SONORA HISTORICO
Por:
Federico García y Alva
ACLARACIÓN: Este artículo aparece en un libro editado por el Gobierno de Sonora escrito por Federico García y Alva bajo la encomienda de Don Ramón Corral en la primera década del siglo pasado (1900-1909).
Aunque lógicamente constituye la versión oficial de los hechos con un sesgo partidario en muchos de sus párrafos, se ha respetado tal cual como se publicó por tratarse de un documento que describe los acontecimientos en los tiempos muy recientes a la edición, de ahí su valor histórico que resulta atractiva su lectura. Los Capítulos y Subtemas han sido introducidos por el Editor para una mejor comprensión de los acontecimientos, pues el documento original carece de ellos. Ing. Manuel de Jesús Sortillón V. Editor |
EL SONORA ANTIGUO
El nombre de Sonora se vino aplicando a todo el Estado desde el último cuarto del Siglo XVII, pues con anterioridad esa palabra solo designaba a los pueblos situados sobre las márgenes del Río de Sonora y las de su confluente el de San Miguel. Estas dos corrientes cruzan el Valle de Ures que, se cree, llevó el nombre de Valle de Sonora desde la expedición del célebre conquistador Vázquez de Coronado. El nombre de Sonora con el tiempo fue extendiéndose a toda la provincia al Norte del Río Fuerte y encerrada entre la Sierra Madre y el Mar de Cortés. El origen de la palabra ha sido materia de multitud de hipótesis que todavía hasta ahora permanecen en el tapete de la discusión: Se dice que en el Valle de Sonora, ó sea de Ures, existió por la época de la conquista una viuda que la llamaban la Señora y quien los indios, alterando la palabra, titularon la Sonora; a otros autores, dando similar derivación a la palabra, dicen que viene de Nuestra Señora también de la Virgen, de la cual hablaron mucho a los indígenas Don Álvaro Núñez y sus extraordinarios compañeros quienes, como rezan las crónicas de aquellos tiempos, fueron los primeros europeos que llegaron a estas tierras después de haber atravesado perdidos y cargados de padecimientos, la vasta extensión interoceánica desde el Golfo de México hasta las costas de Sinaloa pasando por Sonora.
El célebre Don Álvaro Dorantes, Alonso del Castillo Maldonado y un negro llamado Esteban, formaron parte de la arriesgada expedición marítima que bajo las inmediatas órdenes de Pánfilo de Narváez, el memorable derrotado de Veracruz, fue a naufragar a la Florida desde donde Núñez y sus referidos compañeros emprendieron penosa y dilatada peregrinación hasta Sinaloa, la cual peregrinación dio por resultado principal el descubrimiento de Sonora. Con relación al origen del vocablo, un jesuita del Siglo XVIII, y de acuerdo con él otros autores, hacen venir la palabra Sonora de la palabra Sonat, que en el dialecto ópata quiere decir Choza de hoja de maíz, y con cuyo nombre se designaba además a una tribu que vivía cerca del pueblo de Huépac, Distrito de Arizpe, a orillas de un ojo de agua cenagosa. Se cree también que la palabra era indígena y que se pronunciaba tal cual hoy. No faltan escritores que asienten que a esta región se le llamó Son –ora para significar con esta expresión la riqueza del país en oro y el sonido particular de este anhelado metal. Un autor hay que dice: “Creo que no me engañaré si me inclino a creer que se ha dado al país el nombre de Sonora por lo mucho que ha sonado, en México y aún en Europa, su prodigiosa riqueza”.
Pánfilo de Narváez (1470-1528)
Sonora es un país antiquísimo con historia moderna. Que antiguamente fue habitado por una raza semi-civilizada está demostrado con las ruinas encontradas en muchos de sus pueblos, así en todos los valles y márgenes de sus ríos.¿De donde vinieron esos pueblos?. ¿Cómo desaparecieron?. Estas preguntas se hacen los sabios americanistas, pero quedan sin respuesta ante las ruinas mudas. El origen de las razas que los españoles encontraron en estas tierras, también se pierde entre los arcanos enexcrutables del tiempo. Sin embargo, se cree que lo tuvieron de los toltecas y chichimecas que de Norte América vinieron a las regiones meridionales, ó de los Aztecas, que salieron de su país Aztlán en peregrinación para la MesaCentral de México y que al atravesar el territorio sonorense dejaran en el a muchos de los suyos.
Esta hipótesis se robustece en vista de que existen analogías lógicas y gramaticales entre el nahuale o mexicano y los dialectos sonorenses. La historia antigua de Sonora está sepultada entre las ruinas de sus pueblos primitivos y su historia moderna comienza con la llegada de los españoles. Sellada la conquista de la tierra de Tenoch, con el sacrificio de sus últimos gladiadores como Cuauhtémoc, los conquistadores enviaron diversas expediciones a explorar la tierra y causa verdadera admiración el heroísmo abnegadísimo demostrado por las razas conquistadas en defensa de la integridad territorial. Don Pedro Almendez Chirinos, uno de los mas valerosos capitanes de Don Nuño de Guzmán, logró internarse hasta las comarcas del Yaqui en 1531, pero apenas fue notada la presencia de los extranjeros, esa tribu indómita se aprestó al ataque y el capitán español prudentemente abandonó la expedición y se volvió con sus fuerzas a Culiacán.
Nuño Beltrán de Guzmán (1490-1544)
No volvió a enviarse a Sonora otra expedición hasta el año de 1539 que fue organizada por el Gobernador de Nueva Galicia (hoy Jalisco) Don Francisco Vásquez Coronado y dirigida por el infatigable explorador Fray Marcos de Niza. Fue explorada una gran parte del territorio Sonorense y regresó la expedición a Compostela el mismo año. Fray Marcos de Niza rindió a la Corona de España extensísimo informe de las tierras que había explorado. El año siguiente de 1540, Coronado conquistó las tierras descritas por el Padre Niza y donde es hoy el pueblo de Cócorit en el Río Yaqui, fundó una Villa a la que le dio el nombre de la Concepción, pero los yaquis la destruyeron incendiándola y matando a todos sus moradores. Transcurrieron 23 años antes de que en México se pensara en la conquista de esta tierra. Por fin, el Virrey Don Louis de Velasco mandó una nueva expedición el año de 1563 al mando de Don Francisco de Ibarra, quién logró penetrar hasta el interior de Sonora, pero, aconsejado por su codicia retrocedió a Sinaloa cuando supo que en Chametla se habían descubierto ricas minas de plata.
En 1554 se mandó otra expedición al mandó del Capitán Don Diego Martínez de Hurdaide. Los mayos hicieron alianza con los conquistadores, pero los yaquis resistieron el empuje de las armas españolas y salieron victoriosos en tres batallas que les liberó el Capitán español. En el último combate Martínez de Hurdaide fue totalmente derrotado por los yaquis y aprovechó las sombras de la noche para huir con los restos de sus fuerzas a refugiarse al Río Mayo. En todos los sucesos humanos y en las grandes victorias o en los grandes desastres hay un sino fatal o feliz que las resuelve: lo inesperado. Al traspasar los linderos del Mayo, Hurdaide dio descanso a sus tropas y como Cortés en Popotla que lloró bajo el histórico ahuehuete a la noche triste, el Capitán español sobre pelada roca lamentábase de lo desastroso de su derrota cuando tres emisarios yaquis llegaron a ofrecerle la paz. Este hecho extraordinario acaeció el 15 de Abril de 1610, y ese mismo día firmaron los tratados por los cuales la tribu yaqui quedaba sometida a la Corona de España; con la rendición de esa tribu se sellaba la conquista de Sonora.
El año de 1686 fue enviado de México Fray Eusebio Francisco Kino, con poderes omnímodos de la Corona y del Virreinato para establecer misiones en las comarcas de Occidente, y, en poco mas de cincuenta años lograron poblar como mil quinientos kilómetros. La misión de Dolores fue la primera que se fundó en el noroeste de Sonora, siguiendo la de San Ignacio y la de Imuris en 1689. A fines del año de 1690 se envió de México a Fray Juan María Salvatierra, con el carácter de Visitador General de las Misiones de Sonora y Sinaloa. Entonces fueron fundada las misiones de Tubutama, Sáric y Magdalena y en 1694 la de Caborca. En 1695 se sublevaron los pimas de Caborca y mataron al misionero Fray Francisco Javier de Saeta. La situación geográfica de los pueblos en que se establecieron las misiones de la Pimería alta denotan el talento estratégico de los jesuitas, pues ellos, con los presidios establecidos por el Gobierno Virreinal, forman en la frontera una línea de poblaciones que sirvieron de barrera a las irrupciones de los bárbaros. Los Jesuitas finalmente fueron expulsados de Sonora con actos de mal trato partiendo la nave de Guaymas el día 22 de mayo después de 9 meses de encierro en este lugar; la expulsión fue decretada el 31 de marzo de 1767 por Carlos III Rey de España, sin el beneficio del apoyo para ellos pues dieron resultado las amenazas de muerte para quienes se opusieran.
En 1772 fueron reglamentados los presidios estableciendo su situación, su número, su sistema económico y grado de facultades con que estaban investidos sus jefes. Mucho antes de ser reglamentados los presidios, el año de 1740, se sublevaron los siete pueblos primitivos del yaqui y formaron un ejército formidable para la época y las circunstancias. Don Agustín Vildósola, que a la sazón era Gobernador de la Provincia, les presentó acción en el Cerro del Tambor y en el combate rindieron la vida más de dos mil indios. Los yaquis se rehicieron y pocos días después atacaron a Vildósola en el Cerro del Otancahui, donde perecieron tres mil indios quedando prisioneros los supervivientes. Estos entregaron a todos los Jefes del movimiento los cuales fueron pasados por las armas. Con este horroroso escarmiento, esa tribu se mantuvo quieta durante ochenta y cinco años, siendo ese el más largo período de paz que se registra en su historia. En 1768 hubo un alzamiento casi general, en el que tomaron participación cuatro tribus durando la guerra mas de dos años y la cual concluyó solo con el exterminio de las tribus rebeladas. Los apaches que desde 1796 habían estado de paz, desertaron de los presidios y se sublevaron en masa el año de 1832, manteniendo durante cincuenta y cuatro años una guerra de emboscadas, de pillaje y de alevosos asesinatos en todos los pueblos y ranchos de la frontera.
Apaches
El histórico Grito de Dolores fue escuchado en Sonora, y cuando en el templo sacratísimo de la patria sonó la campana de la Independencia llamando a los mexicanos para que recibieran su bautismo de fuego en cruenta lucha por la libertad, Don José María González Hermosillo, cuyo nombre se honra en llevar esta capital, corrió con mil sonorenses al llamado de la Patria Mexicana que surgió del grito del sublime anciano, sostenido por un puñado de indígenas analfabetas y bisoños en el manejo de las armas. Opatas y arizpeños formaron el contingente de González Hermosillo y hay que hacerle justicia a esa gente, porque es la mas aguerrida, la mas abnegada en las peripecias de una larga campaña.
Llegó Hermosillo a la ciudad del Rosario el 18 de Diciembre de 1810 y estableció el sitio como si hubiese sido un General veterano, pues su estrategia demostró todos los datos de un militar de primer orden. La plaza estaba fortificada y defendida por el Coronel español Villaescusa, y después de continuados combates, Hermosillo resolvió tomar la plaza por asalto. Entonces Villaescusa capituló, disolvió sus fuerzas y se comprometió a no tomar las armas para combatir la causa de la independencia, pero faltando a la palabra empeñada, organizó nuevas fuerzas y en combinación con Don Alejo García Conde, entonces Intendente de Sonora, atacó a Hermosillo cerca del Río de Chametla el 8 de Febrero de 1811 y lo derrotó completamente, y Hermosillo, con los restos de su fuerza destrozada se dirigió para el interior de la República.
LA ERA GÁNDARA
Serios disturbios conmovieron al País después de consumada la independencia: se estableció la regencia, se creó y se derrumbó un imperio, surgió la República y después se estableció el Gobierno Central. Sonora no fue ajeno a todos esos movimientos y patentizó su carácter viril y su espíritu levantado. Las provincias unidas de Sonora y Sinaloa que formaran el Estado de Occidente, se dividieron en 1830 quedando Sonora por sí sola formando un Estado de la Federación Mexicana y fijando su capital en Hermosillo, donde se promulgó la primera Constitución Política en el año de 1831. Pero ese mismo año hubo un pronunciamiento en Arizpe y por la fuerza armada fueron arrancados los poderes Ejecutivos y Legislativos de Hermosillo y llevados a la antigua capital de los intendentes.
Primer Alzamiento Yaqui
Instigados por el cura párroco de Cócorit y capitaneados por el cabecilla Bandera, se alzaron los yaquis en 1825. El último alzamiento fue de los mas serios pues amenazaba a las poblaciones de importancia. En Hermosillo se reunió una partida de voluntarios y otra en Mátape, Mazatán y Tecoripa, formando un grueso de fuerzas de mas de 400 hombres. Estas tropas fueron puestas a las órdenes del oficial retirado Don Leonardo Escalante, quien marchó sobre San Antonio de la Huerta y en las márgenes del Río de Buenavista en gran combate que duró tres horas, derrotó totalmente a los indios. Los supervivientes huyeron por los cerros y los jefes Juan Bandera y su segundo Dolores Gutiérrez, fueron hechos prisioneros y enviados a la ciudad de Arizpe donde los juzgó un consejo de guerra y sentenciados a muerte, fueron pasados por las armas.
Después de la convulsiones seguidas al fusilamiento de Iturbide en Padilla, se siguió la reorganización del Gobierno y, de acuerdo con la constitución promulgada por el Congreso Nacional el 4 de Octubre de 1824, la Nación Mexicana quedó dividida en diez y nueve Estados y cinco Territorios, siendo Sonora uno de los primeros. Tenía en consecuencia su gobierno propio y podía manejar y disponer de sus rentas con entera independencia. Once años más tarde se cambió el sistema Federal por el Centralismo, en virtud del cual el Gobierno General nombraba los Gobernadores y mandaba directamente en todo el País. El 30 de Diciembre del año de 1836 el Congreso expidió las llamadas Leyes Constitucionales, por las cuales se instituyó un cuarto poder que se llamó conservador y los Estados dejaron de serlo para quedar dependientes del Centro con la denominación de Departamentos.
La Guerra de Gándara y Urrea
Las Legislaturas fueron suprimidas y para los Gobernadores se establecieron Juntas Departamentales. Este cambio de régimen político trajo como consecuencia precisa la decadencia del País y muy especialmente la de los Estados fronterizos. El general Don José Urrea, oriundo de la Villa de Altar, que a la sazón era Comandante Militar del Departamento, desconoció el Gobierno Central y se pronunció por la Federación en la ciudad de Arizpe el 27 de Diciembre de 1837. El Gobernador del Departamento, Don Manuel María Gándara, secundó sin vacilaciones el plan del General Urrea, y mandó citar a todas las autoridades y personas de más representación en la Capital, con el objeto de comunicarles en junta pública los acontecimientos del día. De acuerdo con el artículo cuarto del Plan de Urrea, el Gobernador Gándara, para organizar el Gobierno Provisional a que se refería, convocó a un congreso extraordinario. Ese fue el primer Congreso del Estado de Sonora y se reunió en Asamblea Legislativa el 25 de Enero de 1838. El 26 de Marzo del mismo año, declaró protector del Estado al General Urrea y lo invistió con facultades omnímodas en Hacienda y Guerra.
El General Urrea salió a campamento a unirse con las fuerzas de Sinaloa, dejando al frente del Poder Ejecutivo a Don Leonardo Escalante y de las armas al Coronel Don José María Elías González. Gándara en consecuencia quedaba fuera de todo poder en el Estado. Empero, con el pretexto de organizar una campaña contra el bárbaro apache que hostilizaba hasta las poblaciones de importancia, llevando el luto, la desolación y la muerte a las personas de la frontera, talando los campos agrícolas y adueñándose de los bienes de campo, reclutó fuerzas muy competentes con las cuales hizo una contra-revolución que dio por resultado esa larga lucha que tiñó con sangre este suelo y que se conoce con el nombre de “Guerra de Gándara y Urrea”, pelea fraticida, cruenta y encarnizada que paralizó todos los negocios todavía en embrión y ocasionó la ruina del Estado.
Gándara había depuesto al Gobernador interino Don Leonardo Escalante y se había adueñado de todo el Estado cuando regresó el General Urrea del Interior de la República. Entonces se vio estrechado por todas partes siendo obligado a recurrir a la protección del Gobierno General. Al efecto, los señores Anselmo Zúñiga, Manuel María Gaxiola e Ignacio Cámaras de la Unión, se acercaron al Poder Ejecutivo de la Nación para inducirlo a intervenir en los asuntos del Estado, en cuya virtud, el mandatario supremo mandó a Sonora al General Don Francisco Ponce de León quién dio fin a la guerra Gándara- Urreista quedando Gándara en el Poder.
