Cuando el tratamiento de una enfermedad no se podía dar en la localidad, se remitía al paciente a Guadalajara, a la ciudad de México o a Tucson, dónde había los medios necesarios... Nunca se supo de algún enfermo enviado con un mal diagnóstico o con un tratamiento inicial equivocado...
El médico de pueblo hacía visitas domiciliarias... y recibía pacientes en su casa... a cualquier hora... También iba a comunidades cercanas o no tanto, pero con gran esfuerzo, por las condiciones de los caminos de esa época... Muchos de ellos atendieron en Compuertas, Charay, Cohuibampo, Mochicahui, Topolobampo, Ahome, etc...
A esas visitas el médico de pueblo llevaba su maletín negro con... una liga para las inyecciones intravenosas, estetoscopio, termómetro, baumanómetro para medir la presión... gasas, tela adhesiva, abate lenguas, pinzas, tijeras, una misteriosa caja de acero inoxidable con algodón impregnado de alcohol y unas jeringas de vidrio y agujas... otra cajita con agujas e hilo para suturar... bisturís desarmados, una lámpara con un espejo redondo y con una banda para la cabeza para examinar, ojos, oídos, nariz y garganta... narcóticos y anestésicos, estimulantes para el corazón... y entre otras cosas... un recetario...
Más que doctor, el Médico de Pueblo era confidente... psicólogo y amigo personal de sus pacientes... Por lo que, al fallecer uno de ellos, se veía emocionalmente afectado... Sin tener él, paradójicamente, un Médico de Pueblo que lo auxiliara...