaban gente pacífica que se dedicaba a trabajar, pero el gobierno dijo que ellos eran los rebeldes, eso fue la culpa también”, asegura mientras toma un sorbo de café.
Recuerda que muchos murieron en los pantanos, ahogados, devorados por cocodrilos, siendo esclavos de haciendas henequeneras y nunca tuvieron tumba, ni panteón.
Luego narra cómo los militares decían que los yaquis trabajaban la tierra y ayudaban a los que estaban en la sierra de rebeldes. Pero Camilo niega que fuera así. Los Yaquis se rebelaron contra los proyectos desarrollistas de Porfirio Díaz, incluido el tren.
Miles fueron víctimas de la guerra del Yaqui, librada en distintos puntos de Sonora donde no podían circular. Es un periodo de conflicto permanente entre el gobierno mexicano, de acuerdo a la documentación de la antropóloga y etnohistoriadora Raquel Padilla Ramos (a quien asesinaron hace un año). La causa de las divergencias radicaba en el descontento de las etnias hacia los proyectos modernizadores. Comenzó en 1825 y tuvo su punto álgido durante el Porfiriato, donde además de la deportación, de la cual fue víctima Camilo y su familia, les hicieron bombardeos aéreos.
Por más de 112 años, los Yaquis defendieron su territorio. Sus historias orales recuerdan a varios guerreros que se levantaron e hicieron sus propios cuarteles en medio del monte sagrado. Hubo matanzas por parte del ejército mexicano, ahí donde cayeron las familias y guerreros aún les veneran.
La pacificación llegó hasta 1937 bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas. Hoy el gobierno federal lo toma como referencia para crear un Plan de Justicia para el pueblo Yaqui, que ordenó el presidente Andrés Manuel López Obrador y encabeza el titular del INPI, Adelfo Regino Montes.
Los ocho pueblos yaquis
Don Camilo es reconocido por su pueblo como historiador yaqui, aunque él se ve a sí mismo como escritor. Su vocación por documentar, almacenar y sistematizar documentos, historias, recorridos, asambleas, mapas, narrarlos y comentarlos, es bien conocida por los habitantes de los ocho pueblos yaquis. Tiene tres tomos compilados.
Él vive en Vícam Estación, pero a su abuela la raptaron de Cócorit. Tiene dos cuartos en su solar y uno se lo va a regalar a su hijo, para que deje de pagar renta con su esposa. Para él, justicia sería que se restableciera en los jóvenes todos los valores yaquis que le enseñaron y que ha vivido, pero que han sido desplazados con la urbanidad, la discriminación, la guerra del Yaqui.
“Pensábamos que tendríamos mucha milpa si regresábamos”. Camilo recuerda que platicaba en el exilio con su madre y su abuela sobre la abundancia de la tierra y en la tranquilidad de vivir junto al río Yaqui. Al regresar, se ha topado con el desplazamiento de su cultura, la continuación del despojo y el desecamiento del río Yaqui.
Los pueblos Yaquis se asentaron a lo largo del río del mismo nombre, con presencia desde las cordilleras de la Sierra del Bakatete hasta la costa en la Isla de Bahía de Lobos, desde el valle del Yaqui hasta al norte de Sonora y Arizona en Estados Unidos. Sin embargo, con las misiones jesuitas que llegaron en 1617 nace el concepto de ocho pueblos.
De esto da cuenta la investigadora del pueblo Yaqui, Raquel Padilla Ramos (asesinada en 2019). Los 8 pueblos son un concepto y no se pueden tomar como entidades separadas, pues este concepto se impuso cuando llegaron los jesuitas a evangelizar. Posiblemente antes eran muchos más ya que había incontables asentamientos a lo largo del Río Yaqui.
“El estilo de distribución español en el que el templo (edificio ceremonial) y la sede del poder civil marcan el centro mientras que las casas-habitación se levantan siguiendo una lógica cuadricular (en manzanas), no tuvo el más mínimo éxito en las comunidades yaquis”, describe en el libro Los ocho pueblos como concepto.
Actualmente, los ocho pueblos son unidades político-religiosas autonombradas Loma de Guamuchil, Loma de Bácum, Tórim, Vícam, Pótam, Ráhum, Huírivis y Pitahaya. Su conformación territorial no es uniforme. Unos viven primordialmente de la tierra, otros lo hacen del mar. Varios han tenido divisiones por el despojo de las personas blancas externas a quienes denominan yoris.
Desde 1984, participa por encargo de las autoridades tradicionales en comisiones que revisan los linderos y el territorio de la tribu. Su diagnóstico no es positivo. De continuar el despojo, la tribu corre el riesgo de desaparecer. Ahorita el territorio está bajo el asedio de las mineras y los gasoductos.
