Hilos de Plata.
Por Bernabé López Padilla
Esta vez rescatamos un escrito de Jorge Luis Telles con el que recuerda a dos personajes de la política sinaloense: Marco Antonio Fox Cruz + y Jaime Leopoldo Valdez López, muy queridos por mí .
Agenda Politica
Escrito por Jorge Luis Telles Salazar
Domingo 04 de Mayo de 2014 04:00 AM
A Marco Antonio Fox lo conocí una mañana primaveral del ya lejano año de 1990, en la ciudad de México. Me lo presentó un amigo común, Jaime Leopoldo Valdez López, justo en unas lujosas oficinas de un no menos digno edificio ubicado por la avenida Insurgentes, en la zona sur de la capital del país. Ahí despachaba Marco Antonio, entonces funcionario de buen nivel del gobierno del Distrito Federal.
Por aquellos tiempos, su servidor radicaba provisionalmente en la ciudad de México, donde caí tras el éxito del complot de algunos amigos para expulsarme del ya finado Diario de Sinaloa, a mediados de la administración gubernamental de Francisco Labastida Ochoa. Afortunadamente, allá, en el DF, don Mario Vázquez Raña me abrió las puertas de la Organización Editorial Mexicana – tras una trayectoria de 14 años de trabajo en su periódico de Culiacán -, con la promesa de nombrarme director de El Sol de Sinaloa y El Sol de Culiacán, circunstancia que se dio 18 meses después.
En esos años, la paga era poca y muchas las necesidades, como muchos también los deseos de viajar a Culiacán, cuantas veces fuese posible. Mis hijos eran muy pequeños y me necesitaban cerca. Un boleto de avión era, entonces, lo más preciado para un servidor. Y en mi situación de exiliado no era fácil la obtención de este beneficio. Ya sumaban cuando menos dos los portazos de “amigos” bien acomodados en el servicio público – “lo que se te ofrezca ¡ya sabes!” (Dios mío ¡cuánta falsedad) - de tal modo que temía correr la misma suerte con Marco Antonio Fox.
Y Jaime Leopoldo Valdez, que era algo así como mi ente protector en esa salvaje selva que es el Distrito Federal, fue al grano con el “Torito” de los Mochis, hijo del más priista de todos los priistas de Ahome (don Miguel Angel Fox, siempre acompañado por Roberto Pérez Jacobo) y hermano de Miguel Angel, a quien llegó a mencionársele, en no pocas ocasiones, como posible sucesor de Antonio Toledo Corro en la gubernatura de Sinaloa. Miguel Angel es el padre del conocido productor de Televisa que lleva su mismo nombre, para su información.
= Aquí el joven Telles – le dijo – requiere con urgencia viajar a Culiacán, este viernes, para saludar a su familia; pero tiene un problema: no tiene un pasaje de avión, ni mucho menos dinero para comprarlo.
= Entonces no tiene ningún problema; mi secretaria le entregará el boleto en media hora, a lo sumo – contestó Marco Antonio, con una ancha sonrisa y con un guiño de ojos con Jaime Leopoldo, quien al salir de sus oficinas, me comentó: “Te lo dije, “el Toro” es un tipazo y además es como mi hermano…nomás que no hay molestarlo tan seguido. ¿De acuerdo mi George?
Ahí nació una gran amistad, cálida y sincera, que se consolidó con el paso de los años, cuando Marco Antonio Fox, justamente de la mano de Jaime Leopoldo Valdez, regresó a Sinaloa en mayo de 1992, dentro del equipo de trabajo del ingeniero Renato Vega Alvarado, candidato del PRI al gobierno del Estado. Fox se hizo cargo del área de finanzas y Jaime, de comunicación, junto con Rafael Borbón Ramos. Llegados los tiempos, Marco Antonio ocupó la secretaría de administración y finanzas y Valdez López retornó a la ciudad de México, con las manos vacías, tras la decisión del ya gobernador electo de invitar a David López Gutiérrez (hoy fuerte aspirante a la candidatura gubernamental) a ocupar la coordinación general de comunicación social del gobierno del Estado.
Fue un duro golpe para Jaime, del cual se repuso pronto, afortunadamente. Para Fox Cruz, en cambio, inició su etapa de gloria en la vida pública de Sinaloa, al convertirse, de hecho, en el hombre fuerte de Renato, junto con Francisco Frías Castro, en la secretaría general de gobierno. Desde entonces y hasta unas semanas antes de su inesperada muerte, mes a mes (con cargo o sin él) este columnista recibía una invitación a desayunar en algún sitio de la ciudad; habitualmente en el restaurant “Camichin” del motel Tres Ríos, a la salida Norte de la ciudad. Fox también almorzaba, de manera frecuente, con los periodistas Martín Mendoza y Juan Pablo Espinoza, así como con el doctor Tomás Sánchez, su secretario particular en el gobierno de Vega Alvarado.
En su época como secretario de Administración y Finanzas del gobierno del Estado, cuando Fox hacía su arribo al establecimiento, en automático “las bancas se vaciaban”, como se dice en el lenguaje beisbolero, al momento de una riña entre los dos equipos contendientes. Todo mundo presentaba sus saludos al tesorero estatal. Después de 1998, solo le extendían la mano de lejos, como haciéndole el favor, a lo que Marco Antonio respondía con una discreta sonrisa, reflejo de una personalidad sobria, atenta y educada.
Casualmente no hace mucho, cuando abandonábamos el “Tres Ríos”, acompañados del amigo Víctor Torres, dejamos a Fox en la puerta de su modesto automóvil nissan, al tiempo que me tomé la osadía de increparlo:
= Marco: no chingues. ¿A quién quieres engañar con ese carro? Asígnate algo más seguro. Tu viajas mucho por todo el Estado y requieres de seguridad, más que de comodidad. Digo.
Me contestó:
= Así está bien viejo. El “tsurito” está muy bueno hombre y viajo muy agusto. Además, como Auditor Superior del Estado tengo que pregonar con el ejemplo. ¿No creen?
Y justo manejando ese “tsurito” es que Marco Antonio perdió la vida , a raíz del trágico accidente sufrido la tarde del miércoles 16 de abril, cuando se trasladaba al puerto de Mazatlán a disfrutar los días de Semana Santa, al lado de su esposa Marina, sus dos hijos y sus nietos. Que un infarto, dicen, causó el percance; que lo seguía otro auto; que conducía sin cinturón de seguridad y a exceso de velocidad, según los peritajes.
Como haya sido: volcadura fatal a final de cuentas.
Hubiese querido escribir de Fox, de sus experiencias personales tras la conclusión de su responsabilidad en el gobierno de Renato Vega Alvarado; de sus aspiraciones políticas – soñó con la presidencia municipal de Ahome o de la de Culiacán, incluso -; de sus inquietudes de mantenerse en activo al frente de la Cruz Roja local y estatal y de la manera en que llegó a la Auditoría Superior del Congreso del Estado, luego de un acto de magia de altura por parte del diputado Francisco Javier Luna Beltrán, al lograr el voto “27” requerido para la mayoría calificada necesaria, ante la incredulidad del entonces presidente del comité estatal del PAN, el ingeniero Francisco Solano Urías.
Nunca pasó por mi mente, escribir de su inesperado fallecimiento, ni mucho menos la manera en que dejo este mundo. Lamento no haber asistido a su despedida; pero, cuando esto sucedió, ya estaba muy lejos de Culiacán.
Descanse en paz, el amigo Marco Antonio Fox.