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El Papa, la religión y la política: un punto de vista protestante

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Colaboración de Don José Carlos DeSaracho.

 

 

El Papa, la religión y la política: un punto de vista protestante

Los propósitos de San Juan Pablo II y el papa Francisco en su viaje a Cuba eran diferentes El papa Francisco eligió no hablar de las libertades a las que pueden aspirar los cubanos

 

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OLGA CONNOR

Ante todo, quiero confesar que, después de haber estado en una escuela de monjas y en una institución laica como lo era el Instituto de la Víbora, a la edad de 15 años me hice presbiteriana, una religión considerada protestante o evangélica, en la Iglesia de Salud, La Habana. Luego fui maestra bíblica dominical desde la adolescencia en diferentes ciudades: La Habana, San Juan, Puerto Rico, y en los repartos o suburbios de Filadelfia, Pensilvania, como Lansdale y Bryn Mawr.

Tomé esa decisión porque quería estar en una congregación donde precisamente no hubiera ni obispos ni papas y donde se leyera del libro personalmente. Es decir, de los libros de la Biblia. Muchos años más tarde me enteré de que no todo lo que está en la Biblia es “kosher”, para usar la palabra judía que quiere decir limpio, perfecto, correcto, sin adulteraciones. Pero eso es tema de otro día. De modo que acepté también la revelación como fuente de las creencias, cosa que es importante para la teología en la Iglesia Católica.

Pero para analizar el tema del papado lo primero que hay que entender es el contexto histórico. Y es que esta Iglesia que tiene Papa se denomina católica, apostólica y romana. La primera palabra quiere decir, universal, la segunda que viene de los apóstoles, que fueron 12, y la tercera que viene del Imperio Romano. Porque romana no quiere decir solamente que se estableció en Roma, sino que lo decidió un emperador romano, Teodosio en el año 380; no se olvide esto.

Luego, es una Iglesia que dominó al Imperio, finalmente, pero el Imperio la usó para dominar al mundo. Y aquí está la cuestión del versículo del Evangelio donde Jesús mirando una moneda que se usaba para pagar los impuestos con el rostro del César le responde a un oficioso: “¿Qué cara está en la moneda? Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

¿Es eso lo que ha hecho el papado? Y no se me malinterprete. Yo fui a Cuba con Juan Pablo II, y grité “Viva el Papa”, en la Calle Paseo, del Vedado, cuando llegaba el Papa Móvil frente a las cámaras de la televisión norteamericana. Pero lo hacía por razones políticas, sabiendo que el Papa Juan Pablo II era un probado anticomunista que había alentado a los feligreses en su país, Polonia, y que no nos iba a defraudar, como no lo hizo. Porque los Papas no son religiosos solamente, apoyan a los Césares, pero solo a aquellos con los que ellos comulgan. Juan Pablo II no apoyó al César Fidel Castro, apoyó la idea de la libertad. Yo estaba allí en aquella plaza Cívica (llamada de la Revolución, aunque la construyeron antes) y todo el mundo cantaba “Libertad, Libertad, Libertad”. Y se sabía a qué libertad se referían los cubanos de a pie. A la que proclamaba el Papa.

Desde la Edad Media el Papa tiene un principado, un estado, que es el Vaticano. Es imposible que la gente no se dé cuenta de que en ese enclave hay embajadores de todos los países, ya que el Papa es un príncipe político, un jefe de estado, no solamente un jefe religioso. Es una idea muy antigua basada en las costumbres grecorromanas y en las judías del tiempo de Jesús y desde mucho antes. ¿Qué cosa si no en tiempos de Jesús era Herodes el Tetrarca de Jerusalén; qué eran David y Salomón, sino reyes ungidos por la religión hebrea?