Para él, la pérdida del territorio es la primera razón de la pérdida de las tradiciones yaquis.
Los ocho pueblos se dividen en tres municipios, aunque la mayoría resuelve sus asuntos en Ciudad Obregón. Ahora con la pandemia, fueron ahí a atenderse por la falta de hospitales, personal médico y medicinas en su territorio.
El acaparamiento del territorio por parte de los yoris orilló a dos pueblos a refundar una cabecera: Loma de Bacum en Bacum y Loma de Guamuchil en Cócorit. En suma, hay dos Vícam: Pueblo y Estación (o Switch debido al cruce de vías del ferrocarril).
Raquel Padilla añade que hubo un abandono del valle del Yaqui por causa de la deportación a Yucatán. Con ello, los territorios se modificaron y se reconfiguraron los límites al regreso de miles de yaquis.
Don Camilo documenta en su tomo III el despojo de empresas trasnacionales como la Richarson y la ocupación del Valle del Yaqui por empresarios productores. Esto provocó que el territorio yaqui se redujera.
Gobierno y sistema de justicia propios
Las calles son terregosas y polvorientas. Serpentean entre árboles de mezquite y modestas rejas de carrizo. Se alcanza a ver los jardines y tejabanes de las personas que alimentan los animales. Aún es común ver las casas tradicionales de carrizo y adobe. Las dos cabeceras más urbanizadas, Vícam y Pótam, tienen más construcciones de cemento y algunas calles pavimentadas.
El llano donde se traslada una nube de polvo, es una especie de centro sin centro. En Pótam, como en los ocho pueblos, predominan dos de las históricas iglesias construidas por jesuitas que conviven con las enramadas de las Guardias Tradicionales Yaquis. Estos son los espacios de reunión y asamblea donde los habitantes toman decisiones. Al ser unidades político-religiosas, contemplan a ambas, la religión y la administración, como forma de gobierno. La base de su gobierno tradicional es la tropa: los habitantes de los pueblos yaquis.
La iglesia yaqui rige la vida ritual, espiritual y lo sagrado. Organiza los cargos para las fiestas tradicionales como la Cuarejma. Decide quién puede ser gobernador, organizan ceremonias, rituales y danzas tradicionales.
La guardia tradicional es el órgano que rige el orden y la justicia. Cada uno de los ocho pueblos cuenta con su gobernador, pueblo mayor (o consejero anciano), capitán, comandante, secretario, que conforman la Guardia Tradicional y ejercen un sistema de gobierno asambleario, ejercen un sistema de justicia propio y cada domingo, deben rendir cuentas a la tropa.
Las iglesias no son comunes. No tienen bancas. Son lúgubres y de colores vivos. Tienen figuras monumentales de vírgenes y santos. Todas hasta atrás tienen un tapanco para las cantoras. un eco irrumpe. Es la voz de Clementina desde el centro del Templo de la Santísima Trinidad entre paredes turquesas. Ella es cantora con 10 años consagrada, primero se soñó cantando y luego dedicó su vida a la iglesia yaqui. Ahí conoció a su esposo que ahora ejerce el cargo de mayor de la Iglesia o Temasti-mol en lengua hiaki, líder espiritual.
Recuerda para la tradición yaqui, quien rige en la vida del pueblo es la iglesia, es quien define la conformación de la guardia tradicional.
“Quisiera que se les entregaran las tierras a todos los beneficiarios, todos los que son dueños de tierras, pues que ya no las rentaran. Porque esas son herencias, de nuestros padres pues, nos hemos espinado las manos ahí y los pies”, exclama con el eco del templo.
Durante el 2020, el gobernador tradicional fue José Ángel Maldonado Buitimea. En aquel año concedió entrevista a Pie de Página.
Él es portador del linaje del legendario guerrero yaqui Tetabiate Maldonado, a quien visita en su tumba en la Sierra sagrada del Bakatete, donde suelen realizar sus rituales ancestrales, como la danza de venado. Ahí, tenían un cuartel de guerreros yoremes.
Maldonado habló con el titular del Instituto de los Pueblos Indígenas cuando comenzaron los diálogos rumbo a la creación del plan.
“Adelfo nos dijo que quería arreglar las cosas por vía legal. Como antes, ahora también tenemos armas. Nosotros le damos un año para que haga todo esto [del territorio y el plan de justicia]. Y si no, pues nos vamos a levantar en armas. Él dijo que le tuviera confianza”.