Pesqueira y la Batalla de “Pozo Hediondo”
Allá, bajo el purísimo cielo azul de la frontera el año de 1851, en gloriosa jornada apareció la figura simpática de Don Ignacio Pesqueira con el triple prestigio de la Juventud, del patriotismo y del talento, como porta-estandarte de la libertad y como precursor de la ruina del coloso que en Sonora se llamó “Partido Gandarista”. La irrupción de los bárbaros era formidable al comenzar ese año. El famoso cabecilla indio “Mangas Coloradas”, con más de setecientos apaches había penetrado hasta el centro del Estado haciendo sentir por todas partes sus acostumbradas depredaciones. Se comunica a Arizpe que este enemigo se dirigía a la frontera y Pesqueira se acerca con la autoridad local y organiza sin dilación cincuenta nacionales que apenas pudo municionar. Da cita a los de Bacoachi y en el día y punto designado se incorporaron ambas partidas con un total de ochenta infantes y veinte dragones. La mañana del siete de Enero de dicho año, una sección avanzada del enemigo se avista por el camino en que era esperado, y a poco se empeña el combate en el punto llamado “Pozo Hediondo” en el Distrito de Moctezuma. Los apaches retroceden y las fuerzas los persiguen hasta encontrarse con el grueso de los indios que pasaban de trescientos. Allí la lucha toma mayores proporciones, por ambas partes se pelea con desesperación a campo razo, por ambas partes caen muertos y heridos y se encarniza mas y mas el combate. Como a las cuatro de la tarde de tan aciago día llegan al enemigo refuerzos de más de doscientos ganduales comandados por los capitancillos Irigoyen y Moraga. A pesar de esto las fuerzas no retroceden y resisten heroicamente el empuje de mayor número. Entre tanto, las municiones se agotan por ambos lados y los fuegos comienzan a apagarse, pero la lucha sigue con arma blanca, con garrotes y con piedras, ciega y desesperada, hasta que la oscuridad de la noche puso término a tan terrible batalla. Las fuerzas de Pesqueira se encontraban casi en su totalidad aniquiladas, de cien hombres ochenta estaban fuera de combate, habían muerto cuatro oficiales y veintidós individuos de tropa, cincuenta estaban heridos y entre estos Pesqueira y su segundo en Jefe, Don Rafael Ángel Corella. De los apaches murieron mas de setenta y el número de sus heridos era incontable. Humanamente era imposible continuar la pelea y las fuerzas del orden se retiraron del campo con rumbo al pueblo de Cumpas. Los heridos marcharon pié a tierra, cayendo y levantando, pues solo cinco caballos sobrevivieron y llevaban a los enfermos mas graves.
LA PRIMERA INVASIÓN FRANCESA
La Llegada de Raousset de Boulbon
Abrazados por la sed después de tan cruentas fatigas, hubieran perecido si las gentes caritativas de Cumpas no van oportunamente en su auxilio. Llegan por fin a Arizpe y el Comandante General del Estado los recibe prodigando a tan simpáticos héroes elogios y honores debidos a una acción tan distinguida. Con este hecho de armas se conquistó Pesqueira la confianza y el efecto de sus coterráneos. El año de 1852 llegó a Sonora una expedición francés mandada por el Conde Raousset de Boulbon, con una concesión del Dictador Santa Ana para que exploraran y explotaran los terrenos auríferos y argentíferos de la frontera del Norte . Explotaron las regiones de La Ciénega, el Oso Negro y Planchas de Plata, mas no habiendo encontrado el oro y la plata a flor de tierra, como lo habían supuesto y por otra parte hallándose hostigados constantemente por numerosas bandas de apaches capitaneados por cabecillas audaces y valientes, el Conde concibió el proyecto de apoderarse del Estado y hacer de él una Revolución independiente bajo el protectorado de Francia. El Conde, como se vio dos años después en Guaymas, era impetuoso en sus resoluciones. Así es que sin vacilar se dirigió con su gente hacia los principales centros de población, resuelto a tomarlos a viva fuerza. En Hermosillo el General Blanco, con un puñado de nacionales y vecinos le presentó acción en La Alameda, hoy Parque “Ramón Corral”.
Gastón Raousset de Boulbon
Esa acción asumió todos los tamaños de una verdadera batalla y, en ella rindieron la vida, o quedaron mutilados numerosos hermosillenses. El Conde, derrotado aunque no destrozado, penetró a la ciudad batiéndose en retirada hasta llegar a una casa que sus paisanos le tenían preparada y en la cual se acuarteló. El General Blanco se acuarteló en las Consistoriales, organizando un servicio de retenes para vigilar los movimientos del Conde. Por la noche el Conde salió de la ciudad con su gente, tiroteándose con los retenes y marchó rumbo a San José de Guaymas seguido muy de cerca por el General Blanco. En San José de Guaymas después de una débil resistencia capituló el Conde, entregando al General Blanco todo su armamento, municiones, cabalgaduras y monturas, después de lo cual se le permitió embarcarse con su gente para San Francisco.
No obstante este hecho, dos años después el Dictador Santa Ana celebró un contrato con uno de los agentes del Conde, para reclutar gente en San Francisco, California, para organizar la defensa de la frontera de Sonora contra la irrupciones de los bárbaros. En esa época, 1854, gobernaba el Estado el General Don José María Yañez, con el doble carácter del Gobernador y Comandante Militar. En Mayo del mismo año de 1854 desembarcaron en Guaymas los aventureros-en su mayor parte franceses-enganchados en San Francisco con el carácter de servidores de la Nación. La autoridad política los recibió dispensándoles consideraciones que muy en breve probaron no haber sido acreedores a ellas. Se les suministraron armas y uniformes, alimentos y hasta médico y medicinas. No tardó mucho en hacerse sospechosa la conducta de aquellos extranjeros, y el General Yañez juzgó prudente trasladarse a Guaymas, como en efecto lo hizo a fines de Junio del mismo año.
En esos mismos días arribó a Guaymas, procedente de San Francisco, una barquilla conduciendo al Conde Raousset, algunas docenas de hombres y bastante armamento y municiones. Desembarcaron en Punta Lastre y se dirigieron al cuartel de los franceses. La noticia extendida en California del enganche de franceses para Sonora, la esperanza y en algunos la certeza de que tendría lugar un trastorno, fueron la ocasión que decidió a muchos a venir a Sonora por su propia cuenta, y Guaymas pudo ver que por mar y tierra le llegaba acopio de aventureros, recluta armada predispuesta para toda revuelta.
Así es que la presencia del Conde en Guaymas determinó una especie de efervescencia entre las reses aglomeradas por la maldad, y se observaron bullir y removerse inquietas. Era que esos elementos convulsionarios habían hallado su caudillo y movidos por éste, se organizaban preparando todos los medios propios para la lucha. Armados por la nación ya buena parte de esos aventureros, completaron su armamento con los rifles que trajo su caudillo y no quedó un solo hombre que no tuviera a su disposición varias armas a la vez. Pistolas de cilindro, rifles con marrazo, fusiles de percusión, escopetas, espadas, puñales, etc… todo sobraba y fue repartido superabundantemente. Una entrevista celebrada por el audaz Conde con el General Yañez no contaba con mas elementos que una Compañía de chilenos y otra de irlandeses que permanecieron fieles al Gobierno, los Urbanos o Guardia Nacional y el patriotismo de los hijos de Guaymas. Por fin, el 13 de Julio, el Conde, resuelto a ejercer una violencia, marchó a la cabeza de sus secuaces a atacar el Cuartel Mexicano y a las 2:30 de la tarde comenzó el combate, reñido y sangriento, encarnizado y terrible, que terminó al obscurecer con la completa derrota de los filibusteros y la rendición incondicional de los supervivientes.
El General Yañez generosamente perdonó la vida a los prisioneros y aceptó que el Conde fuese juzgado por un Consejo de Guerra, que lo sentenció a sufrir la pena capital y con todas las formalidades de ordenanza fue pasado por las armas en el cementerio de la ciudad. Esta acción es una brillante página de gloria para Guaymas. El Dictador Santa Ana desaprobó la conducta generosa del General Yañez por haber perdonado la vida a los prisioneros franceses y lo llamó a México para que fuera juzgado por un Consejo de Guerra por usurpación de facultades, mandando a Sonora como Gobernador y Comandante Militar al Coronel graduado Don Domingo Ramírez de Arellano. Sucedió a este en el poder a principios del año de 1855 el Sr. General Don Pedro Espejo, cuyo gobierno fue efímero pues un grupo de liberales de la ciudad de Ures, secundando el Plan de Ayutla, lo depusieron del mando precisamente cuando el Dictador, no pudiendo ya sostenerse en el poder, salía furtivamente del País.
El Nuevo Levantamiento de Don Manuel María Gándara
Los Jefes de la revolución triunfante, de acuerdo con el Plan de Ayutla, nombraron Gobernador Interino a Don Manuel María Gándara. Don Ignacio Pesqueira que a la sazón se hallaba en Ures, aunque al principio manifestó disgusto por ese nombramiento a fin de evitar dificultades y trastornos de mayor trascendencia, hizo pública su aprobación y en compañía de las personas mas respetables de la capital se dirigió a la Hacienda de Topahue a conferenciar con Gándara y, de allí, ambos regresaron juntos a Ures en la mayor armonía y en medio de las aclamaciones del pueblo que esperaba con el triunfo de su causa disfrutar de los bienes de la libertad y de la paz.
El año de 1856 fue declarado en acontecimientos. En el mes de Enero de ese año, Gándara mandó al Gobierno General la renuncia del Gobierno y Comandancia Militar del Estado, nombrando Gobernador Interino al Lic. Don José de Aguilar y Comandante Militar al General Don Pedro Espejo. No bien se hubieron expedido estos nombramientos, cuando los agentes de Gándara hicieron surgir pronunciamientos contra el Gobernador y el Comandante Militar en varios pueblos del Estado, fundándoles en que tanto el Lic. Aguilar, como el General Espejo, habían servido a la Administración de Santa Ana, y en las actas de esos pronunciamientos se hizo constar que los pueblos del Estado deseaban que Gándara continuara en el poder, mientras que el Supremo Gobierno de la Nación disponía lo que creyera conveniente para la buena marcha de los asuntos públicos.
Gándara no obstante su renuncia y nombramientos hechos, apoyado en estos sucesos se negó a entregar los poderes del Estado al Lic. Aguilar y al General Espejo, y envió a México un correo extraordinario con pliegos donde daba cuenta de estos sucesos al Gobierno, añadiendo que en obsequio de la paz y tranquilidad de Sonora era el primero en sacrificarse, que por tal motivo continuaba asumiendo los poderes político Militar del Estado mientras que el Gobierno General disponía lo que a bien tuviese, dándole seguridades de que su resolución suprema sería por el debidamente acatada. Tan pronto como hubo salido para México el mensajero extraordinario, conductor de esos pliegos, Gándara hizo aprehender al general Espejo y lo embarcó con destino a un lejano Estado de la República, y según el dijo, libre ya de ese personaje que le era molesto, ningún inconveniente tenía para hacer entrega del Gobierno. Efectivamente, llamó al Lic. Aguilar a su Hacienda de Topahue, conferenció con él y de allí salieron juntos para Ures, donde le hizo entrega del Gobierno y poco después entregó al Coronel Don Juan Espíndola, pues temía que el Gobierno General desaprobara su conducta.
El Consejo de Gobierno del Lic. Aguilar fue integrado con el personal siguiente: Presidente, Ignacio Pesqueira, Primer Vocal, Francisco J. Aguilar, Segundo Vocal, Manuel Monteverde. El Gobierno General no solamente aprobó la conducta de Gándara, en su determinación de asumir el mando político y militar del Estado, sino que le mandó su nombramiento de Gobernador y Comandante Militar, pero ya había hecho entrega de los dos poderes y no obstante el hecho de que el Coronel Espíndola, temeroso de caer en una celada, dejó la Comandancia acéfala y se fue para México o para otra parte fuera del Estado, ya Gobernador Aguilar se había puesto al frente de la Comandancia.
Entonces Gándara se convirtió en revolucionario, e hizo que Borunda y González, Capitanes de la fuerza federal que estaba de guarnición en Hermosillo, se pronunciaran en contra del Gobierno de Aguilar, a quien se acusó de haber usurpado la Comandancia. Con sus partidarios aumentó el número de los pronunciados y acumuló partidas de fuerzas de yaquis y pimas, poniendo a Don Manuel Muñoz al frente de esas tropas heterogéneas. Entre tanto Pesqueira tomó el mando de las fuerzas que resguardaban la Capital y organizó la defensa poniendo en juego todos los resortes que le prestaban su prestigio y su genio. Gándara fue a unirse a las fuerzas que amenazaban al Gobierno y que se hallaban acampadas en San Felipe, punto inmediato a la ciudad de Ures situado en la margen opuesta del río. Estaban para romperse las hostilidades entre ambas fuerzas, cuando llegó de México un mensajero extraordinario con pliegos del Gobierno. Uno de esos pliegos contenía el nombramiento de Comandante General y otro de General del Ejército, expedidos a favor de Don Manuel María Gándara. Pesqueira reconoció esos nombramientos y así terminó ese escándalo.
Algunos poblados de Sonora, México
El Conflicto Gándara-Pesqueira
En la madrugada del 6 al 7 de Mayo, es decir, pasadas las 12 de la noche, sin participarlo al Gobierno del Estado salió Gándara de Ures acompañado de dos de sus sirvientes, y una hora después de su salida llegaron a la Casa de Corrección cuarenta mulas aparejadas, en las cuales el Coronel Girón cargó todos los cajones que contenían fusiles y pertrechos de guerra. Ese cargamento, bien escoltado por fuerza federal, salió rumbo a Pueblo Viejo, mas en el camino, en un punto llamado El Pocito, los conductores dejaron oculta una gran parte del armamento y municiones. El 20 de Mayo Gándara destituyó a Pesqueira de su empleo de Comandante de las Colonias Militares de la frontera y lo dio de baja en el Ejército Nacional, mas el Gobernador Aguilar lo nombró inmediatamente Coronel Inspector de la Guardia Nacional del Estado. A partir de esa fecha, un abismo de odio se abrió entre Gándara y Pesqueira.
Don Manuel Dávila, uno de los mas ciegos partidarios de Gándara, obedeciendo sus órdenes se pronunció en Ures la madrugada del 15 de Junio, proclamando a su caudillo el armamento y municiones que se dejaron en El Pocito que sirvieron para llevar a cabo este movimiento convulsionario. El Gobernador Aguilar, su Secretario Don Cirilo Ramírez y otras personas adictas al Gobierno fueron apresadas por los revoltosos. Dávila mandó cincuenta dragones sobre Las Delicias para que aprehendieran a Pesqueira, pero aquel, bien impuesto de los sucesos equivocó el golpe y se preparó al combate. Pesqueira organizó algunas fuerzas en el Distrito de Arizpe, y con ellas marchó hacia Baviácora donde expidió su célebre proclamo provocando a los sonorenses a concurrir a defensa del Gobierno Legítimo, decreto por el cual entró a ejercer el Poder Ejecutivo por el ministerio de la ley, pues el Gobernador Aguilar se hallaba preso y el era Presidente de Consejo. Gándara salió personalmente con algunas fuerzas para los pueblos de Onavas y Tónichi, pero fue derrotado por los liberales al cruzar el río enfrente de Onavas, habiendo escapado providencialmente de haber caído allí prisionero. Después de este incidente salió del Estado dejando a su hermano Don Jesús y a otros partidarios que le eran realmente adictos, encargados de mantener la guerra para lo cual debían contar con el apoyo de las razas indígenas.
Los rebeldes, que así siguieron llamándose las fuerzas “Gandaristas”, sacaron secretamente de Ures al Gobernador Aguilar y a las personas que con el estaban presas y fueron a ponerlas en libertad a inmediaciones de Hermosillo. Pesqueira entre tanto organizó respetable número de fuerzas de caballería e infantería perfectamente armadas y equipadas. Derrotó a los rebeldes en cada batalla que le presentaron y de victoria en victoria fue marchando sobre la capital, hasta que en los primeros días del mes de Agosto acampó en Buenavista, punto inmediato a Ures, a cuya ciudad puso sitio formal el 18 de Agosto logrando penetrar hasta el centro la mañana del 19. Entonces el combate se recrudeció, se peleó en las calles con denuedo por ambas partes, en las azoteas y en las plazas, a campo raso. Las fuerzas reaccionarias se replegaron a su último baluarte que era la Casa de Corrección, la cual fue Pesqueira a tomar por asalto, mas los sitiados que no pudieron por mas tiempo resistir al empuje de las armas liberales, tocaron a parlamento y capitulearon imponiendo el vencedor condiciones que fueron verdaderamente honrosas para los vencidos, pues no entraba en verdad en los designios de Pesqueira la humillación de sus contrarios, solo trataba de aplastar la cabeza del monstruo y lo consiguió como se verá mas adelante.
Pocos días después, Pesqueira dejó encargado de la plaza al Coronel Don Francisco Manzanera, y salió en persecución de Borunda, que con los restos de las fuerzas Gandaristas se acercaba a la capital. El Jefe insurrecto le presenta acción en el Llano de Dolores y Pesqueira lo bate, le destroza sus fuerzas, lo toma prisionero y vuelve triunfante a Ures en medio de las aclamaciones jubilosas del pueblo que miraba en ese hecho de armas el término de la revolución que tanto lo había sangrado y empobrecido.
LA INVASIÓN DE CRABB
Empieza apenas a reorganizar el Gobierno cuando el filibustero Crabb invade el Estado con 300 norteamericanos. Pesqueira destacó sobre él algunas fuerzas al mando del Coronel Girón y del Comandante Don Hilario Gavilondo. Entre tanto los nacionales de Altar, en número de 200, a las órdenes del capitán Don Lorenzo Rodríguez habían marchado el encuentro del enemigo. El día primero de Abril se avistaron los filibusteros en Caborca y el Capitán Rodríguez con arrojo temerario, les dio una carga con un grupo de caballería en un callejón estrecho donde se trabó desigual y encarnizada lucha, hasta que el denodado Rodríguez cayó muerto y las fuerzas, viéndose sin Jefe, se pusieron en dispersión. Los filibusteros entraron a la población sin ser molestados más y se acuartelaron en tres casas situadas enfrente de la iglesia y del ex convento, edificio, del que publicamos una ilustración. El ex convento estaba ocupado ya por los nacionales dispersos, que vueltos de sorpresa de la derrota, se habían reunido allí para hacerse fuertes. Toda la gente del pueblo se había refugiado en la iglesia.
Crabb concibe la idea de hacer volar el ex convento con un barril de pólvora, y al efecto, personalmente a la cabeza de ocho de los suyos, sale a poner su plan en ejecución protegidos por un vivísimo fuego que de las troneras descargaban sus soldados sobre los nuestros. Los nacionales del ex convento adivinaron el pensamiento del filibustero y le hicieron un fuego nutridísimo logrando matar al que conducía la barrica de pólvora con la mecha ya encendida, y a dos mas, y herir a Crabb por la espalda cuando corría con los suyos a refugiarse en su improvisada fortaleza. Por su parte nuestras tropas tuvieron que lamentar cinco muertos y varios heridos en esa tentativa. Durante el día se mantuvieron vivos los fuegos, habiendo tenido los defensores dela Patria gran número de heridos. En las noches de los días 2 y 3 los filibusteros intentaron tomar por asalto nuestras posiciones, pero en ambas tentativas tuvieron que retroceder con pérdidas considerables debido a la heroica resistencia que les opusieron las compañías que mandaban los bizarros oficiales de Guardia Nacional, Don Everardo Zúñiga y Don Manuel Miguel Ramírez. Amaneció el día 4, y se avistó al Comandante Gavilondo con sus fuerzas y la caballería de los presidios de Tucsón y Tubac. Don Manuel Elías Pro, oficial de los presidios, hizo desmontar a su gente, se posesionó de una tapia situada a la retaguardia del enemigo y se mantuvo firme peleando con verdadero heroísmo.
En la mañana del día 6 mandó Crabb un parlamentario a quien el Comandante Gavilondo mandó fusilar incontinente. Un indio Pápago, después de muchas tentativas, logró incendiar con una jarra provista de una mecha encendida colocada a 6 pulgadas de distancia del pedernal, un depósito de zacate seco que había sobre una enramada de la posición enemiga. Los filibusteros intentan salir a apagar el fuego, pero los rifleros de Elías les dan una carga tan ruda que los obligaron a retroceder. Entonces hicieron volar una barrica de pólvora para extinguir el fuego, pero sin resultado, y probaron por segunda y tercera veces sin conseguirlo. Reina en el campo filibustero un momento de pánico y lo aprovecha la Compañía de Bavispe para tomarle sus últimas troneras. Uno de los filibusteros sale entonces pidiendo la paz, pero el Comandante Gavilondo les impone rendición incondicional, les hace salir de uno en uno, y amarrados los conduce con su fuerza hasta el cuartel. En los momentos en que se efectuaba la rendición del enemigo llegó a Caborca el Coronel Don José María Girón. Gavilondo le hizo inmediatamente entrega de las fuerzas dándolo a reconocer inmediatamente como su Jefe.
Iglesia Histórica Antigua en Caborca
El día siguiente, 7 de Abril, el Coronel Girón en virtud de órdenes superiores, hizo pasar por las armas a Crabb y a sus ilusos compañeros. Así termina esa aventura descabellada, ideada y fomentada por algunos malos mexicanos.
LA ERA PESQUEIRA
Ignacio Pesqueira Gobernador
Parecía que con el año de 1857 iba a entrar Sonora en una era de tranquilidad y el pueblo al saludar la aurora de su libertad, concebía las mas lisonjeras esperanzas para el porvenir. En efecto, vencida la reacción, exterminados los filibusteros y arrojados los bárbaros hasta afuera del territorio sonorense, en cuyas fronteras se colocó un cordón de fuerzas, natural era esperar que la tranquilidad del Estado se cimentara definitivamente. Así es que los sonorenses en el período mas tranquilo de su vida política, entraron jubilosos al goce de la libertad emanada de nuestra Carta Magna, promulgada en la Capital de la República el 5 de Febrero de ese mismo año.
Empero, iban a desvanecerse las ilusiones del pueblo, que creía de buena fe asegurada para siempre la pública tranquilidad. De acuerdo con el nuevo Código Fundamental, la renovación de los poderes públicos del Estado iban a efectuarse por elección popular y el Gobierno dio libertades amplísimas al pueblo para que ejerciera el derecho de nombrar a sus mandatarios. El partido reaccionario se aprestó a la lucha pacífica de los comicios proclamando a su caudillo, con la misma fe que antes lo sostuvo en el terreno de los combates, pero Gándara no se hallaba en el Estado y su desprestigio era grande, debido a sus defecciones y a sus frecuentes derrotas. En consecuencia, nada podían pesar en la balanza popular las promesas de su hermano Don Jesús, pues la mayoría del pueblo apoyaba abiertamente al joven Jefe del partido liberal, que se confundía entre las masas haciendo la propaganda de las nuevas ideas y encareciendo los beneficios de la libertad. Las elecciones se verificaron en medio del mayor orden y con inusitado entusiasmo. Don Ignacio Pesqueira, sostenido decididamente por el partido liberal, fue electo Gobernador Constitucional del Estado por una inmensa mayoría.
La Batalla de “El Bajadero” y “El Saucito”
Los reaccionarios, disgustados por su derrota, se lanzaron de nuevo a la revuelta y fraccionados en diversas gavillas de facciosos, fueron a buscar seguro abrigo entre las sinuosidades de las montañas. Allí fue donde las gavillas se convirtieron en tropas organizadas para desprenderse sobre las demás poblaciones del Estado, proclamando a su viejo caudillo en el primer cuarto del año de 1858. Con mas de dos mil hombres, entre ópatas y pimas, pero yaquis y mayos en su mayor número, intentaron sin éxito varios ataques sobre la ciudad de Ures, entonces capital del Estado. Pesqueira, con un puñado de nacionales salió al encuentro del español Don Celestino Álvarez, Jefe de las fuerzas reaccionarias, presentándole acción en El Bajadero, punto inmediato a Ures. El choque fue formidable y asumió los tamaños de una verdadera batalla, quedando los reaccionarios totalmente destrozados. Poco tiempo después en El Saucito, unidas todas las fuerzas reaccionarias, fueron derrotadas definitivamente quedando muerto en esa acción Don Jesús Gándara, infatigable defensor de su hermano Don Manuel María. Sin desatender a los asuntos locales, el nuevo Gobernante de Sonora no perdía vista los acontecimientos que se desarrollaban en el centro de la República quien espontánea y decididamente se adhiere a Juárez después de la defección de Comonfort.
“La Batalla de Mazatlán” y el Generalísimo Pesqueira
Presa de los reaccionarios era entonces el Estado de Sinaloa, y Pesqueira, luchando con infinitos obstáculos organizó fuerzas competentes y poniéndose al frente de ellas marchó sobre aquel Estado. Las tropas de Sonora se pasearon victoriosas en el territorio sinaloense conquistando un laurel en cada acción y distinguiéndose por su bravura y disciplina. Por fin, el 3 de abril de 1859 se dio el asalto sobre la plaza de Mazatlán donde había una competente guarnición al mando del General Pérez Gómez y de otros Jefes de alta graduación, entre los que se encontraba Don Manuel María Gándara. Allí quedó vencida la reacción. Pesqueira concurrió a esa gloriosa jornada con el triple carácter de Gobernador Constitucional de Sonora, Gobernador Provisional de Sinaloa y General en Jefe de las fuerzas de los dos Estados y del Territorio de la Baja California.
Levantamiento del Indio Juan Tánori y los Apaches en 1859
Entretanto los reaccionarios, alentados con la ausencia del Jefe del Estado volvieron de nuevo a la carga; Juan Tánori, valiente indio prestigiado entre los de su raza ópata y acreditado también entre los Mayos, organizó en los pueblos de Tónichi y Tepupa una fuerza de mas de trescientas cincuenta plazas y tomó el pueblo de Batuc llevándose las armas y municiones que allí había y marchó sobre Onavas. Poco tiempo después regresó Tánori a Tónichi en cuyas inmediaciones derrotó al Coronel Don Cayetano Silva. Pesqueira recibió en Sinaloa la noticia de que había estallado una nueva revolución en Sonora y regresó violentamente dejando el mando de la columna expedicionaria sobre el interior de la República al esforzado General Don Esteban Coronado, ilustre sonorense cuya cuna se meció en el Valle de Tacupeto. Algunos historiadores, entre ellos el sabio Don Agustín de Rivera, designan a Chihuahua como lugar del nacimiento del patricio General Coronado. Nosotros, que hemos tenido a la vista documentos irrefutables, podemos asegurar que ese distinguido mexicano nació en el Distrito de Sahuaripa en el Valle de Tacupeto. De la casa donde vio la luz publicamos en este capítulo una fotografía. Este punto lo han sostenido victoriosamente el reputado historiador e inteligente periodista sonorense Don Francisco T. Dávila, y el no menos inteligente escritor Don Aureliano Pérez Peña. Por eso es sensible que no obstante haber demostrado dichos escritores que el ilustre Coronado era hijo de Sonora, aparezca en el Paseo de la Reforma de México su estatua como hijo de Chihuahua. Sigamos nuestra relación.
Casa donde nació Don Esteban Coronado, Distrito de Sahuaripa, Valle de Tacupeto en 1822; falleció el 2 de Noviembre de 1859 en la Batalla de Tepic |
También numerosas hordas del salvaje apache habían invadido al Estado. Enemigo irreconciliable de la humanidad civilizada llevó su guerra de exterminio simultáneamente a varios pueblos motivo por el cual los habitantes de las comarcas invadidas comenzaron a emigrar, abandonándoles sus terrenos y bienes de campo pues solo deseaban ponerse a salvo de un enemigo tan cruel como traicionero. Las mejores fuerzas de Sonora habían quedado en Sinaloa, de manera que la situación del Gobierno era difícil. Sin embargo, Pesqueira organizó fuerzas activamente después de haber derrotado a los facciosos en varios combates. Poco tiempo después los rebeldes se rehicieron volviendo a la carga y en Las Guásimas pusieron una emboscada a las fuerzas del Gobierno, en la cual estuvo a punto de caer prisionero el general Pesqueira que lado a lado del viejo General Don Ángel Trías peleó como bueno, pero sin evitar la derrota que costó muchas vidas de jóvenes hermosillenses que en defensa de las autoridades legítimas abandonaron las comodidades del hogar para afrontar las peripecias de la campaña.
El Levantamiento de Don Remigio Rivera y La Batalla de Villa de Seris en 1860
Frente a frente de esa situación angustiosa estalló en Magdalena un nuevo pronunciamiento en el que se proclamaba a Don Remigio Rivera Gobernador Provisional de Sonora, adhiriéndose a ese movimiento los rebeldes yaquis y los mayos. Pesqueira, con su acostumbrada actividad organizó fuerzas de voluntarios que puso a las órdenes de jefes aguerridos y expertos. Así es que cuando la masa de hombres armados que acaudillaba Don Remigio Rivera se acercó a Hermosillo, el inmaculado Don Jesús García Morales le presentó acción cerca del Pueblo de Seris el 22 de Octubre de 1860, derrotándolo totalmente. Hubo entonces un corto período de paz que aprovechó el Gobierno para reorganizar la administración y dar impulso a la instrucción pública, generalizándola tanto cuanto era posible en esa época y en esas circunstancias excepcionales.
El Levantamiento de Esteves y La Batalla de Alamos en 1861
Empero la sociedad sonorense no pudo disfrutar por mucho tiempo de los beneficios de la paz, pues a poco volvió a escucharse el grito de guerra lanzado desde Sinaloa. En El Fuerte, población de aquel Estado, estalló un nuevo pronunciamiento encabezado por Estévez. Ese cabecilla del Plan de Tacubaya penetró a Sonora en son de guerra y en cruento combate venció a los Alameños. En la Ciudad de los Portales se hizo de recursos pecuniarios y cuantiosos elementos de guerra, y enseguida avanzó a marchas forzadas sobre el centro del Estado. Lorenzo Avilés secundó en Guaymas ese movimiento arrojándose sobre el fortín de nacionales pero con tan mala fortuna que quedó allí prisionero y herido mortalmente.
La Batalla de Hermosillo contra Esteves en 1861
Entretanto Pesqueira organizó la defensa de Hermosillo con un puñado de soldados fronterizos y la guardia nacional. Estévez puso sitio a la mencionada ciudad y la atacó el 13 de Abril de 1861. Los sitiados resistieron heroicamente el empuje de legiones disciplinas a las órdenes de intrépidos oficiales que disponían de catorce valientes artilleros. Los fuegos se mantuvieron vivos y nutridos por ambas partes hasta que Estévez dio el asalto, con el resultado de que los asaltantes vencidos en buena lid quedaron reducidos a muertos, heridos y prisioneros.
En esta batalla se registró un episodio digno de mencionarse. Un campesino, el Sr. Don Francisco Cota que vive todavía ignorado en la congregación de El Llano, montado en brioso corcel y armado de una reata vaquera, en lo mas reñido del combate penetró solo a todo galope hasta una de las posiciones enemigas situadas donde hoy esta el Colegio de Niñas y lazando una de las piezas de artillería la condujo arrastrando a cabeza de silla hasta el fortín que defendía Pesqueira personalmente, y donde fue recibido con vivas entusiastas y atronadores. Restablecida la tranquilidad, el Gobierno comenzó de nuevo a reorganizarse y se ocupó de todos aquellos asuntos que más afectaban a la sociedad.
La Amenaza Estadounidense del St. Mary
Por ese tiempo desconoció Pesqueira el contrato de Comonfort que ponía en manos de Jecker todos los terrenos baldíos de Sonora. La comisión americana de deslindes que pretendió desconocer en el Gobierno local jurisdicción sobre ella, fue expulsada. Esto motivó que el Comandante de la fragata de guerra St. Mary, de la marina de los Estados Unidos, pretendiera desembarcar tropas en Guaymas pretextando dar protección a ciudadanos americanos. Pesqueira, que a la sazón se hallaba en aquel puerto, sin vacilaciones ordenó repeler la fuerza con la fuerza, y poniéndose personalmente a la cabeza de un puñado de patriotas guaymenses comenzaba a prepararse al combate cuando los extranjeros levaron anclas se dieron a la mar abandonando vergonzosa y ridículamente su empresa. Poco tiempo después, en el mismo puerto el Comandante del buque de guerra inglés Muttine intentó también mezclarse en otros asuntos, pero con el de la fragata americana solo consiguió ponerse en ridículo mientras que el Gobierno del Estado dejó muy bien puesto el buen nombre de Sonora y la dignidad nacional.
LA SEGUNDA INVASIÓN FRANCESA
La Invasión Francesa
Llegamos ya a esa época en que la República se prepara para defender su autonomía contra la injusta agresión de Napoleón III. El Gobierno de Sonora envió un contingente de mil hombres dividido en dos secciones al mando de los Coroneles García Morales y Rafael Corella, para que se unieran al Ejército Republicano que se adelantó a combatir al invasor. Estas dos secciones se embarcaron en Guaymas en los meses de Junio y Julio de 1862. La hiedra de la traición asomó sus cabezas de monstruo en el Mayo, al propio tiempo que por el Norte apareció formidable una nueva irrupción de los bárbaros.
Don Federico Raustandtl, Prefecto de Álamos, abrió una campaña a los mayos que, derrotados en varios combates, se rindieron quedando esa revolución sofocada antes de que el incendio se hubiera comunicado a la tribu yaqui, siempre dispuesta a lanzarse a la revuelta. Pesqueira entretanto batió al feroz apache en los Distritos fronterizos, lo arrojó del territorio sonorense y regresó al centro del Estado. Un decreto del Presidente Juárez declaró a Sonora en Estado de sitio, al propio tiempo que nombró a Pesqueira Gobernador y Comandante Militar del Estado y General de Brigada del Ejército Mexicano.
El Desastre de La Pasión de 1865
A medida que la invasión francesa se extendía, Juárez se alejaba de los grandes centros de población y sus necesidades eran a cada día más apremiantes. El Gobierno de Sonora le mandaba una gran parte de sus rentas para el sostenimiento del Poder Supremo. Por fin le llegó a Sonora su hora negra, en esa tragedia en que sombriamente se perfila la figura de Napoleón III. En el mes de Marzo de 1865 fondearon en Guaymas cuatro buques de guerra franceses conduciendo las fuerzas que mandaba el General Castagny. La guarnición de la plaza, exigua en número, tuvo que evacuarla a la vista de los invasores y fue a acamparse a inmediaciones del puerto y enseguida marchó a acamparse en un punto denominado La Pasión. Elcampamento de La Pasión fue el punto de reunión de todos los combatientes del Estado; llegaron allí hombres de todas partes y de todas las clases sociales que, en muy corto tiempo, formaron una fuerza de más de tres mil hombres. Hemos llegado a un episodio muy notable de la Historia de Sonora.
En la mañana del 22 de Mayo de 1865, las tropas republicanas se ponían en movimiento para emprender la retirada cuando de improviso penetró al campo de La Pasión la caballería avanzada de Don Francisco Arvizu, inmediatamente seguida de los Cazadores de África, apoyados por una columna de infantería mandada por el Coronel Garnier. El tumulto que causó la inesperada invasión de estas fuerzas produjo gran alarma y trastornó en el campamento y, aunque los Cazadores retrocedieron tan violentamente como entraron, no fue posible restablecer el orden por el momento entre la inquieta y revuelta multitud. Calmados los ánimos y reorganizadas las tropas, pudo haberse esperado al enemigo para librar batalla, pero con esto dejaban de obsequiarse las órdenes recibidas de no comprometer el lance decisivo, y sobre todo, en aquella ocasión desgraciadísima se corría inminente peligro de una derrota. Fue, pues, preciso abandonar aquel sitio y en el mejor orden posible las tropas destrozadas sin combatir, se retiraron al inmediato rancho deLa Puente. Sobre la penosa marcha muchos se abandonaron con el pretexto de buscar agua, mas llevando en realidad el proyecto de abandonar quizá para siempre la bandera de la República; pero con eso y todo cuatro días después de haber emprendido la retirada de La Pasión, las fuerzas republicanas llegaron a Hermosillo en número de dos mil.
En esa época no faltaron algunos que acusaran a Pesqueira de traición atribuyéndole previos acuerdos con el enemigo, pero esa acusación carece de toda prueba y los espíritus imparciales y justicieros deben rechazarla. Los antecedentes de Pesqueira y sus hechos posteriores lo ponen a cubierta de toda sospecha a ese odioso respecto, pues no obstante aquel revés tan tremendo y trascendental, siguió luchando hasta el fin contra el llamado Imperio. Si hubiera estado de acuerdo con los enemigos de la Patria, tiempo y muy propicio tuvo para engrosar sus filas en una época en que solo los verdaderos patriotas, los liberales por convicción, se mantuvieron firmes en la idea del triunfo nacional sin desconfiar del resultado de la lucha.
El Sr. Don Ramón Corral, actual Vice-Presidente de la República, en un interesantísimo libro que publicó en 1900 y que tituló “El General Pesqueira, Reseña Histórica del Estado de Sonora”, (desde 1856 hasta 1877), abunda en estas mismas opiniones al tratarse del desastre de La Pasión y sin vacilaciones arranca de la gloria que como patriota supo ganar Pesqueira, esa gota de cieno que algunos pérfidos le arrojaron. Y la opinión y la defensa del Sr. Corral en este caso son enteramente indudables, absolutamente indiscutibles, entre otras razones por la poderosa de que en el terreno de la política fue enemigo del Sr. General Pesqueira.
Con el desastre de La Pasión se precipitaron los acontecimientos y en Álamos, Sahuaripa, Altar y Moctezuma, simultáneamente estallaron pronunciamientos a favor del llamado Imperio; los Gandaristas secundaron esos movimientos estableciendo su cuartel general en Santa Rita y los yaquis y mayos se rebelaron también cobijándose bajo la bandera imperial. Por otra parte, las Cortes Marciales comenzaron a funcionar mandando al patíbulo a numerosas víctimas, desapareciendo por completo las garantías individuales y el respeto a la propiedad ajena. Ante esa situación angustiosa, muchos que perdieron la fe en la causa republicana emigraron a la Arizona de los Estados Unidos, donde todavía residen bastantes familias que abandonaron sus hogares huyendo de aquella tremenda lucha.
La Defensa de Ures en 1865 por Pesqueira y García Morales
Mientras Pesqueira reorganizaba sus tropas en Hermosillo, García Morales, que con una pequeña guarnición ocupaba a Ures, era asediado constantemente por los traidores que varias veces fueron batidos por Alcántara en las calles. De Hermosillo pasó Pesqueira a Ures, donde continuó organizando fuerzas. Allí fue atacado el 13 de Julio por las fuerzas unidas de los jefes infidentes Tánori, Terán y Barrios, pero Pesqueira defendió la plaza con valor y con pericia y no pudieron tomarla, sin embargo, los atacantes no fueron derrotados y continuaron asediándola hasta que por fin el jefe republicano se vio obligado a evacuarla el 31 del mismo mes dejándola en poder de los traidores. Entonces Pesqueira salió del Estado y se fue a refugiar a Calabazas; Territorio de Arizona, dejando la defensa encomendada a García Morales. Con la salida del Jefe del Estado a territorio extranjero aumentaron la defecciones y los imperialistas se adueñaron de la mayor parte de Sonora; se estableció el Gobierno Imperial fungiendo como Prefecto Político del Departamento Don Santiago Campillo y los liberales fueron perseguidos con encarnizamiento, estableciéndose el reinado del terror para ahogar los impulsos del patriotismo que seguía intentando sacudirse el yugo.
Llegada del General Rosales y la Batalla de “El Salitral”
En esas condiciones el General Don Antonio Rosales vino de Sinaloa a impulsar la guerra de la defensa nacional; venció a los infidentes en El Salitral y ocupó la ciudad de Álamos; mas tarde, el 23 de Septiembre de 1865 fue atacado en esa misma plaza por el Chato Almada con dos mil indios yaquis y mayos y el héroe de San Pedro rindió en ese combate a manos de un capitancillo mayo. El cuerpo del heroico Rosales duerme en Álamos y de su sepulcro publicamos un fotografía en este capítulo.
Monumento en Cementerio de Álamos de Antonio Rosales
Las Batallas de Jesús García Morales y Don Joaquín Contreras
Después de esta desgracia se siguió la derrota de García Morales en el Cerro del Carnero, del Distrito de Altar, lo que obligó a replegarse al centro del Estado donde organizó nuevas tropas; marchó sobre Arizpe que estaba defendido por Terán y Barrios, tomó la ciudad por asalto e hizo prisionero al jefe infidente a quien perdonó la vida llevándoselo consigo y derrotó a Campillo en Mátape, pero a poco fue a su vez derrotado por Refugio Tánori y Francisco Gándara cerca de Nácori el 3 de Enero de 1866. En Hermosillo estalló un pronunciamiento contra el llamado Imperio la noche del 25 de Octubre de 1865. Este movimiento encabezado por el Comandante Don Joaquín Contreras, fue sofocado en su cuna por los imperialistas por falta de un jefe caracterizado que hubiera podido rodearse de prestigio y de los elementos que la buena causa tenía en la pública opinión.
El General Angel Martínez y la Batalla del Puente Colorado en Hermosillo en 1866
El General Ángel Martínez, enviado de Sinaloa por el General Ramón Corona, Jefe del Ejército de Occidente, llegó a Sonora a impartir auxilio a las armas republicanas. A las puertas del Estado, en la ciudad de Álamos, venció al Chato Almada aniquilándolo y mandó enseguida fuerzas sobre el Mayo y sobre Nuri. En Movas se le opuso el Jefe imperialista Mange, quien quedó muerto en el combate y sus tropas destrozadas; dio una ruda batida a los yaquis y mayos y quedó en su poder todo el Distrito.
Pesqueira regresó de Arizona, se le incorporó a Martínez y juntos abrieron la campaña. Pusieron sitio a Hermosillo el 3 de Mayo de 1866 defendido por el Chato Almada con 400 infidentes, poderosamente auxiliados por la legión extranjera y tomaron la plaza la mañana del 4 . En el asalto se distinguieron por su arrojo denodado los Coroneles Eleazar B. Muñoz y Jesús Toledo, tomando las posiciones enemigas del Cerro de La Campana, y junto con el General Martínez que con un grupo de caballería tomó el primer fortín, abrieron las puertas de la ciudad a la infantería republicana. Aún no se acababa de reconocer el campo de batalla cuando hubo noticia de que numerosas fuerzas imperialistas de Ures marchaban sobre Hermosillo. A las 3 de la tarde un piquete de caballería de Martínez se tiroteaban en El Ranchito con la descubierta del enemigo, y en las lomas del Puente Colorado a un kilómetro de distancia de la ciudad se empeñó el combate con positivo ardor por ambas partes. Las fuerzas traidoras mandadas por Lamberg, Tánori y Salvador Vásquez lograron al fin la victoria.
El General Angel Martínez
La Batalla de Guadalupe de Ures y de Álamos en 1866
Durante cuatro meses hubo encuentros diarios en diversas partes del Estado aunque de poca importancia; tiroteos sin grandes consecuencias, verdaderas escaramuzas hasta que el 4 de Septiembre del mismo año de 1866 se libró la batalla de Guadalupe a inmediaciones de Ures, en que los liberales obtuvieron un espléndido triunfo acabando con el llamado Imperio en Sonora. Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, la ciudad de Álamos, defendida por el Coronel Adolfo Palacios, fue atacada por el infatigable Chato Almada el 2 de Septiembre del propio año de 1866. Almada fue derrotado total y definitivamente en las inmediaciones de la ciudad. En esta acción se distinguieron, mereciendo especial y honorífica mención, el actual Jefe de esta Primera Zona Militar, General Don Luis E. Torres, entonces Comandante en Jefe de un cuerpo denominado la Legión de Honor, a cuyo frente recibió una herida en la cabeza y su hermano Don Alonso Torres, Teniente de la Compañía del Comercio quien también salió herido. La derrota de Almada en Álamos y la toma de Ures fueron los últimos combates de la guerra contra el Imperio en Sonora.
Después de su derrota en Álamos, Almada penetró al Río Yaqui y se embarcó en Los Médanos con Tánori y algunos cabecillas indios que se habían refugiado en aquel Río dirigiéndose a la Baja California. El general Martínez organizó una expedición por mar a las órdenes del Coronel Don Próspero Salazar Bustamante y mandó perseguir a los fugitivos; fueron alcanzados en medio del Golfo y Almada fue muerto a manos de Abato Avilés, hermano de Alfonso a quien el Chato había hecho fusilar en Álamos. Los demás prisioneros fueron conducidos a Guaymas y el 25 de Septiembre en número de 18 fueron pasados por las armas. Entretanto, el Comandante Don José Pesqueira se había apoderado de Altar; García Morales entró a Moctezuma el 13 y fusiló a Terán y Barrios, y Alcántara acabó de pacificar a los pueblos de Soyopa, Onavas, Tónichi, San Antonio de la Huerta y otros que le fueron confiados en el territorio de la Pimería Baja.
Nuevas Incursiones Apaches, Insurrecciones Yaquis y Mayos y el Levantamiento de Moreno Bustamante
Apenas comenzaba Pesqueira a reconstruir el Gobierno cuando una nueva irrupción de bárbaro apache apareció en la frontera en 1867, causando infinitas desgracias y el despecho de los esfuerzos hechos por el Gobierno por arrojarlos permanecieron en el Estado todo el año de 68. Los yaquis y mayos, no obstante las protestas de adhesión que acababan de hacer, se insurreccionaron en el mes de Junio de ese año y hubo necesidad de abrírseles nueva campaña. En ese mismo mes apareció por el rumbo de Sonora Don José María Moreno Bustamante con una partida de hombres armados amagando trastornar el orden público. El Jefe imperialista, aunque ya no tenía ninguna bandera que justificara su actitud procedente de los Estados Unidos llegó en son de guerra. El Prefecto del Distrito de Altar, Don Félix Rodríguez, le salió al encuentro y lo derrotó en Santo Domingo el día 6, con lo que se le dio fin a aquella asonada.
Las elecciones de 1867
En Octubre del 67 se verificaron las elecciones para renovación de los poderes del Estado y fue electo Gobernador Constitucional del Estado Don Ignacio Pesqueira, reelecto el 69.
El Levantamiento de Don Plácido Vega y la Toma de Guaymas por Vizcaíno en 1870
En la Villa de la Concepción, situada en la frontera de Sinaloa y Nayarit, se pronunció Don Plácido Vega el 8 de Febrero de 1870 secundando el movimiento del Gobernador de Zacatecas, quien desconoció el Gobierno de Juárez y en un vaporcito americano denominado Ferward envió a Guaymas una expedición de piratas al mando del revoltoso Fortino Vizcaíno para que se apoderara de 5,000 fusiles que estaban en la Aduana y de $400,000 en dinero efectos del comercio.
Vizcaíno cumplió fielmente su encargo, pues a la madrugada del 28 de Mayo desembarcó un tropiezo en la Ensenada del Carricito, sorprendió a la guardia de la cárcel y tomó la población, apresó al Administrador de la Aduana, al Contador, al Jefe de Hacienda Don Alfonso Mexía, hijo del entonces Ministro dela Guerra, al Prefecto y a varios comerciantes a quienes mandó a bordo del paquebot Amigo. En la noche del 29 se dio a la mar llevándose consigo los 5,000 fusiles, dos obuces, 180,000 entre dinero y efectos que sacó de la Administración y del Comercio, y además, al Jefe de Hacienda Sr. Mexía, a quien consideró una buena presa por ser hijo del Ministro de guerra. El Sr. Mexía fue llevado hasta los dominios de Lozada, donde permaneció bajo custodia varios meses hasta que fue liberado la noche del 15 de Agosto por Don Porfirio Elizondo, que con una pequeñísima fuerza atacó a la guardia que lo custodiaba cerca de la Sierra de Álica, en un punto situado a cinco leguas de San Juan de la Piñas. En esa sorpresa murieron cinco hombres de la guardia lozadeña y uno de los de Elizondo, además, salió herido Don Guillermo Vega, compañero de este.
La Batalla de Arivaipa en 1871 de Pápagos contra Apaches
En 1871 se levantaron los Seris en dos bandos que tuvieron un combate entre si y a poco atacaron a unos vaqueros en la costa, Distrito de Hermosillo, matando a uno e hiriendo a dos. Ese levantamiento no tuvo otras consecuencias, pues los indios fueron pacificados en muy corto tiempo. Las irrupciones del bárbaro apache continuaban, y los indios pápagos del Distrito de Altar, estimulados por el premio que entonces daba el Gobierno de $300,000 por cabellera, emprendieron contra ellos una campaña, los persiguieron hasta mas allá de la línea americana y en la Arivaipa, del territorio de Arizona, les dieron alcance el mes de Mayo; los derrotaron, les hicieron veintiún prisioneros y quedaron en el campo mas de 100 apaches muertos.
Elecciones en 1871
En junio de 1871 tuvieron lugar las elecciones para gobernador, y el nuevo Congreso que se instaló el 15 de Septiembre declaró el 22 reelecto a Pesqueira por 165 votos contra 51 que se sufragaron por García Morales.
Levantamiento de Jesús Leyva en Apoyo a Porfirio Díaz
El 29 de Octubre del mismo año de 71 se pronunció en Guaymas proclamando al General Porfirio Díaz una guarnición del 12° Batallón que allí había, encabezada por Don Jesús Leyva. El Jefe del destacamento, Comandante Miguel Vega, quiso sofocar el movimiento y fue muerto a manos de sus soldados junto con dos oficiales mas. Los pronunciados, en número de 300, se embarcaron para Agiabampo el dos de Noviembre llevándose $48,000 que sacaron del comercio, la Aduana y la Administración del Papel Sellado, desembarcaron en Agiabampo el día 6 y tomaron la ciudad de Álamos el día 9. Allí encontraron caudales del comercio de más de $100,000 de los cuales tomaron….. $35,000.00, saliendo con su fuerza por Conicárit, Quiriego y Tesopaco hacia el centro del Estado. Don Victoriano Ortiz y Don Santos Verdugo, personas prominentes de Álamos a quienes aprehendió el Prefecto de aquel Distrito juzgándolos complicados en ese movimiento, fueron fusilados cerca de Batacosa por una escolta que los conducía al mando del Capitán Jesús Casanova, pretextándose que habían querido fugarse.
La Batalla de Potrerito Seco en 1871
Pesqueira, que con fuerzas competentes salió personalmente en persecución de los pronunciados, les dio alcance el 28 de Noviembre en punto llamado Potrerito Seco, situado entre Bacanora y Arivechi; los derrotó totalmente haciéndoles 17 muertos y más de 100 prisioneros entre ellos gran número de oficiales de los cuales fueron fusilados en Soyopa. Leyva, su segundo Ballesteros, Ezequiel Avilés, Ruíz Sánchez, Bernardi, López y Madero. Los soldados prisioneros fueron dados de alta en las filas del Gobierno y se mandaron desterrados al presidio de Fronteras otros veinticuatro oficiales.
Pesqueira y la Batalla de Culiacán en 1872
Con motivo de haber estallado en Mazatlán un pronunciamiento a favor del General Díaz, la Legislatura de Sonora concedió el 7 de Diciembre a Pesqueira facultades extraordinarias para contribuir a restablecer la paz en Sinaloa, y el 14, al frente de algunas fuerzas, marchó de Ures para Álamos a cuya ciudad llegó el 8 de Enero de 1872 y el 16 marchó sobre Sinaloa. Esa plaza estaba ocupada por el General Márquez de León. Pesqueira le puso asedio el 21 y después de un combate reñido en la Plaza de Armas, lo inesperado que siempre resuelve en la guerra los hechos mas trascendentales, determinó la derrota de Pesqueira cuando se acercaba a la victoria. Los soldados que hizo prisioneros en “Proterito Seco” y que dio de alta en sus filas, en lo mas reñido del combate rompieron sus fuegos a quema ropa y sobre sus fuerzas, se siguió un combate cuerpo a cuerpo y luego la confusión que aprovechó el General Marqués para darle personalmente una carga tan vigorosa que lo derrotó completamente.
Contrariado pero no abatido regresó Pesqueira a Álamos con algunos oficiales cuatro días después. Allí encontró al Comandante Antonio Aros con 200 hombres. En esa ciudad se hizo cargo del Poder Ejecutivo, y eficazmente ayudado por el Prefecto Don Vicente Ortiz comenzó a organizar nuevas fuerzas. Además de las tropas reclutadas en Álamos, los Distritos de Moctezuma, Ures, Arizpe y Sahuaripa le enviaron nuevos contingentes pudiendo en muy breve tiempo disponer de mil hombres de combate. El primero de Mayo Pesqueira estaba ya en El Fuerte, allí dejó comisionados que organizaran mas fuerzas y continuó su marcha sobre Sinaloa, donde se detuvo algunos días en espera de refuerzos. El 21 del mismo mes emprendió su marcha sobre Culiacán con mil hombres y seis piezas de artillería, en momentos en que Márquez se dirigía de Elota sobre la misma plaza con más de 2000 hombres. La noche del 26 llegó Pesqueira a Culiacán y se posesionó de una parte de la ciudad. Al amanecer del día siguiente el jefe revolucionario ocupó otra parte de la población estableciendo su línea de defensa. Luego se rompieron las hostilidades por ambas partes y durante cuarenta y un días se mantuvieron vivos los fuegos de cañón y fusilería sin interrupción, hasta que por fin el arribo del General Sostenes Rocha llegó a Mazatlán con 2000 hombres del Gobierno y puso fin a esa situación terrible para los habitantes de Culiacán.
En la tarde del 6 de Mayo, después de un bombardeo sobre la parte de la ciudad ocupada por Pesqueira, se retiró Márquez con sus fuerzas por Tamazula para el Estado de Durango. Las fuerzas de Sonora emprendieron su marcha de regreso, Pesqueira fue a Mazatlán y dio a Rocha cuenta de sus operaciones; el 28 del mismo mes desembarcó en Guaymas y el 6 de Junio llegó a Ures.
Los Conflictos entre el Legislativo y Ejecutivo en 1872
El primero de Noviembre de 1872 aprobó el Congreso del Estado ciertas reformas constitucionales que produjeron un choque entre los poderes Ejecutivo y Legislativo para su sanción. Este las devolvió con una nota de observaciones fechada el 14 del mismo mes, a la cual, el Presidente de la Cámara, C. Jesús Quijada, dio el siguiente trámite: “No siendo observables por el Ejecutivo las reformas constitucionales, devuélvasele su nota de observaciones, tomando ante copia de ella en el acto del día, y acompáñesele nuevamente para su publicación la Constitución reformada y sancionada por el Congreso el día 1° del presente mes”.
Reclamado este trámite por los diputados amigos del Gobernador, se puso a discusión y al ser votado, uno de ellos,. Sr. Pedro G. Tato, abandonó el salón de sesiones y para completar el número entró el suplente, Sr. Benigno V. García y el trámite quedó aprobado. El Gobernador Pesqueira no respetó esa decisión y se produjo el conflicto. Los diputados reformistas se reunieron en Diciembre para protestar la nueva Constitución, pero un diputado pesqueirista abandonó el salón dejándolos sin quórum. Los seis diputados restantes no formaban Congreso y por lo tanto no podían protestar las reformas, por lo que se disolvieron dando antes un manifiesto al público.
El Levantamiento de Conant en 1873
La noche del 19 de Septiembre del propio año de 1873, se pronunció Don Carlos Conant en el Mineral de Promontorios. Tomó la plaza de Álamos en la madrugada del 20 e impuso un préstamo de $36,000. Conant proclamaba las reformas constitucionales de 1872 y desconocía la administración de Pesqueira por no emanar de ellas. Pesqueira impuso también un préstamo de $35,000 para el sostenimiento de las fuerzas que destacó sobre Conant. Estas persiguieron al Jefe pronunciado muy de cerca, tuvieron un encuentro de poca significación en Conicarit el 30 de Octubre y, finalmente, Conant se retiró a Chihuahua por Chinipas entregando las armas a las autoridades de esa Villa. El levantamiento de Conant no prosperó por haber sido enteramente aislado. No fue obra de la oposición que ya era potente, sino la de un solo individuo que no se cuidó de organizar y amalgamar los elementos dispersos para ponerlos al servicio de una idea que simpatizaba con la opinión pública.
EL CONFLICTO PESQUEIRA-SERNA
Las Elecciones de 1875 y el Descontento Popular contra Pesqueira
El año de 1875 los partidos políticos se aprestaron con todos sus elementos para luchar en las elecciones de Diputados y Senadores al Congreso de la Unión y Poderes del Estado, que debían verificarse en los meses de Junio y Julio. La oposición, que era mas poderosa que nunca en la opinión pública, en esta vez imprimió a sus esfuerzos un impulso uniforme y se organizaron clubes en todas las poblaciones principales; finalmente se reunió en la ciudad de Guaymas una Convención Electoral compuesta de Delegados de los clubes y en ella se acordó postular para Gobernador del Estado al general Jesús García Morales y a otras personas poco afectas al Gobierno local para Diputados al Congreso del Estado y representantes en el de la Unión.
El Gobierno por su parte aprestó también todos los medios de acción de que pudo disponer y la lucha fue encarnizada y terrible. A despecho de todos los elementos que el Poder puso en juego, el partido independiente ganó por completo las elecciones en los Distritos de Álamos, Altar, Magdalena y Arizpe, y si el Gobierno triunfó en los demás Distritos fue porque para ello empleó la fuerza bruta aplastando el derecho de los ciudadanos. El Congreso del Estado, antes de proceder a la computación de votos, anuló las elecciones de Álamos, Arizpe y Altar, fundándose en causas que en justicia no existieron. De esa manera Don José J. Pesqueira obtuvo una gran mayoría de votos y fue declarado Gobernador de la Cámara Legislativa.
Así mismo fueron declarados Senadores Don Ignacio Pesqueira y Don Joaquín M. Astiazarán y suplentes Don Jesús María Ferreira y Don Miguel Blanco de Estrada. Los Diputados al Congreso de la Unión como del Estado, fueron todos del círculo Pesqueirista, y como si esto no fuera bastante, el mismo General Pesqueira fue nombrado por el Congreso, Gobernador Substituto. El nuevo orden de cosas se inauguró con un préstamo forzoso de $35,000 que causó mucho desagrado. El 11 de Agosto de 1875, es decir, veinte días antes de que tomara posesión del Gobierno Don José J. Pesqueira, se pronunciaron simultáneamente Don francisco Lizárraga y en San Ignacio, Distrito de Magdalena, Don Manuel Barreda y Don Antonio Aguirre, y al día siguiente hizo un tanto en Santa Ana Don Anastasio Searey, quien con la gente que pudo reunir marchó inmediatamente a incorporarse a Francisco Serna.
Francisco Serna
Esta revolución se levantaba con verdadero prestigio, no solamente porque simpatizaba con la opinión general del Estado, sino también porque a su cabeza figuraban hombres de reconocida honradez, de buena posición social y de una fama limpia de toda marcha. La revolución recibió tremendo golpe con la derrota que les hizo el Jefe Pesqueirista Francisco Altamirano y Altamirano en la Villa de Altar el 23 de Agosto y tanto que los Pesqueira creyeron que esa revolución había muerto en su cuna. Pero no fue así, pues Serna y Lizárraga, seguidos de gran número de oficiales y de muchos adictos se fueron a Tucsón, donde con sus propios recursos, su crédito y la cooperación de enemigos tan influyentes como Don Demetrio Velasco y otros, en breve se hicieron del armamento y municiones necesarias para dotar una fuerza competente, que allí mismo reclutaron de los sonorenses que habían emigrado, y con ella regresaron a Sonora. Una vez en el Estado se renovaron las hostilidades estallando por todas partes nuevos pronunciamientos: en Hermosillo, en Álamos, en Ures y rayón, y en breve tiempo el Estado entero ardía, era un incendio cuyas llamas lamían las almenas donde se encastillaron los últimos alabarderos del poder de veinte años, los gladiadores que estuvieron al servicio del coloso que caía aplastado por el enorme peso de la pública opinión.
Ocho meses duró aquella tremenda lucha, durante los cuales la revolución recibió golpes rudísimos, como las derrotas de Altar, Pilares y Batacosa, pero los revolucionarios, con una fe digna de los insurgentes de Morelos y de los voluntarios del Padre Jarauta, mantuvieron siempre vivo el fuego de la buena causa. Vencidos unas veces y vencedores otras, su entusiasmo crecía, los sacrificios abnegadísimos se multiplicaban y a despecho de las horrendas persecuciones del poder, aumentaban su amigos y partidarios resueltos. Pesqueira tenía mayor número de tropas o combate, todos los elementos del poder y la facilidad de hacerse de recursos por medio de préstamos forzosos, pero el movimiento Sernista tenía mayores simpatías en la opinión pública. Ciudadanos pacíficos que no tenían mas delito que simpatizar con la causa de Serna, fueron perseguidos con verdadero lujo de crueldad y los principales vecinos de Hermosillo se vieron obligados a emigrar a Guaymas y al extranjero en busca de garantías. De las personas emigradas a Guaymas, fueron aprehendidas diez y siete acusadas del delito de trastornadoras del orden público, y habiendo sido amparadas por el Juez del Distrito, hubo de ocurrirse a la fuerza armada de la Federación para que se acatara la orden del Juez y los prisioneros fueron libertados en momentos en que con ellos se formaba una cuerda para sus conducidos al campamento de Pesqueira a San Antonio de la Huerta.
El Coronel Don José María Rangel, apoyado por el General García Morales, para poner fuera del alcance del Gobierno a estas y otras numerosas personas principales de varios lugares del Estado que habían ido a refugiarse a Guaymas, las afiló en su Batallón como soldados. También en Álamos, al acercarse las tropas de Pesqueira, muchísimas personas de representación social temerosas de las inmotivadas persecuciones, abandonaron sus hogares y negocios y fueron a refugiarse al Estado de Sinaloa.
La Batalla de Los Pozos de Serna en 1875
Numerosas escaramuzas se efectuaron entre pesqueiristas y sernistas, las que, por su poca significación en prácticos resultados, no mencionamos, pero no queremos dejar sin honorífica mención el último hecho de armas del General Serna. Este, con un apequeña fuerza de 65 plazas, los oficiales inclusive, se habían retirado al Distrito de Altar para engrosar sus fuerzas, cuando en un punto denominado Los Pozos de Serna fue atacado por una fuerza de 260 hombres, caballería e infantería, al mando del Comandante Francisco Altamirano y Altamirano y con oficiales aguerridos y quemados con el fuego de los combates, como Don Martínez Manuel, Jesús María y Ventura, Salvador López y otros. Serna resistió al ataque con bravura, tomó la ofensiva y la carga que dio al enemigo fue de tal empuje que lo derrotó totalmente haciéndole más de ochenta muertos. Este era el estado de cosas de Sonora cuando arribó a Guaymas el General Don Vicente Mariscal, comisionado por el Presidente Don Sebastián Lerdo de Tejada para restablecer la paz en el Estado.
La Llegada del General Vicente Mariscal en 1876
El primero de Marzo de 1876 expidió en ese puerto una proclama en que daba cuenta a los sonorenses del objeto de su venida e instaba a los beligerantes a suspender las hostilidades para dar a la lucha armada una solución pacífica. Enseguida se embarcó rumbo a la ciudad de Álamos con una fuerza del 15° Batallón y a su llegada a la ciudad de los portales fue objeto de las más entusiastas demostraciones de simpatía. El Gobernador Don Jesús J. Pesqueira conferenció con Mariscal en Álamos y enseguida evacuó la plaza, marchando con sus fuerzas para Ures. El día 14 del mismo mes de Marzo de 1876, Mariscal declaró a Sonora en estado de sitio y asumió el mando político y militar del Estado. Don José J. Pesqueira protestó contra esa medida, pero su protesta no tuvo efecto pues se vio obligado a dar de baja a sus fuerzas y junto con el General Don Francisco Serna se sometieron al nuevo orden de cosas, que fue sancionado por el Presidente Lerdo de Tejada que ratificó la demarcación de estado de sitio por decreto de 21 de Marzo.
En el propio año se hicieron las elecciones de poderes federales en circunstancias en que la República se hallaba envuelta en la revolución emanada del Plan de Tuxtepec. El General Mariscal apoyó la candidatura del Presidente Lerdo y fue secundado por el partido independiente de Sonora, aunque éste declaró por medio de manifiestos que su voto a favor de la reelección del Presidente reconocía por móvil un sentimiento de gratitud por haberlo salvado de la dominación Pesqueira. Los Pesqueira por su parte publicaron otro manifiesto en el cual declararon que seguían la candidatura del Sr. Lerdo porque profesaban los principios reeleccionistas y por convicción. No obstante ese hecho, poco después se pronunciaron por Don José María Iglesias a quien reconocieron como Supremo Mandatario de la Nación por ministerio de la ley en virtud de que a la vista de la revolución triunfante el Sr. Lerdo abandonó el País.
Elecciones de 1877 y el Ultimo Regreso de Pesqueira
El 20 de Abril de 1877 el Gobierno del Sr. Mariscal convocó a elecciones de funcionarios locales, y desde luego se inició la lucha resultando electo el General Mariscal como Gobernador Constitucional y Vice-Gobernador Don Francisco Serna. Entre tanto, los Pesqueira, que desde la intentona revolucionaria proclamando a Iglesias fueron arrojados del Estado, habían permanecido en Janos, población del Estado de Chihuahua, y al llegar a su noticia el triunfo de la revolución de Tuxtepec, intentaron de nuevo apoderarse del mando de Sonora, y al efecto, Don Ignacio salió de Janos para Chihuahua y de allí para el Rancho de San Antonio, del Estado de Durango, donde con el carácter de comisionado de su primo Don José J. conferenció con el General Naranjo. En esa conferencia Don Ignacio alegó los títulos de su primo Don José como Gobernador de Sonora, y declaró el apoyo del Gobierno del General Díaz para que lo pusiera en posesión del Poder Ejecutivo de este Estado.
El General Naranjo dispuso que los Pesqueira dieran de baja a la fuerza que tenían en Janos, recomendó a Mariscal que no persiguiera a los pesqueiristas y acordó que Don Ignacio fuera a México a gestionar allá lo relativo al Gobierno de Sonora. El General Pesqueira fue a la Capital de la República y allí, moviendo todos los resortes que tuvo a su alcance, logró que fuese designado para Comandante Militar de Sonora el General Don Epitacio Huerta, a quien se le extendió su nombramiento con fecha 18 de Mayo. No fue sino hasta el mes de Julio que llegó a Guaymas el General Huerta a bordo del buque de guerra “México”, acompañado del General Pesqueira, y de los Señores Arteaga, Quesada, Becerra y Betanzos, que también se decían Generales. Tan pronto como hubieron desembarcado los Generales, que así se les designaba con marcada ironía, sin exceptuar al mismo Huerta -que lo era de verdad- los pesqueristas hicieron circular la noticia de que ese Jefe venía a restituir el mando a Pesqueira, porque esas eran las instrucciones que traía de México.
Estas versiones circularon con rapidez a despecho de haber sido tan graves en época el General Huerta no las desmintió. Huerta, Pesqueira y los Generales comenzaron su marcha a Hermosillo donde los dos, pesqueiristas y mariscalistas, les habían preparado cada cual por su parte ruidosa recepción. A su llegada a Hermosillo el antiguo Gobernante de Sonora fue objeto de manifestaciones de odio, y las turbas llegaron hasta arrojar piedras por las ventanillas de su carruaje. En Hermosillo se hallaban Serna y Mariscal, pero no llegaron a conocer las intenciones de Huerta por más que lo intentaron. El 29 de Julio llegaron a Ures y allí también Pesqueira fue objeto de manifestaciones hostiles. Habiendo fracasado esta última intención de llegar al poder, Pesqueira juzgó juiciosamente que había pasado su época de gobernante de Sonora y se dedicó a sus negocios privados.
La Anarquía entre 1878 y 1882
En el año de 1878 surgieron muy serias decisiones entre el Congreso del Estado y el gobernador Mariscal. La Cámara Legislativa tuvo que huir a Hermosillo, de allí a Guaymas y finalmente, junto con el Vice-Gobernador Serna, buscó un refugio en el vecino Estado de Sinaloa. La Federación le impartió auxilio a la Legislatura de Sonora y el mismo año de 1878 llegó el General Don José Guillermo Carbó con mil hombres de tropa de línea, el Vice-Gobernador Serna y los Diputados proscritos. Mariscal destacó contra Carbó 300 hombres al mando del Comandante pesqueirista Don Francisco Altamirano y Altamirano, pero el Jefe al saber el número de fuerzas de que disponía el General Carbó, regresó a Hermosillo y Mariscal abandonó el Gobierno y huyó a México.
José Guillermo Carbó
El Vice-Gobernador Don Francisco Serna terminó el período del Sr. Mariscal y entregó el Gobierno el 16 de Septiembre de 1878 al Sr. General Don Luis E. Torres y después al Lic. Don Carlos Ortiz, electo popularmente; mas el señor no terminó su período. El Gobernador Ortiz quiso sostener la soberanía del Estado más allá de lo que marca el Pacto Federal, y el entonces Presidente , General Manuel González, con los elementos de la Federación y un Jefe de las Armas tan enérgico como el General Bernardo Reyes – que había venido con ese carácter- depuso a Ortiz del mando después de un breve simulacro de resistencia. El Sr. Ortiz huyó a México y los Diputados y Prefecto del Distrito de Hermosillo fueron a refugiarse a la ciudad americana de Tucsón. Esto acaeció en el mes de Octubre de 1882. Se siguió un período que pudiera llamarse de anarquía en el cual ocuparon la Gubernaturasucesivamente Don Antonio Escalante durante cinco días; Don Cirilo Ramírez tres días; Don Manuel Escalante y Fontes dos días; hasta que al fin Don Felizardo Torres terminó el período del Sr. Ortiz con el carácter de Gobernador Interino.
Bernardo Reyes
El Ferrocarril y las Nuevas Reglas Políticas
Hemos dejado de mencionar un acontecimiento plausible que vino a determinar en Sonora una nueva era de prosperidad; el día 6 de Mayo de 1880 se dio el primer barretazo para la construcción del Ferrocarril de Sonora en el barrio denominado Punta Arena en el Puerto de Guaymas, y el 17 de Noviembre del mismo año se probó la primera locomotora que llegó al Estado. El 19 de Enero de 1881 fue inaugurado el primer tramo de 10 kilómetros y el 4 de Diciembre del mismo año se inauguró con verdadero entusiasmo y fiestas preparadas al efecto el tramo de Guaymas a Hermosillo. Durante el período Administrativo del Sr. Don Felizardo Torres, la Legislatura del Estado reformó la Constitución local ampliando el período de Gobernador de dos años que antes era, a cuatro que es hasta nuestros días. Efectuadas las elecciones para los poderes locales, fueron electos Gobernador y Vicegobernador respectivamente, el Sr. General Don Luis E. Torres y Don Francisco Gándara para el período comprendido entre 1883 y 1887.
Luis E. Torres
EL CONFLICTO YAQUI
El Levantamiento de Cajeme en 1884 y la Muerte de Pesqueira
El Jefe Yaqui José María Leyva Cajeme se levantó el año de 1884 con un verdadero ejército, amenazando a los pueblos ribereños, y el Gobierno Federal y el del Estado pensaron seriamente en reducirlo al orden. Al efecto, ese mismo año el General Don José Guillermo Carbó, Jefe de la 1° Zona Militar, abrió la campaña sobre el Yaqui con fuerzas federales y del Estado, campaña que sostuvo hasta 1885. Por el nunca bien sentido fallecimiento del General Carbó, vino a substituirlo en el mando de la Zona el General Don Ángel Martínez. En Enero de 1885 llegó Martínez a la ciudad de Álamos y comenzó a organizar fuerzas del Estado que, como auxiliares de los federales, cooperaron con aquellas en la campaña. El Coronel Don Antonio del Rincón nombrado Jefe del Escuadrón de Álamos, marchó sobre el Yaqui con las fuerzas de su mando. Suspendemos la narración de esta campaña porque la llegada del general Martínez coincidió con el fallecimiento del General Don Ignacio Pesqueira, acaecido en su Hacienda de Bacanuchi el 4 de Enero de 1886. Sus restos, así como los del inmaculado General García Morales, descansan en el panteón de Arizpe, de los sepulcros de ambos publicamos ilustración. Retirado por completo a su vida privada el General Pesqueira tuvo hasta el último momento un círculo de amigos leales y un partido siempre adicto y disciplinado. Esta es una prueba patente de todo lo que ante sus conterráneos valía ese gran sonorense. Sus restos, así como los del inmaculado General García Morales, descansan en Arizpe.
Ignacio Pesqueira
(Nació el 16 de Diciembre de 1820 y murió el 4 de Enero de 1886)
(A la derecha el monumento en Panteón de Arizpe)
Entre los numerosos amigos que fueron fieles hasta su muerte, se cuenta el Comandante Don José Montijo, padre de nuestro amigo Don J. Esperjencio Montijo, Gerente de la Empresa Editorial “El Comercio”, de Hermosillo. De propósito hemos querido detenernos para hacer honorífica mención de ese infatigable guerrillero, que tantos y tan buenos servicios prestó al Estado en la época de la Intervención Francesa. Pasó por los grados militares de Comandante de Escuadrón y Coronel de la Guardia Nacional y en aquella época aciaga, en nuestra hora negra, en el llamado Imperio, Montijo fue para el pueblo de tanta significación que vitorearlo era vitorear al mismo Pesqueira. Viven todavía muchos de sus subordinados, entre los que podemos mencionar al Capitán de Nacionales Don Ignacio Noriega. Montijo vive todavía en Bacanuchi, retirado de la vida Militar, pero sigue prestando sus servicios como Presidente Municipal. En el Estado formó una familia numerosa y su hijo Don Esperjencio, dotado de aspiraciones y energías, se habría distinguido como su padre si hubiera vivido en un medio como aquél. Pesqueira, que murió en los brazos del Comandante Montijo, le dejó una parte del quinto de sus bienes.
Jesús García Morales (Derecha el monumento en Panteón de Arizpe)
La Campaña contra el Yaqui de 1885
Hemos distraído a nuestros lectores para rendir un justo homenaje de respeto a uno de los soldados de la vieja guardia y, una vez cumplido este deber, continuamos nuestro relato de los primero sucesos de la actual guerra del Yaqui. Abrió la campaña el Coronel Don Antonio del Rincón en Febrero de 1886 y el siguiente mes de Marzo, el General Martínez despachó del pueblo de Navojoa una columna expedicionaria compuesta de 250 infantes del 12° Batallón, 100 del 25°, 250 infantes de las fuerzas auxiliares del Estado, ochenta dragones del 5° Regimiento, 115 jinetes auxiliares del pueblo de Navojoa, Tesia y Santa Rosa, haciendo un grueso de fuerzas de 860 hombres que puso a las órdenes del General J. Otero. Principia la campaña y algunos jefes tienen éxito, en tanto que otros no; se registran cambios frecuentes, triunfos, reveses, esperanzas de paz, combates rudos, represalias, ataques desesperados de los yaquis, todo en medio de una gran conmoción en el Estado de Sonora. Por esta ruda época estableciese el Cuarto General de Operaciones en la Llanura del Naranjo, de donde diariamente se enviaban fuerzas para hostilizar a los sublevados.
El Coronel Rincón penetró con sus fuerzas por todos los bosques hasta Santa Bárbara, recogiendo en esas expediciones mil doscientas cabezas de ganado bovino, veinte mil cabezas de ganado ovino, trescientos caballos, ochenta mulas y más de cientos cincuenta asnos, dejando en consecuencia a los indígenas en las condiciones mas precarias con respecto a la base de su alimentación y medios de movilización. Esto ocurría entre los días 12 y 23 de Marzo de 1886. El propio 23 de Marzo citado, el General Otero levantó el campamento del Naranjo y emprendió la marcha con sus tropas sobre Navojoa, cuyo pueblo tomó sin resistencia. El General Marcos Carrillo, Jefe entonces de las Armas en Sonora, se incorporó al General Martínez con un grueso considerable en las fuerzas de las tres armas en las inmediaciones del Añil y allí se estableció el Cuartel General de Operaciones.
El 3 de Abril se emprendieron los trabajos de zapa para circunvalar las posiciones de los indios, trabajos que estuvieron terminados el día 5. En ese día los indios dieron un brutal ataque a los zapadores, librándose reñido combate. Entonces el General Martínez ordenó el ataque sobre las fortificaciones de los sublevados librándose una batalla. Los indios abandonaron sus posiciones y se retiraron en ese orden para Sierra del Boatachive. El día 5 marchó el General Martínez en su columna para Torin, quedando el General Carrillo con sus fuerzas en el Campamento Añil. A la cabeza de una columna marchó el día 7 el General Jefe de la Zona sobre las huellas de los indios para practicar personalmente los conocimientos en la escapada sierra, no sin librar a su paso serios combates con los rebeldes. Cerciorado por si mismo de las probabilidades de la campaña y satisfecho del reconocimiento practicado, regresa a Torin para organizar el ataque y pronto como era el General Martínez en sus decisiones, el día 8 marchó con todas sus fuerzas sobre la sierra y desde el día 9 comenzaron a librarse combates de poca importancia con partidas aisladas de rebeldes; hubo de sostener durante todo el día un cruento combate en que la artillería se puso en juego haciendo grandes estragos el enemigo.
El día 11 se pasó practicando reconocimientos y organizando el asedio. En la mañana del día 12, al despuntar la aurora marcharon las seis columnas que mandaban los Generales Martínez, José T. Otero, Lorenzo García, y Coroneles Lorenzo Torres, y Carlos Margain y Tenientes Coroneles Enrique Alcalde y Gonzalo del Valle, formando paralelos sobre los parapetos enemigos, donde se libró reñido combate tomándose por asalto las primeras posiciones de los rebeldes. Los indios, en número de ocho mil bajo las órdenes de su Jefe José María Leyva Cajeme, resistieron tenazmente el empuje de las armas nacionales haciendo esfuerzos sobrehumanos para sostener sus fortificaciones. Por fin, desmoralizados por los vigorosos del ataque abandonaron sus posiciones y huyeron en desorden por la sierra dejando tendidos en el campo ciento veinte muertos. En esta acción se distinguió peleando como bueno el bizarro Coronel sonorense Eleazar B. Muñoz, que se puso a la altura de los Jefes mas valientes que concurrieron a esa jornada. El día 14 de una comisión de indios se presentó al campamento solicitando la paz, la cual les fue otorgada por el general en Jefe.
La Batalla de Guachimoa de 1866 contra el Indio Cajeme
Empero, esa paz fue tan duradera como el sol en Londres, pues el 24 de Junio siguiente el cabecilla Cajeme con un grupo de indios que había organizado asaltó en el pueblo de Vícam a las vivanderas de las fuerzas. En la mañana del 5 de Julio el General Leyva con fuerzas competentes desalojó a los indios de sus posiciones del Añil, de las cuales se habían apoderado nuevamente. En el lugar llamado Guachimoa se libró un serio combate el 22 de Julio. Una masa de más de 2000 indios atacó en ese lugar al Coronel Don Lorenzo Torres que mandaba una fuerza de 400 hombres. El ataque fue vigoroso yheroica la resistencia. Parecía que la victoria iba a decidirse por los sublevados, cuando el Coronel Torres mandó armar para cargar a la bayoneta. Los indios, que conocen los estragos de esa arma, dieron media vuelta y huyeron despavoridos. Entonces el Coronel Torres hizo que la caballería les diera una carga a sable, asegurando de esa manera la más completa victoria. Nos hemos detenido en dar los pormenores de estas acciones porque fueron las más culminantes que se han registrado en la guerra del yaqui en la época en que bien o mal esa espantosa tribu se constituyó en ejército.
Lorenzo Torres
La Amnistía
El 22 de Septiembre de 1886 se recibió de las armas el general Don Bonifacio Topete; la Secretaría de Guerra lo removió el 16 de Noviembre del mismo año nombrando en su lugar al general Don Joaquín Z. Kerlengand, quien entregó el mando al General Don Diego M. Guerra el 16 de Abril de 1887. Después de la última derrota sufrida por los indios en Guachimoa era ya materialmente imposible para ellos seguir sosteniendo la guerra, faltos de víveres y de municiones, divididos en numerosos grupos que no podían resistir a la persecución que se les hacía, se apoderó de ellos el más profundo desaliento. El General Martínez lo comprendió así y considerando terminada la campaña, expidió una proclama llamándolos a la paz amnistiando a los que se sometieron al Gobierno y manifestando que serían perseguidos y castigados con toda energía los que persistieran en mantenerse rebeldes. Antes de terminar el mes de Mayo ya se habían acogido a la amnistía los gobernadores de los ocho pueblos del yaqui, los alcaldes, jefes y autoridades inferiores y una gran multitud de indígenas.
El 27 de Mayo se reunieron en el Pueblo de Torin todos los gobernadores indios acompañados de su sequito de temastianes, (I) alcaldes y fiscales y una inmensa multitud del pueblo indígena y, ante el Sr. Gobernador del Estado, General Don Luis E. Torres, después de un discurso pronunciado por el General D. Crispín S. de Palomares, tomó la palabra el Gobernador de Vícam, Francisco Siquimea, y haciendo la señal de la cruz, protestó someterse también todos los vecinos de su pueblo. Esta protesta fue secundada por los demás gobernadores que eran, de Huirivis, Lorenzo Tamiscomea, de Pótam, Antonio Cupis, de Bácum, Juan José Yosimea, de Cócorit, Hilario Tás, de Tónichi, José Molina, y de Roun, José María López. Faltó el Gobernador de Belén, pero se presentó cuatro días después. No obstante esa paz solemnemente jurada, Cajeme por medio de enviados consiguió que los indios sometidos abandonaran sus pueblos en el mes de Junio siguiente y se le fueron a reunir en los bosques para engrosar sus filas.
El General Martínez tuvo noticia de que en las Islas del Siari y de Lobos, muy cerca de la costa del Golfo de Cortés, se habían refugiado muchos indios con algunos de sus cabecillas y entre ellos Cajeme, y dispuso hacer una expedición a aquellos lugares. El 25 de Diciembre se embarcó en Guaymas el Coronel Lorenzo Torres en el cañonero nacional Demócrata y el 28 lo siguió el General Martínez en el Korrigan, vaporcito de la compañía del “Boleo” de la Baja California. El Coronel Rincón marchó por tierra con algunas fuerzas para reunirse en el Siari con el Coronel Torres, pues la faja de agua que separa a aquella isla de la tierra es vadeable a las bajas mareas. El Coronel Torres desembarcó en el Siari, recogió a otros indios y el General Martínez hizo igual operación en la Isla de Lobos, reuniendo y juntó como 400 indios. Al propio tiempo que se practicaban esas operaciones, el General Juan A. Hernández emprendió una expedición sobre la sierra y tuvo la buena fortuna de que se le presentara una multitud de mil yaquis, los que fueron conducidos al Médano.
La Caída de Cajeme
Entretanto Cajeme se les había escapado con una pequeña escolta para la Sierra del Bacatete. Perseguido constantemente por las sierras y los bosques y falto de elementos de vida y de defensa, Cajeme se refugió en San José de Guaymas. Fue denunciado por una indígena de tribu y el General Martínez lo aprehendió personalmente la mañana del 12 de Abril de 1887; lo condujo a Guaymas y allí lo envió a Cócorit, donde juzgado por un Consejo de Guerra y sentenciado a muerte; fue pasado por las armas en ese pueblo el día 25 del mismo mes de Abril. El general Martínez fue nombrado Jefe de las 5 Zona Militar substituyéndolo en el mando de la 1° el General Don Julio M. Cervantes, quien poco tiempo después fue substituido por el General Don Marcos Carrillo; a éste lo substituyó el General Abraham Bandala y en 1894 se recibió el Jefe actual Sr. General Luis E. Torres. El año de 1895 fue electo Gobernador del Estado el Sr. Ramón Corral, con el beneplácito general de los sonorenses pues ya se había dado a conocer como gobernante cuando siendo Vice-Gobernador, y por licencia concedida por la Legislatura al Gobernador, desempeñó durante casi un período las funciones del Ejecutivo. El Sr. Corral, durante los dos períodos que tuvo las riendas del gobierno en sus manos, fomentó notablemente la instrucción pública y protegiendo a la juventud estudiosa, se hizo el ídolo de ésta; promovió incontables mejoras que se llevaron a cabo y bajó del poder conservando el cariño y respeto de sus conciudadanos.
Don Ramón Corral
El Levantamiento de Tetabiate y la Paz de 1897
En el Yaqui surgió una nueva revolución encabezada por el Tetabiate, cabecilla no menos indómito ni menos temible que Cajeme. El Sr. General Luis E. Torres emprendió contra él vigorosa campaña que terminó con la paz de Ortiz celebrada el 15 de Mayo de 1897, y de la que nos vamos a ocupar con el detenimiento que merece. Esa paz se debió principalmente a los esfuerzos y abnegación de los señores Gobernador Corral, Generales Luis E. Torres, Lorenzo Torres y Francisco Peinado, de recientes y sentidísimos fallecimientos, y si ella no fue definitiva, débase no a falta de tino y consideraciones del Gobierno y los suyos, sino a que una vez mas, como siempre, ha demostrado el yaqui que pide la paz no por otra cosa que por impotencia y que esa bandera blanca con que se ha presentado y que le ha valido ayuda y perdones, felón y artero la desgarra en cuanto siente que las tranquilidades y beneficios de la paz han ahuyentado de su maldito ser la fatiga y la miseria. Pero hablemos ordenadamente de esa paz, de la que tantos bienes se esperan fundadamente y que nueva vez pisoteó traidor el sombrío yaqui.
Francisco Peinado
A un valiente subordinado del Sr. General Torres, a un noble caudillo toco iniciar y terminar las negociaciones, al entonces Coronel Peinado, justamente conceptuado como leal entre los leales, modelo de modestos, valiente como los que saben serlo, y por eso popular y generalmente querido, sin armas y exponiendo su pecho a las balas indígenas, se presentó en el campo de los rebeldes a plantar entre ellos el estandarte blanco como símbolo de la magna obra en que tan interesadamente colaboraba con el pacificador Sr. General Luis E. Torres. El día 25 de Enero del año que hemos señalado fue celebrada la primera entrevista con el Jefe de la tribu rebelde Juan Maldonado, Tetabiate, quien a nombre de sus huestes ofrecía al Gobierno su sumisión a cambio del indulto y otras entrevistas fueron celebradas en las fechas que mas adelante citaremos, con el intermediario señor Coronel Peinado y con el Jefe de la Zona señor General Torres. La rendición y la firma del tratado de paz se había fijado para el día 15 en Tetacombiate, pero el Sr. General Torres, deseando que todo el que deseara pudiese presenciar otro acto tan solemne como imponente, arregló que la ceremonia fuese celebrada en la Estación Ortiz, a donde previamente fueron enviadas las siguientes tropas: Cincuenta hombres del 12° Batallón al mando del Capitán 2°. Sr. Juan B. Ulloa, cincuenta hombres del 11° Batallón al mando del Capitán 2° Don Juan G. Castillo. Durante varios días estuvieron pasando diversas partidas armadas por Ortiz con dirección a Tetacombiate, siendo la mas importante una de 150 indios perfectamente armados y municionados y que fueron a alojarse el día 14 al Cuartel del 5° Regimiento en La Misa. En aquel sitio les fueron distribuidas provisiones y vestidos para ellos y sesenta familias que los acompañaban.
Juan Maldonado “Tetabiate”
La víspera del acto llegó el Sr. General Torres en tren especial a las 4 de la tarde a la Estación Ortiz, saliendo enseguida para el campamento de los indígenas acompañado del Sr. Coronel Peinado después de haber dictado sus últimas decisiones. Desde la víspera del día comenzaron a llegar personas de todos los ranchos cercanos y de las poblaciones a lo largo de la línea del ferrocarril. Para el acto se hizo instruir en la espaciosa plazoleta de la localidad una vistosa plataforma de madera perfectamente engalanada con bandas tricolores, al frente un buen retrato del Sr. Presidente de la República, a la derecha una tribuna y a la derecha e izquierda hileras de sillas para las familias. La mayor parte de las casas fueron vistosamente engañadas con ramaje, farolillos, banderas, etc., como a 200 metros al S. O. de la plataforma fueron construidos dos extensos ramadores como de treinta metros de largo por quince de ancho para campamento de los indios, y una ramada pequeña debajo de la cual se veían cuatro enormes cazos de cobre destinados al guacabaque de los indios.
Aparte de la numerosa concurrencia que había desde la víspera, en el tren ordinario del día 15 que salió a Ortiz, minutos antes de las doce llegaron en unión de los Poderes del Estado mas de 200 personas entre ellas muchos extranjeros y algunas señoras. Se notaba a todos con entusiasmo e interés justificados por las circunstancias. Minutos antes de las tres de la tarde se hizo una gran polvareda por el camino que conduce a La Misa, y se vio al inmenso genero que poblaba la Estación Ortiz correr a colocarse en los mejores sitios para presenciar la entrada de los rebeldes. Un alférez ayudante a todo galope llegó a pedir permiso al Sr. General, que oportunamente había regresado del campamento enemigo, para que entrara a fuerza. Concedido este, en breves momentos se vio aparecer la cabeza de la columna: A descubierta venían como exploradores cinco dragones del 5° Regimiento a paso de marcha a 20 metros de distancia, la columna en primer término el Coronel Peinado vestido de charro y montando un hermoso caballo colorado, a su derecha Juan Maldonado Tetabiate, Jefe de los rebeldes. El caudillo indígena era de mediano estatura, de complexión robusta, frente un tanto despejada, ojos negros, hundidos y muy brillantes, nariz aguileña, bigote y piocha entrecanos y tenía en esa época 42 años, montaba un caballo colorado que le fue obsequiado por el comerciante Guaymas, y vestía sombrero aplomado jaranda, pantalón de casimir del País color claro, zapatos corrientes, en la cintura portaba una pistola de puño de concha calibre 44. En la misma línea venían los capitanes rebeldes Julián Espinosa, secretario de Tetabiate, Loreto Villa y Felipe Valenzuela, su segundo en Jefe. A continuación el 5° Regimiento.