¿Y por qué a Isabel y a Fernando les llamaron los Reyes Católicos? Porque expulsaron de España a todos los que no eran católicos. Porque Isabel de Castilla, contra sus propios deseos, tuvo que obedecer al Papa. No podía desobedecer lo que unía el orden del mundo en ese momento histórico, porque Europa no estaba compuesta por naciones, sino por regiones. Y nominalmente era parte del Sacro Imperio Romano que se formalizó con Carlos I de España, y V, como sucesor de Carlomagno en la Europa de entonces, para establecer el orden mundial, apoyado por el Papa, claro está, como explica Henry Kissinger en su libro World Order (Penguin).

Este Papa actual, Jorge Mario Bergoglio, argentino italiano, sobrenombrado Francisco por el santo de Asís, no es anticomunista, es anticapitalista. Sus tendencias son hacia la humildad y el socialismo expresadas en todas sus acciones. Él mismo lo ha comunicado con palabras y en el país de un socialista, en Bolivia. Fue alumno del teólogo jesuita Juan Carlos Scannone, fundador de la Filosofía de la Liberación y de la Teología del Pueblo, corriente autónoma en Argentina de la Teología de la Liberación, entre 1967 y 1970. Y según sean las ideas políticas del Papa, así será la inclinación de la iglesia romana en estos momentos. A mí me encanta que el Papa critique lo feo del capitalismo, pero me gustaría que incluyera a los dictadores izquierdistas que se lo roban todo, que son los mayores capitalistas del mundo, porque no tienen competencia alguna en sus países. Y ahora que en Cuba se están abriendo las puertas a muchas actividades particulares, de la propiedad, de cuentas en los bancos, etc., ¿qué trabajo le hubiera costado a Francisco, como buen pastor, decir algo en este sentido de las libertades a las que pueden aspirar los cubanos, él, que ha tenido un papel fundamental en relacionar a los antiguos enemigos con todo el poder del Vaticano, y por fuerza prestarles oídos a los desvalidos cubanos?

La teocracia fue sustituida en el siglo XX por las ideologías al estilo platónico –ya lo dijo en sus libros Karl Popper– en las que un líder totalitario estilo tribal encerraba todo el poder en el nombre de las masas. Ellos, Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, sustituyeron en la vieja Europa el poder omnipotente de los reyes. En América Latina, también ha habido dictadores, pero no eran totalitarios, ese modelo ideológico lo imitó solamente el cubano Fidel Castro, aprovechándose de la Guerra Fría.

Que el Papa quiera relaciones de Cuba con Estados Unidos ahora me parece bien. Cuba se cerró a sí misma, y a propósito, para controlarlo todo. Creo que las aperturas son más pragmáticas y liberadoras que las cerraduras. Pero que eso no esconda la verdad. Que en Cuba no hay derechos humanos, ni partidos políticos, ni libertad de expresión, ni de locomoción. Todavía no hay escuelas religiosas. Está empezando a haber libertad de los negocios, pero no se olvide que se están haciendo en muchos casos con propiedades robadas a sus originales dueños. Si hubiera cambiado el gobierno a un estado de derecho, las propiedades habrían vuelto a sus antiguos dueños o herederos, como ha sucedido en países del este de Europa. ¿O es que el séptimo y décimo mandamiento de no hurtar y no desear los bienes ajenos ya no existen en el decálogo de la Iglesia Católica?

Y es que todos los 10 mandamientos judeocristianos han sido quebrados en la política de Cuba. Esperemos que con la iluminación del Vaticano se vayan restituyendo, ya que hasta los que no son cristianos los respetan, porque son una base ideal para la convivencia civil y política de cualquier sociedad. Que por lo menos eso quede, además de la idea del diálogo, que es lo que principalmente promulgó en su visita a Cuba el Papa Francisco.

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JUAN PABLO II NO APOYÓ AL CÉSAR FIDEL CASTRO, APOYÓ LA IDEA DE LA LIBERTAD. YO ESTABA ALLÍ EN AQUELLA PLAZA CÍVICA Y TODO EL MUNDO CANTABA “LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD”