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VIDA Y OBRA DE JESSE JAMES MAXWELL KING

Vida y Obra del Dr.

Jesse James Maxwell

King

 

Conferencia en Villa de

Ahome,Sinaloa, con motivo del

407 aniversario de su

fundación

Por C.P. Bernabé López Padilla

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Esta tarde vamos a recordar a un hombre que dejó profunda huella en nuestra querida Villa de Ahome, Sinaloa, un hombre predestinado que llegó desde el vecino país, los Estados Unidos de Norteamérica, para coadyuvar en el desarrollo de la región norte de Sinaloa, me refiero al benefactor de Ahome, el Dr. Jesse James Maxwell King, a quien la vox populi cariñosamente le llamó “Dr. Negro”.

Conociendo a fondo la vida de este personaje que vivió en la villa de Ahome, seguramente podrían escribirse cientos de páginas, narrando todas sus vivencias, las cuales no todas son color de rosa. Sin duda algo que se tendría que afirmar de inmediato es que fue un hombre muy bondadoso y muy inteligente.

El Dr. Maxwell nació en un pequeño  pueblo llamado  Brookhaven  ( Bru keyven) cerca de Jackson City en el Estado de Mississippi, E.U., el 8 de octubre de 1893, hijo de Peter  Maxwell  y Angeline King.

Pocos fuera de su familia supieron el nombre completo del doctor, a quien su padre le designó ese nombre por la admiración que tenía a un famoso bandido del viejo oeste americano llamado Jesse James, que era cuñado de su hermano, quien recordaba con admiración al bandido a quien se le tenía como generoso con la gente de pueblo.

Ya habían pasado 14 años de su muerte cuando nació nuestro personaje, el Dr. Maxwell, que vivió su infancia en condiciones de gran pobreza, ya que su padre era un peón.

Gracias a que desde pequeño mostró sus dotes de inteligencia y bondad, con dificultades y todo, logró avanzar en sus estudios y para 1914 ya era un estudiante de la carrera de medicina en la Universidad de Jackson ubicada precisamente en Jackson City, Estado de Mississippi, cuando E.U. entró a la primera guerra mundial y fue enlistado en el ejército en el Departamento Médico. Dicha universidad fue fundada en 1877 para atender a gente de color primordialmente y aunque ha cambiado de nombre varias veces, en la actualidad es una universidad muy prestigiada conocida como Jackson State University.

Hay que aclarar que a los estudiantes de medicina de Estados Unidos en esa época, que fueron reclutados para ir a la primera guerra mundial, se les prometió el título de Médico en reconocimiento a sus servicios, una vez que estos fuesen prestados.

Así, cientos de estudiantes fueron a la guerra a servir  a su patria y a la vez estudiar su carrera de medicina, como quien dice en vivo y a todo color, ya que la mayor parte de  sus pacientes fueron soldados heridos de gravedad y en esa época las amputaciones de miembros eran el pan de cada día y allí empezaron  también a  realizarse injertos en forma experimental, experiencias dramáticas  que vivió Jesse Maxwell y que seguramente nunca vivieron sus detractores de la villa de Ahome, que lo bajaban a la categoría de enfermero, en su inútil afán de  que su clientela lo abandonara. Vivir la experiencia de estar en una guerra es algo atroz.

Por sus servicios al ejército alcanzó el grado de Sargento según reza en su Acta de Baja del ejército de fecha 9 de noviembre de 1919, donde está registrado que participó entre otras acciones en la Expedición Punitiva a México de 1916 hasta 1917 y en la expedición norteamericana a Francia, de 1918 hasta noviembre de 1919. En reconocimiento a su actuación en el ejército recibió “la placa mexicana” y “la medalla de la victoria”.

 El Dr. Maxwell sirvió a las tropas bajo el mando del afamado General John Joseph Pershing en las llamadas expediciones a México persiguiendo a Francisco Villa y en la de Francia durante la primera guerra mundial...

Tal vez por ello anda el rumor histórico de que el doctor Maxwell fue especialmente comisionado a México para matar a Pancho Villa y que el doctor no quiso matarlo y que desertó.