Julián Espinosa
Seguía la columna compuesta de 394 yaquis, vestidos de algodón azul y sombrero de petate, de los cuales 213 venían armados de rifles Remingthon de infantería, carabinas antiguas de caballería de un tiro, de flechas y dos o tres carabinas viejas de cámara de metal amarillo, cada uno portaba dos cananas de cien tiros, cuchillo a la cintura, hules, porrones y caramañolas para el agua, y en las manos desarmada llevaban una varilla de jara. Entraron con el arma terciada, formados en columna y marchando al son de un tamboril que redoblaba un indio y al de los marciales sones de la música y banda del 5° Regimiento que batían marcha. A la cabeza de la columna yaqui, un joven portaba una bandera de seda blanca con dos guías de la misma tela y fleco de oro, en cuyo centro se veía esta divisa: ¡Viva la paz del yaqui! 25 de Enero, 25 de Febrero, 26 de Marzo, 26 de Abril y 8 de Mayo de 1897, fechas todas que señalan las diversas etapas de la pacificación. La formación y marcha de los indios era correcta y disciplinada. En esa época la tribu yaqui, a su modo formaba un ejército, no como ahora, que constituye una abominable serie de cuadrillas de ladrones.
Por último, cerrando la columna iban hasta 20 individuos a caballo que eran autoridades de los pueblos del yaqui, guías y capitancillos de los indios. Al llegar a la altura del grupo formado por el Sr. General Don Luis E. Torres y demás Jefes, Gobernador, Vice_Gobernador del Estado y otras personas que lo acompañaban, saludó el Sr. Coronel Peinado y a indicación suya Tetabiate quitándose su sombrero. Llegados a los ramadones, hicieron alto permaneciendo a caballo el Jefe rebelde y los capitancillos. Se dividió la columna en dos cuadros y mandaron formar pabellones sentándose los indios a descansar y estableciendo sus centinelas. El sol ardía calentando los tostados y ennegrecidos rostros de los rebeldes, un polco sutil levantado por el viento caliente que soplaba los envolvía como en un velo; el cielo enteramente limpio y lOs acordes bélicos de la banda del 5° Regimiento impresionaron vivamente a la multitud, que presenciaba el desfile de los rebeldes. El Sr. General Torres igualmente impresionado, se arrojó con viva efusión en los brazos del aguerrido e incansable General Don Lorenzo Torres. El cerebro que piensa, el brazo que ejecuta y los dos corazones embargados por la misma emoción se fundían en uno solo. Vivas y aclamos por los Generales Torres y Coronel….sonaron en el espacio y la multitud se deseminó por todas partes yendo los mas a ver de cerca de los indios.
Al llegar la columna al Rancho del Echo, un fayuquero disparó unos balazos entusiasmado sin duda. Los indios, recelosos y desconfiados, volvieron la cara temiendo una traición y entonces el Sr. Coronel Peinado mandó hacer alto, aprehender al alborotador y fusilarlo. Tetabiate interpuso su influencia y el fayuquero fue perdonado. Había orden estricta de no disparar ni aún cohetes. Daremos algunos detalles importantes:
El caudillo rebelde Tetabiate fue el último miembro varón de una familia de guerreros indios. Su padre se llamó Luis Maldonado, quien tuvo tres hijos, Luciano, Juan y Manuel, los dos primeros fallecieron en la guerra; Luciano denunciado por un ranchero fue colgado. Entonces se levantó en armas Manuel adquiriendo desde luego gran prestigio entre su tribu por su abolengo de harnero rico, por su valor temerario por su astucia diabólica y por su energía feroz y salvaje. Juan Buitimea fue un indio que el Coronel Peinado curó de sus heridas y lo tomó a su servicio tratándolo con tanta bondad que al curarse no quiso separarse ya de su salvador. La gratitud del indio habilísimamente explotada por el Coronel, fue el primer paso para llegar a la razón obscura del Jefe rebelde; fue el primer emisario que llevó a los campamentos enemigos la semilla de oliva enviada para fructificar andando el tiempo. Después llegó en Noviembre del año anterior a la pacificación el misionero Presbítero Don Fernando M. Beltrán, ampliamente recomendado al señor General Torres por el señor Presidente de la República, logrando ponerse al habla con los indios por mediaciones de Hilario Amarillas, indio del Médano.
Al principio los rebeldes recibieron las exhortaciones del Sr. Cura Beltrán con la natural desconfianza y recelo de su carácter, llegando hasta a dirigirse a la Mitra de Sonora inquiriendo el carácter y origen del referido misionero. Sus sermones, sus consejos, sus pláticas llenas de unción y caridad evangélicas, iban abriendo en el cerrado corazón del indio desconocidos horizontes de luz y de consuelo en su vida nómada llena de tribulaciones. El Sr. Gral. Torres y el Sr. Coronel Peinado seguían aguzando todo su ingenio para infundir confianza en aquellos despechados, hasta que vino a lograrse que ellos mismos solicitaran la paz a cambio de todas las garantías que con prodigalidad se les dispensaron. A las seis de la tarde del día que nos ocupa sonó el tambor de los indios, se armaron y recibieron cada uno una bandera blanca con la inscripción Paz en letras azules. En formación correcta y con sus jefes a la cabeza, Tetabiate, Julián Espinosa y Felipe Valenzuela recorrieron la plazuela hasta situarse frente a la plataforma que hemos descrito. Sentados frente a la mesa estaban el Sr. General Luis E. Torres, a su derecha el General Lorenzo del mismo apellido, a la izquierda el Gobernador del Estado Sr. Don Ramón Corral, Vice-Gobernador Dr. P. Figueroa, Sr. Rafael Izábal y algunas otras personas. En el ala izquierda y a continuación del Sr. General Don Lorenzo Torres, el Sr. Coronel Don Agustín G. Hernández, Jefe del 12° Batallón, el Sr. Coronel Don Francisco Peinado, Jefe del 5° Regimiento, el Sr. Coronel Don Alfonso Martínez, Jefe del 11° Batallón, el Sr. Coronel Ingenieros Don Ángel García y Peña, el Sr. Teniente Coronel Don Pascual Urías, 2° Jefe del 5° Regimiento y algunos otros Jefes y paisanos de la primera sociedad de Guaymas y Hermosillo; en ambos lados de la plataforma había hileras de sillas ocupadas por las familias que concurrieron; frente a la mesa Tetabiate y sus dos secretarios Loreto Villa y Julián Espinosa y en la plazuela un inmenso gentío ávido a presenciar en sus detalles la solemne ceremonia.
Loreto Villa
Al terminar el Himno Nacional tocado por la banda del 5° Regimiento y en medio del silencioso recogimiento de los presentes, dio lectura el Sr. Secretario del Estado Don Celedonio Ortiz a la siguiente acta:
República Mexicana – 1° Zona Militar.- General en Jefe.
Acta levantada en la Estación Ortiz, del Distrito de Guaymas, Estado de Sonora, el día quince de Mayo de mil ochocientos noventa y siete, con el objeto que enseguida se expresa:
Juan Maldonado, Jefe de la Tribu Yaqui que ha estado en armas durante largo tiempo, reconoce la soberanía del Supremo Gobierno de la Nación y la del Estado y reconoce también que es su deber someterse a la obediencia de las autoridades que de uno y otro emanan y por lo mismo se somete con todos sus compañeros de armas al Supremo Gobierno de la Nación representado aquí por el General Luis E. Torres, en Jefe de esta Zona Militar.
El General Luis E. Torres acepta en nombre del Gobierno la sumisión del Jefe Juan Maldonado y sus compañeros de armas y les ofrece en nombre del mismo Supremo Gobierno toda clase de garantías, la seguridad de que no serán violentados en su persona ni interesadas por motivo de la sublevación pasada, y en nombre del mismo Supremo Gobierno de la Federación les ofrece terrenos en el Río Yaqui de los que están desocupados en los ejidos de los pueblos y destinados para los indígenas originarios del Río Yaqui. Además, ofrece el C. General en Jefe obtener algunos recursos tanto del Supremo Gobierno Federal, como del Gobierno del Estado, para proporcionarles algunos animales y provisiones a lo menos por dos meses para ellos y sus familias, cuyos animales y provisiones se les distribuyan en los pueblos en que se radiquen. Esta acta la firmará el Sr. Gobernador del Estado, algunos de sus empleados, y personas muy conocidas y de representación de Guaymas y Hermosillo, y se sacarán de ella cuatro copias, una de las cuales se entregará al Jefe Juan Maldonado para su resguardo y el de sus compañeros. Luis E. Torres. Ramón Corral. P. Figueroa. Juan Maldonado. José Loreto Villa, Julián Espinosa, Coronel Francisco Peinado, Lorenzo Torres, Coronel A. G. Hernández, Ángel García Peña, Coronel Alfonso Martínez A. Bustamante, Rafael Izábal, C. Besjaeger, Pedro Costa. F. Montijo, Luis A. Martínez. M. Denegri, J. Zenizo, F. M. Aguilar, J. A. Naugle. Teniente Coronel Miguel F. Hermosa. P. B. Chisem. V. Aguilar. Teniente Coronel Pascual Urías. Dámaso Sánchez. L. W. Mix, Gustavo Torres, Leonardo Gámez, Fernando Aguilar, Gabriel Ortiz, H. Wolf. Ptro. Fernando María Beltrán, Allen T. Bird. Enrique P. Cortés, F. S. Pujol. Horvilleur y Save, José Espriu, A. D. Aiuslie, Enrique Monteverde, Jesús Cruz, F. Verdugo, Fernando Méndez, E. Pelaez, Cap. 2° Luis de la Rosas, Cap. 1°. Joaquín Telles. Cap. 2° Juan B. Ulloa, Celedonio C. Ortiz. Cap. 1° Ayudante Agustín Martínez y otras muchas firmas.
Coronel Peinado estrechando la mano de “Tetabiate”
Estación Ortiz, Distrito de Guaymas, Sonora, 15 de Mayo de 1897
Terminada la lectura del anterior documento, el Jefe de la Zona preguntó a los cabecillas si estaban con el conformes, contestando afirmativamente los interpelados. A continuación fueron firmadas cuatro copias, una de las cuales fue entregada a Tetabiate, otra al Sr. Coronel Peinado, otra al Sr. Gobernador del Estado y otra que conservó el Sr. General Don Luis E. Torres para enviarla al C. Presidente de la República. Al ponerse en manos del caudillo rebelde el documento trascrito, el Sr. General Torres le dijo:
Juan Maldonado:
Te entrego este sobre que contiene su indulto y el de tus subordinados, y te doy un abrazo en nombre del Supremo Gobierno en señal de conciliación y de olvido del pasado. Sentimos que no se conserve íntegra- para publicarla la inspirada, elocuente y conmovedora improvisación del Sr. General Torres que, dicen, estuvo llena de fuego y de grandezas en aquellos solemnes momentos tan fácil y traidoramente olvidados por los indios. Refieren los oyentes que las frases salían de sus labios sencillas y brillantes: habló de los sufrimientos, de la abnegación rara de sus compañeros de armas, hizo justicia a las preclaras virtudes del General Lorenzo Torres a quien llamó su hermano, trajo a la recordación de los presentes las alarmas sentidas otros tiempos, el estancamiento del progreso en las comarcas del Yaqui, explicó la importancia que como factor principal en el trabajo tenían los indios en Sonora: tuvo elogios y frases de agradecimiento para el Sr. Presidente de la República, y de esperanza y de conciliación para los indios, y terminó vitoreando al primer Magistrado de la República, a la paz, y a los Jefes y tropas federales que hicieron la campaña.
A continuación el Sr. Corral con su claro talento y su fácil dicción dirigió una alocución a los presentes análoga a las circunstancias del momento y que desgraciadamente tampoco se conserva, para igualmente publicarla. Enseguida se procedió a la distribución entre los indios de un talego de dinero llevado expresamente con ese objeto, tocándole sesenta pesos a Maldonado y dos a cada uno de los indios. Fueron subiendo a la plataforma uno por uno y recibiendo su gratificación de manos del Sr. Dr. Figueroa. Cuando el reparto terminó, el Sr. Coronel Peinado abordó la tribuna y con voz entrecortada por la emoción que lo embargaba, pronunció el siguiente discurso que le fue aplaudido con inusitado entusiasmo:
“En tan solemne acto, en ocasión tan grandiosa, no es posible que guarde silencio. Hechos que reúnan las condiciones y detalles del que presenciamos son tan sublimes, tienen una fuerza dominadora tan absoluta, que se imprimen sobre la conciencia, sobre el corazón y sobre la inteligencia. Por eso mi voz sed levanta, no para pronunciar frases de correcta estructura, sino para desbordar el sentimiento que se ha posesionado de mi ser, para colocar el laurel de triunfo que mi corazón y mi amistad dedican a todos y a cada uno de los valientes, de los ameritados militares, que unos dirigiendo y otros ejecutando, han prestado su contingente poderoso hasta llegar a este supremo momento en que una parte del listado se emancipa de la prolongada lucha, hasta este supremo momento en que es un hecho la redención de una raza que entregará sus brazos al progreso del Estado.
Ahí tenéis al señor General D. Luis E. Torres, en Jefe de la Zona, con la conciencia tranquila de un deber cumplidor, modesto, sin apariencia de su inteligencia, de su acto, de su valor, de sus mil cualidades que hay en el hombre abnegado, el hombre superior. Ahí tenéis al señor General D. Lorenzo Torres, 2° en Jefe revistiendo con carácter de humildad que enaltece sus nobles y grandes cualidades como militar y como miembro oficial, firme en sus energías; para él no hay descanso, no hay familia, la edad nada sigue, ni las enfermedades le preocupan. Ahí tenéis a mis hermanos, a mis compañeros de armas, completando ese cuadro que la significación del valor, de la abnegación de la inteligencia, todos hechos al rudo combate engalanados sus pechos por la gratitud a nuestra Patria y los que hoy se cubren una vez de un nuevo galardón que es tanto mas glorioso cuando mas penosos les fue alcanzarlo.
Párrafo aparte es necesaria en elogio a las autoridades del Estado, que no han perdonado medio ni sacrificio para terminar la sangrienta lucha cuyos últimos detalles se pierden en lejanos horizontes, pero son tan conocidos sus esfuerzos que el criterio público los ha premiado ya. Y ahí tenéis, señores, a Juan Maldonado (a) Tetabiate), a sus guerreros, no sin armas porque no son hijos de un Estado abyecto, sino de un Estado de hombres libres; ahí los tenéis, vencidos por las leyes del progreso y la civilización, ahí los tenéis, y ved que en todas las líneas de batalla ondea la enseña de la paz; sus corazones están abiertos para dar y recibir amor, y que sus brazos dejarán el arma para empuñar el arado. Ahí los tenéis después de diez años de lucha; diez años en que no los hicieron cejar ni la muerte ni el hambre; guerreros heroicos que en su ignorancia defendían algo que creían un ideal; algo que jugaron un principio; guerreros que acaban por hacerse grandes ante su nación, grandes ante el mundo por su tenaz resistencia pero frente a ellos aquí esta quien todo lo ha podido y a quien esto se debe, el señor General en jefe; aquí está quien les ha ofrecido no solo el indulto sino elementos: el Gobierno del Estado y a Juan Maldonado, Tetabiate, no se le ha declarado rebelde sino hermano y ese hermano aquí se presenta, no como ese esclavo con cadenas, ni entre filas; se presenta voluntariamente con sus yaquis armados y nosotros así los recibimos, como una prueba de que tendemos los brazos a unos valientes, a unos leales hijos del Estado que hoy para siempre, serán los defensores de esta paz que hoy reciban.
Ved esa gran enseña blanca que tiene una fecha: 25 de Enero; es la fecha en que él se prestó a los tratados; 25 de Febrero no estaba sometido y ofrecía garantía de vidas y plena seguridad en los caminos, 26 de Marzo, es la fecha de la primera entrevista con él en La Cieneguita; 29 de Abril es la fecha de la segunda entrevista en el Tetacombiate; 8 de Mayo, Tetabiate en ese mismo punto, sale a recibir al señor General en Jefe quien lo había citado y a quien se somete; y por último, 15 de Mayo, es la fecha gloriosa en que desaparece la última sombra de duda, la última nube de este cielo esplendente en que hoy se escribe Paz.
No hago historia… ni me corresponde hacerla, pero tengo que decir que Maldonado ha cumplido hasta hoy religiosamente su palabra y cumple a nosotros ahora corresponder. Tengo la satisfacción, al dar noticia de estos hechos, de ensalzar la pericia y discreción, la habilidad y talento con que el señor General en Jefe, su segundo y mis compañeros, han sabido obtener este resultado, el primero con su acertada dirección y los segundos con su incansable actividad y valor.
Juzgad este hecho: es grandioso por su significación política y social, es grandioso por que encierra muchos sacrificios, muchos detalles que le dan colorido; es grandioso porque aquí han venido los guerreros armados a jurar la paz y esas armas que antes eran dirigidas contra el Estado, ahora las tiene en su apoyo; ahí tenéis a los guerreros del Yaqui; ahí tenéis a la Guardia Nacional. Hoy podemos parodiar a Napoleón diciendo: en los momentos en que este sublime acto se desarrolla, el mundo entero nos contempla. Podemos hoy dar una prueba de lealtad al Primer Magistrado de la Nación quien podrá ver, que aunque en pequeño, imitamos su benéfico ejemplo al poder decir: “Es un hecho la paz en el Estado de Sonora”.
¡Viva el Primer Magistrado de la Nación, General Porfirio Díaz! ¡Viva el General en Jefe de la Zona! ¡Vivan los Gobernantes del Estado libre y Soberano de Sonora!
