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Michoacán: casi en guerra

Michoacán: casi en guerra

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ácora del director

PASCAL BELTRÁN DEL RÍO

Hace más de cuatro décadas, Aguililla se convirtió en el epicentro de la producción de drogas en Michoacán.

Enclavado en la sierra, de muy difícil acceso en aquel tiempo, el municipio producía buena parte de la mariguana que se contrabandeaba a Estados Unidos.

El mandamás del lugar se llamaba Félix Cornejo Sosa. Su asesinato en la Ciudad de México, en julio de 1994, provocó una lucha entre sus lugartenientes que continúa al día de hoy.

Cornejo tuvo relación con hombres que después alcanzarían notoriedad en el mundo criminal, como Félix Gallardo, El Chapo Guzmán, El Güero Palma y Arturo Beltrán Leyva, a quienes servía de anfitrión en fiestas en las que corría el alcohol y en que las sobras alcanzaban para que comiera todo el pueblo. Uno de los que se encargaba de organizar esas fiestas era Nemesio Oseguera, actual líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Cornejo tenía dos hombres de confianza: Armando Valencia y Carlos Rosales. El primero se encargaba de la producción de la droga y el segundo, de su distribución. Cuando murió el jefe, ambos se enfrentaron por el control del negocio.

Como Rosales tenía contactos en Tamaulipas, pidió ayuda al Cártel del Golfo en su lucha contra Valencia. El capo Osiel Cárdenas envió algunos zetas en su auxilio. Cuando Rosales fue detenido en Morelia en 2004, sus lugartenientes Nazario Moreno, alias El Chayo; Jesús Méndez, El Chango, y Servando Gómez, La Tuta, fundaron el grupo La Familia Michoacana para expulsar a los tamaulipecos.

Así comenzó la peor etapa de la violencia en Michoacán. La cúspide de ese enfrentamiento fue el asesinato y decapitación de cinco zetas, cuyas cabezas fueron lanzadas sobre la pista del antro Sol y Sombra en Uruapan, el 7 de septiembre de 2006.  

Conocí Aguililla en 1990, a raíz de que fue detenido por la entonces PGR el alcalde de extracción perredista, Salomón Mendoza Barajas. Acusado de narcotráfico, éste pasó seis meses en la cárcel hasta que la autoridad se desistió de procesarlo. Su caso fue uno de los que dio origen a la creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Como digo, no era fácil llegar a Aguililla. La carretera que venía de Apatzingán terminaba en el pueblo de El Aguaje y, desde ahí había que tomar una brecha. Al cabo de unas tres horas, llegaba uno a un pueblo donde había mansiones de estilo californiano e incluso un buen hotel.  

Hoy, los grupos criminales en los que se dividió el clan original se disputan el control de Aguililla –el CJNG, por un lado, y Cárteles Unidos, por el otro–, quién sabe si por razones estratégicas (se habla de la existencia de laboratorios de drogas sintéticas) o puramente sentimentales.

Luego de que la toma de la cabecera municipal por parte del CJNG se volvió una noticia nacional, el gobernador Silvano Aureoles quiso demostrar que no pasaba nada y acudió al lugar en un helicóptero, resguardado por soldados.

Hartos de la violencia y la ineficacia del gobierno estatal, habitantes de Aguililla le salieron al pasado. Enfurecido, Aureoles bajó de un vehículo militar para increpar a un maestro rural que sostenía un par de cartulinas en las que pedía, simplemente, seguridad.

“¡Ya cállate, cabrón!”, gritó el gobernador antes de dar un empujón al profesor Fernando Padilla Vázquez, director encargado de la escuela Narciso Mendoza, en el poblado de Puerto La Aguacatera. Después de su desplante, Aureoles quiso justificarse diciendo que el manifestante era en realidad un halcón (es decir, informante de los delincuentes). Incluso tuiteó que Aguililla vive “una situación casi de guerra”.

Ayer pude hablar con el profesor Padilla en Imagen Radio. Me dijo que, después de los hechos, temía por su seguridad y que, pese a que sentía mucho miedo, había decidido salir a protestar porque “la violencia ya no se aguanta” y porque los víveres han dejado de llegar al municipio, pues los caminos de acceso al municipio fueron trozados para impedir la circulación.

Sobre si Padilla es realmente profesor, basta entrar a una página web en la que el entonces alcalde Israel Mendoza Mendoza da cuenta de su último informe de gobierno, en 2018. Ahí aparece una foto del director de escuela, recibiendo mobiliario entregado por el ayuntamiento.

Lo que sucede en Aguililla no es un secreto. Forma parte de lo que alertó hace un mes el jefe del Comando Norte de EU: que el narcotráfico se ha adueñado de vastas zonas del territorio nacional.