Nada de eso sucedió, ya que la labor del doctor en el ejército fue la de estar en los hospitales móviles listo para atender a los heridos cuando fuera necesario o en hospitales bien estructurados para atender a los diversos enfermos o heridos y cualquier emergencia que se presentara.

En el documento en donde consta la baja del Dr. Maxwell no se consigna ningún hecho de guerra en que él haya participado activamente como soldado en actos bélicos, como son: enfrentarse al enemigo o colocar artefactos destructivos para acabar con él. Toda su participación se circunscribe puramente a salvar vidas, no a acabar con ellas.

Cabe aclarar que los soldados de color de los EE UU en Francia fueron segregados como reserva y para labores diversas en unidades estacionadas en puertos del Atlántico o fuera del campo de batalla; y hacemos  la comparación de la proporción de soldados de color enviados a batalla en relación con el número de soldados blancos, señalando que sólo una quinta parte del total de soldados de color estuvo en el frente, constituyendo una minoría, pues del total de soldados blancos se habían enviado dos terceras partes.

 Lo anterior debido a las ideas raciales que prevalecían entre los estadounidenses, aunque el General Pershing no precisamente comulgaba con tales ideas y en cambio, era un defensor de dar las mismas oportunidades a un soldado de color que a uno blanco y de avanzar por méritos en los campos de batalla dentro del escalafón militar, pero en aras de mantener una postura prudente siguió la línea preestablecida en forma discrecional.

 No quiero sugerir con esto que el Dr. Maxwell se haya encontrado dentro del supuesto racial y por ende se demerite el riesgo y el orgullo de su posición, quitándole el crédito de que él casi era, para ese momento, un médico certificado y que en función de su profesión ejerció como tal en las expediciones donde participó; más bien la intención de este comentario es para generar un poco de contexto.

Al término de la primera guerra mundial a las once horas del día once de noviembre de 1918, todos aquellos estudiantes de medicina que fueron reclutados con la promesa de darles su título de Médicos por los servicios prestados a su patria, en efecto fueron certificados como tales, así que al estar de vuelta en Estados Unidos se les entregó su título que los autorizaba a ejercer dicha profesión. En aquel país, todos esos médicos fueron muy respetados y a nadie se le llamó “enfermero”.

Pronto marchó a Hawai en donde laboró en el hospital de un ingenio azucarero de aquel lugar y como es obvio se relacionó con otros médicos jóvenes como él, quienes llenos de ilusiones y queriendo mejorar sus condiciones sociales y económicas, estaban dispuestos a correr las aventuras que fueran necesarias, de esa manera a finales de 1920 lo encontramos en Nogales, Arizona, frontera con México en donde conoció al Dr. William Chapman, quien a su vez fue contratado por Benjamín Johnston para laborar en el hospital de la United Sugar Company en Los Mochis, Sinaloa.

Cabe aclarar que durante su estancia en el ejército de los Estados Unidos el Dr. Maxwell se hizo un especialista en atender casos de traumatología y como es fácil imaginar en heridas graves producidas por las armas de todo tipo y por ello su práctica quirúrgica era muy importante.

El Dr. Chapman lo invitó a formar parte de su equipo en Los Mochis y así fue que llegó a México en noviembre de 1920 y como por esa época era muy común que los trabajadores del campo cañero frecuentemente se herían con sus” truchas”, unos accidentalmente y otros intencionalmente, el Dr. Maxwell fue enviado provisionalmente al campamento del trapiche El Águila.

Su índole y estilo amable aunada a su capacidad intelectual, le valió que la gente lo reconociera y pronto todos querían que los atendiera el Dr. Negro como cariñosamente le decían.

Cabe señalar que por esos tiempos nuestros indígenas descendientes de los ahomes y zuaques principalmente, laboraban en los plantíos de caña, y se puede decir que la gran mayoría eran prietos, por lo que encontraron un personaje importante que era el Doctor, del color de su piel y aún más prieto, así que se identificaron con él y lo adoptaron como suyo al grado que siempre querían que los atendiera el doctor Negro y no otro.

