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Los montajes de Carlos Loret y del Presidente.

 

 

Antonio Salgado Borge (*)

Un vídeo que muestra la inyección con una jeringa vacía en un centro de vacunación circuló ampliamente esta semana. Dos narrativas principales se han desarrollado a partir de la difusión de estas imágenes.

De acuerdo con el Presidente, podríamos estar ante un montaje elaborado por sus adversarios para dañarle.

Para sustentar esta hipótesis, Andrés Manuel López Obrador recordó la larga historia de montajes que cargan a cuestas sus oponentes políticos, poniendo especial énfasis en el montaje del caso Cassez-Vallarta presentado por Carlos Loret de Mola en Televisa. Con fines “pedagógicos”, parte de una conferencia mañanera fue dedicada a exponer este evento, ocurrido hace más de quince años.

En contraste, para los más feroces críticos del Presidente estaríamos ante la utilización de un montaje como montaje con el fin de desviar la atención de otro montaje; o por ponerlo de otra forma, ante un montaje al cubo.

De acuerdo con esta narrativa el vídeo constituye una prueba de que al menos parte de la aplicación de vacunas en México es un montaje. Además, algunos comentaristas —incluido el propio Loret de Mola— han señalado que la decisión de AMLO de recordar el montaje del caso Cassez-Vallarta y abordarlo en una conferencia mañanera justo en este momento constituye, a su vez, un montaje.

La existencia de estas narrativas rivales ha generado confusión sobre el fondo de la discusión y, en consecuencia, del juicio que las partes implicadas en este debate merecen.

Me parece que el primer paso para empezar a aclarar el panorama pasa por desambiguar el término “montaje”.

Para efectos del caso que aquí nos importa, son dos los sentidos relevantes que pueden ser asignados a este término:

(1) Escenificación. En un primer sentido, “montaje” puede ser entendido como el acto de montar una escenificación.

(2) Falsa representación. En un segundo sentido, este término puede entenderse como aquello que sólo aparentemente corresponde a algo verdadero.

Distinción

Es importante notar que no estamos ante una distinción trivial o meramente verbal. Y es que, aunque todas las obras de teatro son escenificaciones, y por ende montajes en el primer sentido, no todas son falsas representaciones o montajes en el segundo sentido. Por ejemplo, algunas escenificaciones son teatrales, pero representan y corresponden a verdades.

Si aceptamos que la utilización del montaje del caso Cassez-Vallarta en una conferencia mañanera es un montaje, tenemos que reconocer que no estamos utilizando el término “montaje” en el mismo sentido en ambos casos.

A estas alturas, ni el propio Loret de Mola disputa que lo transmitido en su programa hace quince años fue un montaje, tanto en el sentido de escenificación como en el sentido de falsa representación. Al menos en este punto, coinciden la narrativa del Presidente y la de quienes le acusan de construir un montaje al cubo.

Aunque Carlos Loret ha dicho que “no se dio cuenta”, existen testimonios poderosos que refutan esta versión y que indican que tanto este periodista como parte de su equipo y jefes directos sabían muy bien lo que estaban haciendo.

Desde luego, esto no vuelve falso todo lo que diga Loret de Mola. Pero sí hace francamente increíble que haya quienes, como algunos de los opositores más férreos al Presidente, le consideren, por neocontestatario, un referente en términos de principios y congruencia.

Pero esto no es lo más grave. El montaje del caso Cassez-Vallarta, en el cual Loret y Televisa habrían jugado un papel principalísimo, derivó en delitos graves e indignantes, incluidos tortura documentada, la muerte de una persona como consecuencia de atroces actos de tortura y quince años de prisión para un individuo inocente que, increíblemente, continúa hoy en la cárcel.

Semejantes delitos deberían ser suficientes para que la Fiscalía General de la República investigase a todos los implicados, desde quienes participaron en la parte operativa, encabezada por aquellas personas que colaboraban con Genaro García Luna, hasta quienes contribuyeron con la parte mediática, encabezada por Carlos Loret, Azucena Pimentel o Leopoldo Gómez.

Realidad

En contraparte, guste o no, el teatro montado en la mañanera por el Presidente al exhibir el caso Cassez-Vallarta sí corresponde a algo verdadero: a un verdadero montaje en el sentido de falsa representación. Por ende, si hablamos de montaje tenemos que asumir que estamos ante un montaje en el sentido de escenificación únicamente. Esto no es todo. Al no ser una representación falsa ni siquiera se trata de una mentira. Mucho menos la escenificación del Presidente no constituye delito alguno.

La distinción entre dos sentidos del término “montaje” nos obliga a desambiguar la narrativa del “montaje al cubo”. Lo más que se puede decir es que estamos ante la utilización de una falsa representación que ocurrió en el pasado (el caso Cassez-Vallarta) como escenificación teatral (la hora que se le dedicó en la mañanera) para desviar la atención de unas imágenes (la jeringa vacía) de las que no conocemos detalles suficientes.

En consecuencia, equiparar ambos eventos a través del uso del término “montaje” constituye un despropósito. Este es el caso porque, con intención o sin ella, una equiparación de esta naturaleza es infundada, resta responsabilidad a los implicados en el caso Cassez-Vallarta y coloca sobre los hombros de AMLO una carga excesiva que no es ameritada por este caso.

Lo anterior no significa que la escenificación del Presidente no resulte problemática.

Es lamentable que AMLO utilice el caso Cassez-Vallarta como distractor, en lugar de promover la justicia para sus implicados.

Lo que es peor, diversas escenificaciones suelen ser empleadas con frecuencia en las mañaneras como distractores. Sería verdaderamente reconfortante escuchar a Andrés Manuel López Obrador responder a cuestionamientos con razonamientos y explicaciones, como la que utilizó esta semana para responder a quienes han promovido el miedo a la vacuna de AstraZeneca.

Problemas

Algunas escenificaciones de AMLO también son problemáticas por recurrir a las descalificaciones directas a todas aquellas personas que le critican. En este caso, el destinatario es Carlos Loret, una persona que ha difundido información incómoda para el Presidente.

Para ser claro, es indisputable que el hecho de que este periodista haya participado en un montaje —en su variedad de falsa representación— implica una mancha indeleble y posibles delitos que deben ser investigados. Pero de ello no se sigue que todo lo que diga sea falso. En cada caso, nuestro juicio debe estar basado en hechos.

El uso de montajes en el sentido de escenificación contamina la discusión pública y resta credibilidad al discurso del Presidente. Pero eso no hace su escenificación equivalente a la falsa representación implicada en el caso Cassez-Vallarta. Estamos ante dos asuntos con naturalezas distintas y que deben ser evaluados independientemente.

En una mano tenemos el montaje Cassez; una falsa representación que, por sus efectos, debe ser investigada a fondo. En este caso, la exigencia debe ser una y la misma: justicia para todos los implicados. En la otra mano tenemos a un presidente que recurre a montajes entendidos como escenificaciones para distraer o para torpedear a sus críticos. Aquí, la exigencia debe ser por más y mejores explicaciones y razones.

Es decir, que estamos ante dos asuntos que son criticables, pero no por los mismos motivos; dos asuntos que no pueden ser colocados en la misma canasta por no tener la misma naturaleza y por no producir las mismas consecuencias.— Edimburgo, Reino Unido

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  • Candidato a doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Maestro en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y maestro en Estudios Humanísticos (Itesm)