Atrás: Coronel Francisco Peinado (izq) y General Luis E. Torres (derecha)
De izquierda a Derecha sentados: Julián Espinosa, Juan Maldonado “Tetabiate” y Loreto Villa
Ya se ha visto como esta raza infame ha correspondido a tanta nobleza, a tanta lealtad y, ¡porqué no decirlo? A tanto favor como con el mejor fin encerró el sentido discurso del igualmente sentido Sr. Coronel Peinado, y a la alta bondad y liberalidad del Gobierno. A esa raza se le da dinero acuñado y devuelve plomo en balas; se le da pan para que lo lleve a sus hijos y da muerte a la mano que se lo da; se le agasaja llamándolo nuevo soldado del progreso y contesta con un alarido que repercute en las montañas a que ya ansía volver para robar y asesinar; se le llama bondadosamente heroico guerrero y se convierte en el mas miserable, cobarde y cruel de los bondadosos.
En la tarde se hicieron bailes para obsequiar a los indios, y la banda del 5° Regimiento dio serenata en la plaza hasta las once de la noche. El Sr. Coronel Peinado envío al campamento indígena una música de cuerda a Maldonado y estuvo tocando hasta horas muy avanzadas de la noche. Las familias fueron a saludar al Jefe Indio, y a satisfacer su natural curiosidad haciéndole preguntas que Tetabiate contestaba. El Tetabiate no durmió en toda la noche. Sentado la pasó en una silla o paseando por su campamento en actitud vigilante o desconfiada. Al día siguiente, cerca de las nueve de la mañana salieron de Ortiz el 5° Regimiento con su Jefe a la cabeza y la columna yaqui con dirección a La Misa. El Sr. Coronel Peinado puso a disposición del cabecilla indio la banda de música y al pasar por la Hacienda de San Isidro fue con ella a dar las gracias al Sr. D. Cosme Echeverría, propietario de dicha Hacienda, por el buen trato que siempre había dado a sus peones trabajadores.
Además del caballo, montura y vestido que el comercio de Guaymas regaló a Maldonado, el Sr. Coronel Peinado le obsequió un hermoso caballo, el Sr. D: Cosme Echeverría una bonita calzonera de cuero y el Sr. General Torres un magnífico zarape de Saltillo. El Gobierno del Estado y señor General en Jefe, por cuenta del Supremo Gobierno, hicieron distribuir lo siguiente entre los indígenas y sus familias: 40 cargas de harina, 8 de panocha, 20 reses, 8 cargas de garbanzo, 100 kilos de café, 2 botes del mismo grano, 10 rollos de petates, 14 docenas de vestidos para mujeres, una gruesa de enaguas interiores, 25 sombreros de pelo galoneados, 500 sombreros de palma, 500 vestidos mezclilla azul, 20 vestidos de casimir del País, 30 camisolas finas, 20 pares de zapatos, 100 rebozos corrientes, 100 rebozos finos y 6 zarapes.
Nuevo Levantamiento de Tetabiate en 1898
En Junio de 1898 volvió el Tetabiate a levantarse en armas contra el Gobierno encontrándose en esa época las siguientes fuerzas en el Río; 4° , 11° y 12°, 19° y 20° Regimiento de Infantería, 5° de Caballería y Cuarenta Nacionales, formadas en varios pueblos y que han sido de gran utilidad dados los conocimientos que tienen de los bosques. El Sr. General Jefe de la Zona le abrió nuevamente también tenaz campaña, en la que se libraron numerosos combates hasta que el indio indómito sucumbió en uno de ellos a manos del que antes había sido su segundo, Loreto Villa, quien desde que fue celebrada en Ortiz la paz con los yaquis permaneció fiel el Gobierno hasta que murió. Justo, justísimo es honrar la memoria de esos pocos yaquis que, como Loreto Villa, han sabido con lealtad y con nobleza corresponder a la nobleza y a la lealtad del Gobierno.
En 1899 fue electo Gobernador del Estado el Sr. Gral. Luis E. Torres, pero habiendo pedido una licencia a la Legislatura se recibió del Gobierno el Vice Gobernador, señor Celedonio Ortiz. El Sr. Ortiz no terminó su período, pues también obtuvo una licencia ilimitada y se recibió el Poder Ejecutivo el Sr. Don Rafael Izábal, nombrado Gobernador Interino por la Legislatura del Estado. El año de 1903 fue electo el Sr. Izábal Gobernador Constitucional y Vice-Gobernador el Sr. Son Francisco Muñoz, quien dejó de serlo en Agosto de 1904, entrando a substituirlo el Sr. Don Alberto Cubillas, persona generalmente estimada que ha hecho una firme, inteligente e intachable carrera política. La labor del Gobierno del Sr. Izábal palpita en muchas de las páginas de este libro y en ellas se enterará del detalle el lector. Al Sr. Izábal le tocó una de las épocas más tremendas de la cuestión yaqui y en el curso de este capítulo hablaremos de su gestión en este asunto, que ha desarrollado en combinación con el Sr. Jefe de la Zona, General Don Luis E. Torres.
Rafael Izábal
Reanudaremos la cuestión de los Yaquis:
Los Primeros nuevos encuentros que hubo fueron en la margen izquierda del Río Yaqui, en los bosques y en las marismas, registrándose hechos de armas de importancia como el de la Laguna del Bahueca, donde se encontraron los rebeldes en número de tres mil, contra mil mas o menos que mandaba el General García Hernández. Dejaron los yaquis muchos muertos en el campo y las fuerzas del Gobierno perdieron como sesenta hombres entre muertos y heridos. En esta acción murió el capitán de nacionales Julián Espinosa, yaqui que antes era de los principales cabecillas de los rebeldes, y que fue de los que le fueron fieles al Gobierno, como Loreto Villa a quien ya hemos hecho justo elogio y que prestó muy buenos servicios. Como ese hubo varios encuentros en los bosques, muriendo en uno de ellos, en el de Vícam, el teniente Coronel del 4° Batallón, y resultando herido en el de la CuestaAlta el Coronel de 11° Batallón de Infantería Alfonso Martínez, que murió a consecuencia de la herida.
En Palo Parado hirieron al Sr. General Lorenzo Torres y en otros encuentros a otros jefes y oficiales que sería largo enumerar, lo mismo que a individuos de tropa. En cambio, en esos combates se logró hacer varias importantísimas aprehensiones de rebeldes y desde entonces se vino en conocimiento pleno de la complicación de los indios llamados mansos que trabajaban en las rancherías del Valle de Guaymas y en el Distrito de Hermosillo, trascendental asunto del que hablaremos después.
El Combate de Mazocoba
Otro hecho importante es el de la Laguna del Agua Salada, en que el General Lorenzo Torres con 40 hombres que traía el hoy Comandante Barrón y 10 nacionales logró aprehender a 14 yaquis después de un tiroteo, yaquis que revelaron que los demás rebeldes se estaban pasando para la Sierra del Bacatete, lugar para el que desde luego empezó el Sr. General Luis E. Torres a mover las fuerzas, habiéndose registrado allí encuentros que hacen página en la historia, como el Combate del Mazocoba, donde los indios estaban en posiciones completamente dominantes y en número no menor de 2,000, y teniendo entonces presos a las Josefinas y al padre Beltrán, de quienes tanto se habló en aquellas épocas. Las fuerzas federales y nacionales mandadas por el general Torres lograron desalojar a los enemigos de la civilización, después de hacerles un sin fin de bajas, rescatar a los cautivos y quedar dueños de las posiciones. Siguieron a este combate otros no menos interesantes, donde siempre dieron pruebas nuestras tropas de valor y abnegación en la persecución, que fue tenaz, hasta que lograron que los indios abandonaran los bosques y sierras.
Página en esta meritísima para el Sr. Gral. Don Luis E. Torres. Siguió a estos la labor mas interesante de la campaña que fue la de buscar a los rebeldes en sus refugios, pues de una manera inocente estaban ayudándolos casi todos los habitantes del Estado, juzgando pacíficos a los yaquis trabajadores de la ciudad y de las haciendas, pero los muchos datos que tuvieron los que este importante asunto han dirigido, vinieron a demostrar que los indios, después de cansarse de pelear en la sierra, se iban a trabajar a las haciendas del Estado así como a los minerales y pueblos y , como en esas condiciones no hacían daño, los aceptaban todos los que necesitaban brazos sin preocuparles de donde venía ni con quien trabajaban antes, pues nunca se ha usado aquí pedir recomendaciones de sus antiguos patrones en vista de la necesidad de brazos.
La Expulsión a Yucatán en 1902 y la Batalla de la Sierra del Gavilán
El Gobernador del Estado Sr. Rafael Izábal, con el mayor empeño y con la actividad conocida que tiene para sus actos, fue personalmente a las rancherías de casi todo el Estado y descubrió a los yaquis rebeldes y complicados, logrando aprehender a casi todos los cabecillas conocidos y a todos aquellos que tomaban parte en la guerra y ayudaban a los rebeldes con armas, dinero, parque, provisiones o de alguna otra manera, siendo ejecutados aquellos perfectamente reconocidos como criminales y los demás deportados al Estado de Yucatán.
Con estas medidas los indios sintieron un cambio para ellos terrible, pues veían que sus reservas se les estaban mermando y resolvieron reunirse todos los de la raza para hacer el último impulso y lo verificaron en un punto conocido con el nombre de “La Carbonera”, y de allí fueron a conferenciar con el Sr. Gobernador Izábal y con el Sr. General Torres al pueblo de San Miguel de Horcasitas, yendo las comisiones nombradas por los rebeldes por espacio de tres noches sin que se lograra un acuerdo, pues la exigencias de los indios estaban fuera de ley, y sobre todo de la razón y de las garantías que el Gobierno debe de otorgar a sus habitantes. En sus pretensiones querían que salieran todas las fuerzas de Sonora, que les dieran el Río Yaqui con sus terrenos, en virtud de que lleva el nombre de la raza y por lo tanto presumen que es de ellos; que no se nombrara ninguna autoridad por el Gobierno, sino que ellos nombrarían sus autoridades y gobernadores; que serían los únicos en acordar si podían pasar los blancos por los caminos que van para Sinaloa y que ellos no tendrían ningún compromiso con la sociedad ni con el Gobierno.
Como era natural, el Gobierno no aceptó ninguna de tales insensatas cláusulas y desgraciadamente, por mas razonamientos que se les hicieron a los indios, fue completamente imposible convencerlos; se terminaron esas conferencias con la sencilla, presuntuosa y criminal frase de los rebeldes al Sr. Gobernador y al Sr. General: “Nos veremos en los cerros con tus fuerzas”. Lo que sucedió efectivamente, pues dos días después de la última entrevista, el Gobernador del Estado, a quien acompañaban los Sres.. diputados Dr. Alberto G. Noriega, Juan Bojórquez, Gustavo Torres, Juan P. M. Camou, Alejandro Lacy y algunas otras personas de la Capital del Estado, los derrotaron completamente con las fuerzas de infantería y caballería que respectivamente mandaban los Sres. Comandante Barrón y teniente Coronel Rivera. Pero ese hecho importante merece líneas especiales y vamos a hablar en detalle de la batalla de la Sierra del Gavilán que fue donde se registró la acción.
La víspera de la batalla, las fuerzas al mando del Sr. Gobernador estaban acampadas en la Hacienda del Gavilán, propiedad del Sr. Manuel Gándara, situada en la mitad del camino de Hermosillo a Ures. En el peso de la noche, mandó el Sr. Gobernador dos exploradores, uno para que se dirigiera al Cerro de la Escondida y otro rumbo a Carbó, siendo el objeto de esta exploración saber con certeza el punto donde estaba el enemigo que se sabía era numeroso a fin de batirlo en la madrugada. A las dos de la mañana regresó el guía que fue al Cerro de la Escondida, comunicando que había notado cantos de palomas y aullidos de coyotes en el mencionado cerro y que creían estuvieran ahí los rebeldes, porque es como acostumbran correr la palabra en la noche. Inmediatamente el señor Gobernador mandó llamar al entonces Capitán Primero Don Luis Medina Barrón, ordenándole que ya él con 50 hombres de caballería que mandaba el Teniente Coronel Rivera, seguiría la misma ruta. Cuando llegaba la fuerza del hoy Comandante Barrón y fue vista por los indios, estos en número de más de 400 y en el orden disperso, salieron a encontrarlo al llano que está cerca del Aguaje habiendo un momento en que, dado el orden y uniforme de los indios mezclilla y rojo, creyó el Sr. Comandante Barrón que era la fuerza federal que andaba en combinación para este mismo hecho por Carbó al mando del Sr. Gral. Torres, creencia que inmediatamente disipó mandando tocar la contraseña del cuerpo que correspondía a la tropa que venía mandando, cuya contraseña fue contestada con el monótono redoblar del tambor yaqui, instrumento que han usado siempre que se han organizado en partidas grandes, pudiéramos decir en verdaderos ejércitos, tomando en su enconosa ofuscación han creído que pueden las ramas del soldado del salvajismo y de la barbarie medirse victoriosamente con las de los soldados del orden y del progreso.
Luis Medina Barrón
Desde luego se rompieron los fuegos por ambas partes, siendo vigoroso y fuerte el primer empuje de los indios pues hicieron desde las primeras descargas tres bajas de individuos de tropa y mataron a otro. En esos momentos el Comandante Barrón mandó al Capitán Belma que tomara una pequeña altura que quedaba a la izquierda, lo que no se logró sino hasta el segundo asalto porque, comprendiendo los indios la importancia estratégica de esa altura, la defendieron resueltamente en el primero, y si sucumbieron, fue solo al empuje de los asaltantes federales. Entre tanto, el resto de la fuerza atacaba el centro del enemigo y ya veían los indios por una altura de la derecha con el objeto manifiesto de envolver a la fuerza, cuando apareció la que mandaba directamente el Sr. Gobernador, quien rápidamente se dio cuenta de la situación y para contener el avance envolvente de los indios destacó al teniente Coronel Rivera con la caballería, no solo a detener a los indios, sino a atacarlos, lo que logró valerosamente hasta llegar con sus dragones a la cumbre de la altura, en tanto que el enemigo descendía rápidamente. A este grado el combate ya se había hecho general, pues en los instantes en que Rivera atacaba la altura, Barrón había ido a auxiliar a Belma y unidas las fuerzas divididas al principio, atacaron con gran brío hasta llevar a su último reducto a los indios. El Sr. Gobernador había entrado personalmente con su fuerza y atacó con tal denuedo, que el enemigo, al pretender envolver, se vio hostilizado terriblemente por izquierda, derecha y centro, no tardando, como era natural, en presentarse para los indios la mas completa derrota con todo su espantoso cortejo de pánico, de abandono de muertos y heridos, de ayes de dolor, de gritos, de pavor y de vertiginosa huída.
Cerca de dos horas había durado aquel combate en que los indios pusieron en juego una de sus últimas terribles cartas para golpear en plena faz el rostro de la civilización que tanto han maculado con sus crímenes, que alcanzan los horrendos tintes de lo sombrío y que hacen dibujarse su tostada silueta sobre un fondo de sangre y horror. Para mengua de ellos y de sus traidoras armas y para prestigio del grupo que ahí se batió y del Sr. Gobernador y Jefes que lo acompañaron, entre los que hacemos especial mención de los justamente conceptuados como incansables y valientes soldados Comandante Barrón y Teniente Coronel Rivera, aquel sol de Abril de 1904 en que su obsesión y cretinismo los hizo creer que alumbraría un rudo golpe de sus armas criminales contra el baluarte de la civilización, solo alumbró ante sus desmesuradamente espantados ojos la sangre de sus broncíneas carnes y los jirones de sus fatídicos cuerpos, que rasgados ahí como harapos de humanidad maldita, recordaron fúnebremente una vez más a los supervivientes, como por sobre las ruinas del yaqui asesino tiene que levantarse la mano de la civilización lesionada.
¿Cuando un elogio puede vestirse con el ropaje de la sinceridad y de la verdad?. En varias circunstancias, pero muy particularmente cuando el que lo rinde pone de por medio el diáfano argumento de su ausencia. Y al terminar este libro yo me ausentaré de Sonora, y por eso es que sin que se tenga derecho a tildárseme de adulador, concluyó el relato de esta memorable y trascendental jornada, consagrando un voto de admiración y de respeto al Sr. Gobernador Izábal, no tanto porque siendo civil haya dado en el gavilán pruebas de talento de hombre de armas, sino porque, pudiendo amurallarse en los edificios de una ciudad y envolverse con los tibios calores del hogar, representante admirable del deber cumplido, va ejemplarmente a pasar las privaciones de las caminatas del soldado y a correr los peligros del combate. ¡A través de las distancias mi respeto siempre lo admira y a través de la ausencia mi mano siempre entusiasta estrechará su mano!.
Enterrados los muertos, recogidos los heridos y levantando el botín de esta batalla, el Sr. Gobernador Izábal se dirigió a Hermosillo con su fuerza y ahí conferenció con el Sr. Gral. Torres, quien ya había destacado a parte de la suya en persecución de los restos de la destrozada partida indígena del Gavilán, acordándose que el Sr. Teniente Coronel Gordillo Escudero y el Sr. Comandante Barrón con cien hombres siguieron las mismas huellas, lo que hicieron con el mejor éxito pues unos cuantos días después avistaron nuevamente al yaqui en el punto llamado La Centrada y nuevamente lo batieron hasta infligirle segunda derrota y completa, pues los indios dejaron sobre el campo bagajes, heridos y muertos y en alas de su derrota y de su pavor, se lanzaron en medio de la mas desesperante huída y de la mas completa desmoralización a las alturas y quebradas de las Sierras del Bacatete, en cuyas fragosidades han ido siempre a ocultar su desastres, a llorar su rabia y gemir su humillación, simiente despreciable y cobarde que han regado con sus lágrimas en encono al blanco para hacer brotar nuevamente la planta maldita de su barbarie y de su traición.
FIN…
Agradecemos a la Sra. Guadalupe Mendoza Monge
su contribución a la digitalización de este documento
Hermosillo Sonora, Marzo de 2008