- Publicado: Domingo, 29, Abril 2018 01:56
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Cuantas veces en la vida hemos escuchado la frase: “mi padre fue un gran hombre”; seguramente que miles de veces, y tiene que ser así porque la mayoría de los padres eso fueron para sus hijos, porque salvo excepciones, casi todos los hijos recordamos cosas bellas de nuestros padres y de nuestra madres, y si ellos por cosas de la vida no fueron tan buenos como decimos, en nuestra mente sobre salen las cosas buenas y estas hacen olvidar o pasar a segundo plano, algo que no fue bueno y que perdonamos, apoyado en la máxima aquella de los griegos: errare humanum est; es de humanos equivocarse.Y así somos los humanos, tenemos la capacidad de perdonar, y no tan sólo a nuestros padres, también a otras personas humanas, como dijo el músico poeta Agustín Lara: “yo conocí el amor, es muy hermoso, pero en mí fue fugaz y traicionero; volvió canalla lo que fue precioso, pero fue un gran amor y fue el primero”. Fue un poema que le dedicó Lara a su primer amor.
Y traigo a colación el tema del padre porque hace días me encontré con un viejo amigo que se acordó de mi padre y tuvo muchas alabanzas para él, cosa que le agradecí, y después en la soledad de mi despacho, reflexione sobre dichas alabanzas y ciertamente mi padre se las merece; sembró amistad y amor, y la gente que lo recuerda siempre me habla muy bien de él y, yo como su hijo, me siento muy contento de haber tenido a un padre como él; siempre lo he dicho, fue mi superman, desde niño lo admiré y ahora de viejo lo admiro más.Evidentemente que casi todos los hijos asi vemos a nuestros padres, y al menos los amigos con los que he tocado este tema, hablan de sus papás como si fueran los mejores del mundo y cuentan las mil y una hazañas que ellos vieron hacer a su padre; y recuerdo el caso de una amiga que me contaba que su padre había engendrado más de 50 hijos, claro, con distintas mujeres, y lo contaba con mucho orgullo; y ella se dio a la tarea de buscar a sus hermanos y me decía que una vez hizo una fiesta a la que asistieron 35.Mi padre era un súper hombre decía, guapo, blanco, ojos azules, de más de 1.80 de estatura, las mujeres lo buscaban.Oh si, le decía, era un santo bajado del cielo, viejo pícaro inmoral, pero ella nada más se reía y decía: tan lindo mi padre.
Hoy leí una declaración de Gilberto Dihigo, un periodista avecindado en E.U. hijo del legendario pelotero cubano Martin Dihigo, uno de los peloteros cubanos más famosos en todos los tiempos que jugara en México por allá en los 40s. “Y quiero que sepan los amigos que cuando la Fundación Martin Dihigo comience a funcionar a plenitud uno de sus primeros compromisos es erigir una estatua de Martin Dihigo para ese pueblo que lo recuerda y mantiene vivo su recuerdo. En resumen Torreón fue una excelente sede para la presentación de "Mi padre El Inmortal".Ciertamente, Martin Dihigo está en varios salones de la fama de países donde el béisbol es deporte favorito, empezando en Cooperstown de E.U.; su hijo escribió un libro como para que su padre viva en la memoria de miles de personas y así deberíamos hacer nosotros aunque sea un libro para la familia nada más, a fin de que nunca la familia olvide a nuestros padres.
SABOR A MIhttps://youtu.be/-fI2Eubh74k Dale click