Recuerdo que el primer día de trabajo me llama y me dice:
- Cuál es tu horario de labores en esta procuraduría?
- De nueve a tres y de cinco a ocho. Contesté.
- Y tu vida?
- A qué horas vives tu vida?
- No contesté. No esperaba esa interrogante.
- Con voz de mando me dijo:
- En lo que a mi toca, te informo:
- Como procurador general de justicia, solo trabajaré de nueve de la mañana a dos treinta.
- En las tardes, no vendré.
- Estaré en mi casa.
- Descansando. Leyendo. Conviviendo con mis hijas y con mis nietos. Si algo urgente, urgente, se ofreciera. Me llamas.
- Si no. No.
Esas fueron sus primeras instrucciones.
Así las giró.
Así las cumplí.
Jamás le llamé a su casa una tarde.
Hombre equilibrado y contundente. Con la llama prendida en los cinco sentidos, unía en la vida pública dos cosas que se oponen:
Sabía combinar el trabajo con el descanso. Juntas le daban un don de mando eficiente.
Entendía el descanso, en términos de salud. En términos de serenidad.
- No a jornadas extensas de trabajo.
- No a excesos en los horarios.
- No él.
- No nosotros.
Siempre habitó en la tranquilidad de su hogar. Su refugio.
Tranquilidad extendida a su despacho.
Quietud en todas las horas de su vida. En todos sus momentos.
Paz. En la tormenta de un cargo que le quedaría menor
¿CÓMO LLEGA LAZCANO A SER PROCURADOR?
En una ocasión le pregunté:
- Don Manuel ¿Cómo llegó usted a ser procurador, si no conocía al gobernador Labastida?
- Lo que sucedió, me respondió, fue que mi amigo Ernesto Álvarez Nolasco me recomendó con Labastida y este me invitó a su equipo de trabajo.
De esta manera Lazcano anduvo toda la campaña y se integró a un pequeño grupo de amigos cercanos al candidato.
Lazcano una vez me platicó:
- Faltaban solo tres días para que se iniciara el nuevo sexenio y se dieran los nombres de los nuevos integrantes del gabinete.
- El gobernador electo me llama y pide que vaya a su casa.
- Estando ahí me mostró varios curriculums de abogados, magistrados, notarios y profesionistas distinguidos del estado y me dijo:
- Don Manuel aquí tengo información de distinguidos juristas sinaloenses.
- De hombres profundamente conocedores de la ciencia jurídica y del derecho. Usted que ya ha sido tres veces procurador general de justicia del Estado, me puede dar su opinión para saber cuáles características debo de tomar en cuenta para designar al nuevo procurador?
- Está muy sencilla la respuesta, le contestó Lazcano.
- Usted debe de tomar en cuenta nada más tres cosas:
- La primera: Que el hombre que usted designe sea absolutamente leal a Francisco Labastida Ochoa.
- La segunda: Que ese hombre sea absolutamente leal al gobierno de Sinaloa y a sus instituciones.
- La tercera: Que ese hombre tenga valor para tomar decisiones y las sostenga. Si además, ese hombre que usted designa, sabe un poquito de derecho, ¡Ya chingamos!
Un día después de esta plática, Lazcano fue invitado para convertirse en el nuevo Procurador General de Justicia del Estado.
LOS CARROS QUE NOS DIERON.
Recién iniciado el sexenio acompañé al procurador a Palacio de Gobierno a un evento en el que estaba todo el gabinete, secretarios y subsecretarios.
A don Manuel le habían entregado como vehículo oficial un carro negro Grand Marquis, viejón, que tenía seis años de haberse comprado y que había usado un funcionario del anterior gobierno.
Pensando mal, la señal era desdén.
A mí, como subprocurador general me correspondía que me asignaran un vehículo, pero ya había pasado un mes y no tenía carro asignado. Me movía en carro propio.
Cuando terminó el evento del palacio de gobierno, me di cuenta de que en el sótano de gobierno había muchos carros nuevos, de modelos del año y en impecables condiciones.
De regreso a la oficina y en el interior del carro, le comenté:
- ¿Se fijó licenciado, en los carrazos que traen todos los secretarios y los subsecretarios? Todos andan estrenando menos usted y yo.
Voltea tranquilamente y me dice:
- Eso no es malo.
- Eso es bueno para nosotros.
- Este es un sexenio de seis años y no podemos fijarnos en pequeñeces.
- Entre más modesta sea nuestra apariencia, menos se fijarán en nosotros. Lo que nos permitirá hacer un mejor trabajo.
- Además cuando uno trae carros usados no llama la atención y no despierta envidias.
- Así que, Rubén Elías, tranquilo.
- Este es el cuarto sexenio que formo parte del gobierno y los que conservamos un bajo perfil, siempre llegamos a la otra orilla.
Fue hasta los seis meses de iniciado el gobierno, que a Lazcano le asignaron un dodge dart de regular categoría, y a mí un dodge dart austero.
Cuánta razón tenía.
En cuanto a puestos, Lazcano cerró el sexenio siendo secretario general de gobierno y yo, rector de la Universidad de Occidente.
En el camino habían quedado muchos funcionarios que iniciaron con Labastida.
Unos se marearon con el poder y tuvieron que salir.
Otros, no aguantaron un ritmo de trabajo que pedía resultados.
LOS CHOFERES.
Iniciando el sexenio en la Procuraduría, se nos asignaron choferes.
Uno para don Manuel y otro para mí.
El chofer asignado a don Manuel, no me agradaba. Un día, se lo dije.
- Por qué? Me preguntó.
- Por su comportamiento. Por su mirada.
- No me inspira confianza.
- Es intuición. La que no pide explicación.
El diálogo concluyó. No pasó de ahí.
En la primera semana de trabajo, mi secretaria, Lupita Yáñez, me dice:
- Lo quiere ver un señor.
- Dice que lo mandan de la Secretaría de Administración.
- Me quiere ver a mí?
- Sí.
- Descríbemelo:
- De mediana estatura. Blanco. Llenito. Lentes. Bien vestido. Se ve limpio, como niño que va al homenaje de la escuela. Inspira respeto. Tiene cara de buena gente.
- Que pase.
- Me llamo Eligio Sandoval.
- Se identificó.
Al verlo, lo ubiqué.
Había terminado el sexenio, siendo chofer del secretario particular del gobernador Toledo.
Mejores credenciales que ésta? No ocupaba.
Me entregó una carpeta que contenía todos sus datos. Foto acompañada.
- Si usted lo aprueba, seré su chofer.
- Claro. Vamos probando. Le contesté.
- Aquí están, las llaves de mi carro.
Acto seguido, de mirada a mirada, le dije:
- Aquí van las reglas:
- Yo hablo. Usted habla.
- Yo pregunto. Usted responde.
- Yo en silencio. Usted también.
- Armas? No.
- Ni en la guantera.
Toda arma, es muerte.
Es sentirse provocado, para accionarla.
La mejor arma del funcionario es sencilla:
- No atropellos.
- No corromper.
- No hacer cómplices.
- Caminar por el camino de la ley, aplicando el Derecho en la utopía de la estatua de la justicia. Ojos vendados. Sin guiños para el delincuente.
- Esa, don Eligio, es el arma que ocupamos.
Pulsé un botón del teléfono.
Que venga fulano.
- Sí señor. Jefe. Como dicen ellos.
- Ante mí, el típico investigador mexicano. Estomago abultado. Mala rasurada. Mal aliento. Horas para dormir, que no alcanzaron.
- Le doy la carpeta de don Eligio.
- Investígueme a este señor.
- Quiero saber quién es. Quién andará conmigo.
- Quién pisará los terrenos de mi privacidad. Los de mi casa y los de mi familia.
- Investigo todo?
- Nada más lo privado.
- De lo público, me encargo yo. Llamaré a la Secretaría de Administración.
A los dos días de esta instrucción, la tarea se hace.
Sobre mi escritorio, una tarjeta informativa, amarillosa.
- La veo.
- La leo.
- Vive por la Escobedo enseguida de la Clínica Culiacán.
- Casado. Sencillo.
- Toda su vida, buen hombre.
- Los vecinos. Hablan bien de él.
- No se le conocen vicios.
- Tiene fama, en los empleos anteriores, de ser muy responsable.
Abajo. Una nota que me jala. Que me llama la atención. Como que se regresaron y la anotaron como algo sin sentido, insignificante.La nota decía:
- Tiene dos hijas monjas.
- Hijas monjas?
- Este es el hombre.
- Esto es lo que ocupo. Un hombre bendecido por Dios. Que al ser cuidado por su sangre, me cuidará a mí.
No me equivoqué.
Don Eligio Sandoval. Hombre grande. Amable. Sincero. Cumplidor. Ejemplo de ser humano, que en el cargo de chofer, llevó su grandeza.
La lección queda:
Si tienes valores, no importa en qué te ocupaste.
EL LUNES.- El chofer de Lazcano. Don Manuel. Un desconocido para la gente de Labastida. Los funcionarios que propuse en la Procuraduría. Me asignan el control de las armas. Extremo precauciones.
EN LA FOTO.- Lazcano y Rubén Elías. Juntos en un evento de Difocur. Qué había? No lo recuerdo. Él, 75 años. En mí, 32. Procurador. Subprocurador. La imagen dice mucho. Sonrisas. Cercanía. Bien vestidos, respetando al evento y al cargo que ostentaba. La relación se iniciaba. Se había acabado la desconfianza..