Todos esos factores sirvieron para que el Doctor Maxwell se quedara en Ahome como Jefe del pequeño hospital al que llamaban “la enfermería”; motivo por el cual los médicos detractores del Dr. Negro le llamaban peyorativamente “El enfermero” y donde se paraban hacían comentarios negativos tratando de desprestigiarlo, ya que en vista de las labores altruistas del doctor Maxwell, sus colegas, que no competidores, casi no tenían trabajo, mientras en la casa del Dr. Negro, la gente se amontonaba esperando que los atendiera.

Y era comprensible, primero porque lo reconocían como un gran médico, segundo, porque sabían que con dinero y sin dinero el doctor los atendía y tercero, porque nadie va a ver a un médico malo.

“El que peca a los ojos de su Creador, ¡que caiga en poder de los malos médicos!”. Asentado está en las Sagradas Escrituras. (Sirácides 38,15).

Así que por todas esas razones al Dr. Maxwell se le asignó   la casa que ahora habitan sus descendientes en donde una recámara fue acondicionada como consultorio, de tal manera que en una emergencia el enfermo fuera tratado de inmediato, ya que como todos sabemos hay veces que los segundos significan vivir o morir. Dicha construcción data de 1900 según nos explicaron sus familiares, por lo que es de una antigüedad de 112 años a la fecha.

En el extremo noroeste de la casa, casi en ruinas, estaban las áreas dónde el doctor Maxwell recibía y atendía a sus pacientes. Queda de eso todavía las paredes y uno de los escritorios donde despachaba sigue en su lugar, también una vieja máquina de escribir “Remington” de aquella época traída por él desde los Estados Unidos, así como algunos muebles como la vitrina donde guardaba el instrumental que ahora es un librero en una esquina del salón de la casa y un escritorio de maderas finas maltrecho.

Como era de suponerse, el amor tocó a las puertas del corazón del Doctor y un once de junio en Mayocoba, a donde acudió como invitado a la tradicional fiesta del día de San Bernabé, conoció a la señorita María Valenzuela Montoya originaria de Mochicahui pero avecindada en Mayocoba en el momento del flechazo, y a partir de entonces todos los días iba a visitarla el Dr. Maxwell.

Jesse y María se casaron y procrearon cuatro hijos: JESSE JAMES, MARÍA DE LOS ÁNGELES, MARÍA LUISA y FRANCISCO.

Al iniciarse la II Guerra Mundial (1939-1945) fue llamado una vez más a integrarse a las filas del ejército de los Estados Unidos, negándose a ello, alegando que él desde 1920 radicaba en México y que ya había servido a cabalidad a su patria durante la primera guerra mundial.

Sin embargo a él como a muchos otros, miles, se les enteró que la continuidad de la pensión que recibía como veterano de la primera guerra le sería condicionada de persistir en su negativa, de modo que a partir de 1940 se reincorporó como médico militar al ejército de E.U...

Según la historia oral de la familia, pronto lo enviaron a Londres, Inglaterra, y asignado a un hospital en donde pasó los más cruentos bombardeos que hicieron los alemanes entre septiembre y noviembre de 1940.

En esa segunda guerra mundial, fue trasladado a diferentes frentes, por lo que estuvo en Filipinas, y otras islas del Pacifico en las tropas al mando de Douglas Mc Arthur, otro de los Generales famosos de los Estados Unidos.

En Hawaii, se encargó de la desintoxicación y rehabilitación de soldados adictos a las drogas, por lo que en ese tenor alcanzó muchos conocimientos y tuvo la satisfacción de salvar a muchos hombres de las garras de las drogas.

Cosas de la vida, los soldados norteamericanos fueron inducidos por el gobierno de su país a entrar al terrible infierno de la adicción a las drogas, las cuales les daban supuestamente para que “agarraran valor”,  ya que muchos soldados fueron  por la fuerza a participar en una guerra que no consideraban suya; y hasta la fecha sigue siendo igual cuando van a invadir otras naciones para satisfacer las necesidades de los capitanes de las industria bélicas y otras industrias que son correlativas .