Despojo del agua: casi 100 años de simulación de «justicia»
En septiembre de 1940, como presidente, Lázaro Cárdenas publicó un decreto de restitución de tierras a la Tribu Yaqui. Además de regresarles lo robado por grandes corporaciones, estipuló que dispusieran de la mitad del caudal del Río Yaqui almacenado en la Presa “La Angostura” durante cada año agrícola.
Pero lo dispuesto por Cárdenas no sucedió.
“Nunca se ejecutaron los pendientes anunciados en su salida del presidente de la república general Lázaro Cárdenas del Río en la que se refiere el deslinde y amojonamiento, según lo confirma en su resolución definitiva de 1940”. Así lo escribe don Camilo en su tomo dos.
La historia oral da cuenta que los yoemes que apoyaron al gobierno de Cardenas los empezaron a llamar yaquis gobiernistas (toroko yoris), en contraposición de los kaujomes, quienes tenían un arraigo profundo de las tradiciones. La iglesia yaqui ha quedado de lado, pues la representación ante el Estado queda en los gobernadores de las guardias tradicionales, denuncia Clementina.
El río Yaqui es uno los dos más grandes de Sonora, junto con el río Mayo. La cuenca llega al sur de Arizona y al oeste de Chihuahua.
“El inicio de la implementación del sistema de presas en el denominado río Yaqui, ha provocado paulatinamente el desplazamiento (afectación y debilitamiento) de una cultura del agua por otra, en el contexto de la geografía del semidesierto, en una área cuya condición de aridez se ve agravada por la operación del llamado “acueducto Independencia”, escribió Raquel Padilla en el peritaje antropológico respecto del impacto social y cultural por la operación del acueducto Independencia. Además de La Angostura, construyeron dos presas más El Novillo y Oviáchic. Desde 1996 las reportan con acentuado estrés hídrico.
El periodista e historiador Fernando Benítez narró en un pasaje del tercer tomo de Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana una anécdota de los años sesenta del siglo pasado. En aquella ocasión Lázaro Cárdenas visitó el territorio a petición de los ocho gobernadores de los ocho pueblos yaquis. Lloró después de escuchar que esas tierras estaban (y siguen) en manos de descendientes de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, generales y políticos de Sonora. Además de que no les llegaba la mitad del agua de la presa.
“Según el decreto presidencial de Lázaro Cárdenas, la mitad es nuestra, pero no se ve reflejado ni en el río ni en las cosechas”, asegura la maestra Domitila, que tiene más de 20 años dedicada a reforzar las tradiciones, lengua y costumbres yaquis con infancias y adolescentes en el Centro Cultural de Pótam.
Las situación de las tierras actual, describe Clementina, que en algún momento significaron ganancias a la Tribu, ahora no reditúan en apoyos para la iglesia tradicional. Al principio, al rentar sus propias tierras comunales a los empresarios del Valle del Yaqui, llegaban las ganancias. Sin embargo, el problema fue cuando las comenzaron a sobre rentar.
Gobernadores pasados pidieron por adelantado la renta y eso ha provocado que no haya ingresos, menos para la organización de celebraciones y rituales por parte de la iglesia. Las personas menos participan ya que deben ir a trabajar en horarios que no contemplan su espiritualidad.
“Con las condiciones de injusticia hídrica persistente que ha vivido la Tribu Yaqui, aseguramos que es altamente probable que las nuevas extracciones a la cuenca del río Yaqui, por el trasvase que significa el acueducto Independencia, ocasionen afectaciones irreversibles sobre el territorio, la cultura y la organización social de dicho pueblo, lo que pondría en grave riesgo su continuidad y desenvolvimiento autónomo”, asevera el peritaje.
Aún con las advertencias del peritaje, inauguraron el acueducto independencia en 2013, un proyecto de trasvase que cambia el agua de cuenca para llevarla a la ciudad de Hermosillo.
Al pueblo yaqui le dejó de llegar el agua de su río. Está seco.
El origen del pueblo, ¿trasvasado?
“El río Yaqui es una parte principal, fundamental en la vida de los yaquis. Es el origen del pueblo, fue la vida de la comunidad yaqui. (…) Ahora no sé cómo sobrevive Pitahaya donde de plano siempre hay escasez de agua”, explica Domi, como le dicen de cariño. Explica que la cosmoexistencia yoeme está basada en distintas dimensiones: el batwe ania o mundo del agua; el juya ania o mundo del monte; el sewa ania o mundo flor; y chokim ania o mundo de las estrellas (el firmamento).
Sin embargo, los jóvenes se alejan de su propia cultura. Esto, por la falta de recursos naturales, las necesidades del mundo, la discriminación; y ahí se inserta el problema de drogadicción que los aleja más.
El debilitamiento de las tradiciones yaquis entre los más jóvenes, Domitila lo relaciona con el debilitamiento de las autoridades tradicionales de la Iglesia Yaqui.
“Antes podíamos dormir afuera en los solares, ahora hay temor de, en qué condiciones vayan los jóvenes”, cuenta Domitila. A don Camilo, que no tiene reja en su casa, le robaron la puerta de su casa y un celular, le dejaron el cable.
El crimen se ha incrementado. En enero de 2021, el municipio de Cajeme registró 54 homicidios; cuando en enero del 2020 registró 28. De diciembre de 2018 a diciembre del 2020, acumula 755 homicidios y está en los registros del Secretariado Ejecutivo Nacional de Seguridad Pública como uno de los 15 municipios que concentran los homicidios en México.
Después de la visita a su tumba, ya en casa del Gobernador de Pótam circulan las gallinas libremente. El solar tiene obra en construcción y su casa se ve al fondo. Están sentados a la sombra de un árbol, y justo enfrente de una camioneta estacionada con logotipos del INPI. Está acompañado de su pariente, José Ángel Valenzuela.
“Justicia es que se nos devuelva todo, lo que años atrás nos han quitado. Se llevan mucho dinero con el uso de nuestro territorio. El agua que nos han quitado, que nos han negado, han negociado con ella con Conagua. Pues todo eso que se devuelva. Como llevan negociando tantos años con nuestra tierra, pues se les puede inventariar también. Ahí en nuestra tierra hay mucha (empresa de) mina que busca allá arriba. Ya ven que en la minería pues el agua la venden más cara. ¿Dinero? Nosotros no peleamos dinero”, asegura José Ángel Maldonado Buitimea, quien fue gobernador de Pótam en 2020.
Aunque el gobierno tradicional de Pótam participa, Clementina se queja:
“Deje decirle que nosotros aquí, como Iglesia, no sabemos de su Plan de Justicia, no sabemos qué es lo que traen, ¿Qué es lo que llevan? ¿Qué le pusieron, qué le quitaron? Exactamente no sabemos. Y se lo puedo decir que todas las iglesias de los ocho pueblos no sabemos. Lo sabrán allá los gobernadores. A nosotros en ningún momento el gobernador se ha sentado a platicar de todos esos temas”.
Domitila cuestiona:
“Con el plan ese famoso que traen, ¿van a hacer las cosas de raíz? Si no, vamos a podar nada más los árboles. Con eso de la pandemia no permiten tantas gentes en las reuniones del plan de justicia que hacen las autoridades federales y los gobiernos yaquis. Nuestros gobiernos tradicionales se deben a la tropa, la tropa somos nosotros, que no tenemos cargo, incluso el niño que no tiene cargo. Somos las alas de los gobiernos de aquí, pero nada más el gobierno yaqui es requerido y no lleva la tropa, por eso no sabemos de qué va, nos informan”, se inconforme la maestra.
A las reuniones, solo han asistido siete de los ocho gobernadores tradicionales de los ocho pueblos yaquis: Loma de Guamúchil, Tórim, Vicam, Pótam, Ráhum, Huirivis y Belem. Uno de los asistentes a las reuniones es un gobierno dual: el de Loma de Bácum. Que sea dual quiere decir que no es el tradicional, sino que es una guardia creada de manera paralela por otros intereses.
Para la toma de decisiones deben estar en acuerdo los ocho gobiernos tradicionales elegidos por la tropa yoreme y nombrados por la iglesia Yaqui.
Loma de Bacum es el pueblo que logró detener el gasoducto y actualmente defiende el territorio sagrado de la minería. Su guardia tradicional no ha asistido a las reuniones, confirma Guadalupe Flores Maldonado, quien lidera los trabajos de siembra agroecológica.
“Eso le preguntamos a Adelfo, qué es justicia. La justicia no tiene que ver nada con la legalidad; lo justo es ilegal y lo legal es injusto, la mayoría de las veces. Para mí, justicia sería que tú te sometieras a mi ley, porque estás en mi territorio, eso sería respetar mis usos y costumbres y que entablemos, digamos, en un diálogo de igual a igual. Pero al querer someterme a tus procedimientos, le llaman aplicar la normatividad para los programas sociales, no. Eso es someterse. Porque tú quieres que haga las cosas a tu manera como Estado, cuando las mías han demostrado ser mejor que las tuyas. Esa es la justicia, una justicia donde todos somos iguales”, narra Guadalupe de frente a las higueras que recién brotan de la tierra.
Para Don Camilo, la justicia es la vigencia de los valores yaquis, que los jóvenes los respeten, los vuelvan parte de su vida, pero sobre todo, los lleven a cabo. Que el gobierno de México no solo reconozca su cosmoexistencia, que se adapte a ella.