No se tiene el dato de cuando regresó el Dr. Maxwell de la segunda guerra mundial, lo que sí se sabe es que el continuó sirviendo a los peones del campo ahora convertidos en ejidatarios miembros de la SICAE y en su consultorio particular a todos los pacientes externos que se convirtieron en sus clientes antes de irse y que al regresar su doctor Negro, volvieron con su médico de cabecera.

Como es de suponerse, en su estancia en hospitales militares de un país poderoso el Dr. Maxwell adquirió nuevos y mejores conocimientos y tuvo acceso a tecnologías más modernas, por lo que su ausencia de esta región le sirvió de actualización, por lo que fue adquiriendo una mayor fama, al grado que de pueblos lejanos de Sinaloa y de Sonora, llegaban a diario pacientes, por lo que su jornada de trabajo era muy agotadora.

Con todo y eso, seguía atendiendo gratuitamente a los indígenas pobres y a todo aquel que no tuviera para pagar, los cuales a veces traían animalitos para abonarle así.

Durante la ausencia del Dr. Maxwell, los médicos que atendían a los enfermos de la villa de Ahome y pueblos circunvecinos estuvieron felices, ya que muy de acuerdo entre ellos, cobraban las mismas cuotas por sus servicios y no tenían la competencia del “enfermero” como ellos llamaban al Dr. Maxwell que como ya dije cobraba módicas cuotas y a veces ni eso.

Hablar del Dr. Maxwell es contar miles de anécdotas de tantas y tantas familias que ocuparon sus servicios, muchas señoras con las que he platicado me informaron que ellas fueron recibidas en este mundo por el Dr. Negro y que durante su infancia y juventud también él las atendía y que cuando llegó la hora para ellas de ser madres, el Dr. Maxwell las atendió. Todas coincidieron en que era un gran médico y que no confiaban en otro como lo hacían con él.

Otra persona me contó que su madre que era de esta región, vivía en Culiacán y que al enfermar la llevaron a diferentes médicos allá en la capital del estado, todos ellos muy prestigiados galenos, y su mamá no se aliviaba. Hasta que ella misma sugirió que la llevaran con el Dr. Negro hasta Ahome; nosotros nos oponíamos- me dijo- ya que los mejores médicos de Culiacán la estaban atendiendo; pero un día, decidimos traerla con el Dr. Negro y después de esperar varias horas para que la atendiera, entró mi madre al consultorio. Cuando salió, era otra, ya venía sonriendo y en el camino de vuelta a Culiacán hasta iba cantando sus viejas canciones. ¿Qué le dio o que le dijo el Dr.? Nadie lo sabe.

Y así como esta anécdota hay muchas parecidas.

La vida del Doctor Jesse James Maxwell continuó y por varios años su economía fue boyante, al regresar trajo un automóvil de lujo que era la envidia de muchos de los ricos de esa época, el cual le pedían prestado las autoridades municipales cuando llegaba a Ahome algún personaje importante de la política que querían atender, y el doctor siempre cooperativo se los prestaba.

Por esos años de tanto trabajo, entró en bonanza y fue adquiriendo huertas de mangos y terrenos, etc.,  y todos sabemos que un hombre pobre es un pobre hombre, y el rico se convierte en un imán para atraer a mucha gente; unos por la amistad y otros por intereses egoístas; así que sus descendientes recuerdan que por entonces había frecuentes reuniones en las huertas propiedad del doctor con gente que incluso llegaba desde Los Mochis, La Higuera, San Miguel y otros partes a disfrutar de los banquetes que allí se daban.

Eran fines de semana de película, mucha gente, grandes amigos, opíparas comidas, bebida en abundancia, música en vivo, en fin los grandes saraos y el Dr. Jesse Maxwell siendo el centro de atención de aquellos sus amigos, los notables de Ahome y pueblos cercanos que lo trataban con mucha deferencia.

Tristemente hemos de decir que muy pocos de todos esos sus amigos, le obsequiaron el mismo trato preferencial a Doña María, su viuda, una vez que falleció el doctor.

 Cuenta su hija, la señora María Luisa que su madre acudió a las personas que su marido estimaba, a las que muchas veces recibió ella en su casa, y a los que su esposo atendía en su salud, a veces dándoles las medicinas,  cuando tras enviudar y encontrarse a sí misma en necesidad económica, esas mismas personas le fueron cerrando las puertas antes de lo que pudo imaginar.

Claro que hubo algunas amistades que ayudaron a la familia, pero no estaban en condiciones de hacerlo eternamente.

Finalmente continuaron los años en una franca decadencia que es notable ahora que la casa de más de 112 años está arruinada por la falta de conservación, el antiguo consultorio y sus habitaciones accesorias derrumbados, a merced de los animales y el desgaste, y es evidente que ahora los descendientes del doctor no gozan de esos días de holgura económica lo que no obsta para que María Luisa Maxwell y sus sobrinos siempre tenga las puertas de su casa abiertas para recibir a quien la quiera visitar de aquellas personas que fueron amigas.; allí  junto con sus sobrinos, el señor Walter Ramón y la Señora  Miriam Valenzuela Maxwell siempre están dispuestos a atender a sus amigos y visitantes.

Ciertamente sus condiciones económicas son difíciles, lo que un día fue ya no lo es, pero, sus descendientes conservan algo muy valioso, su dignidad, y todos los valores morales que Jesse James Maxwell les supo inculcar. Poseen una dignidad que pocas veces reconocemos porque consiste en el honor de ser, en cuidar el prestigio del apellido que llevan y que lo demuestran, y que no obstante la adversidad, lo siguen representando y en sus actos los guía el recuerdo amoroso que de él hacen, una convicción que pensaba existente sólo en el ideario, pero que con sólo un vistazo, una breve conversación con esos pocos familiares que habitan esa casa, es suficiente para comprenderlo.

Conocer en el presente a estas personas arma un retrato de quien los hizo así, pintando con los mejores colores la figura que fue ese doctor Jesse James Maxwell, que para la gran mayoría de los habitantes de la villa de Ahome, y los del norte de Sinaloa, es hoy un desconocido, porque la gente de edad no platican de él ni de muchos otros personajes históricos de la villa de Ahome, salvo honrosas excepciones.

No puedo dejar de recordar en este momento a un hombre ejemplar nacido en la Villa de Ahome, el Lic. Alfredo Valdez Montoya, uno de los mejores gobernadores que ha tenido nuestro estado, al que Sinaloa le debe tanto y que muchos echaron al olvido.

 Por ello, los descendientes del Dr. Maxwell tienen presente con mucho cariño y respeto a Doña Blanca López de Moreno, esposa de Don Felipe Moreno Rosales quien fue presidente del municipio de Ahome de 1984 a 1986, periodo en el cual se construyó un parque infantil al que se designó con el nombre de Dr. Jesse Maxwell, el cual será remodelado en breve por el gobierno del estado.

La Comisión de Historia y Cultura de Los Mochis, A.C. se ha echado a cuestas la tarea de recordar a nuestros héroes regionales, y últimamente hemos homenajeado a varios hombres que fueron parte de la afamada SICAE.

Hoy hemos recordado al  Dr.Jesse James Maxwell, quien por muchos años prestó sus servicios a la SICAE, hombre que dejó su patria  para establecer un hogar en otra tierra muy distinta y encima tomarle un apego tal, que habiendo conocido otros lugares del mundo y visto realidades tan diferentes de la nuestra, pudiendo elegir una nueva vida para sí y para los suyos, prefiriese regresar a México y más que eso,  todavía servir con sentido filantrópico a la tierra que lo adoptó como suyo, la villa de Ahome, que hoy celebra  407 años de existencia contados a partir de que llegó a este lugar el misionero  Padre Andrés Pérez de Rivas.

A los descendientes del Dr. Maxwell les decimos: que Jesse James Maxwell seguirá viviendo en el recuerdo de esta villa de Ahome, y que hay que continuar, no obstante las adversidades, manteniendo gallardamente la imagen de esa persona humana incorruptible que dio un ejemplo grandioso de honestidad y bondad, no sólo a su familia, sino a un pueblo al que le sirvió con alma, corazón y vida.