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Pecados en el reino. Estrictamente Personal.
Febrero 10 de 2015.
Agradecemos al C.P. ENRIQUE BRICEÑO LEÓN el envío del siguiente artículo:
Por Raymundo Riva Palacio
“No lo olviden –dice una línea en el libreto de una influyente obra musical de los 60 en Broadway– hubo una vez un lugar que por un breve instante de luz fue conocido como Camelot”.
Síntesis de la magia y la leyenda, desde ese castillo el Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda libraron las batallas más difíciles contra los bárbaros, y desde que a la presidencia de John F. Kennedy se le llamó la de los mil días de Camelot, se convirtió en metáfora de líderes cuyo carisma escondía la realidad. La presidencia de Enrique Peña Nieto tiene analogías con el periodo corto de Kennedy en la Casa Blanca, a quien su asesinato opacó el juicio histórico de gobierno, mientras que a Peña Nieto, ante el cruel vigor de las redes sociales, el juicio es en tiempo real. Carisma no suple la eficiencia, pero cuando se agrega la soberbia, es como suicidarse políticamente. Peña Nieto se encuentra en esa ruta, revolcado por un remolino del cual no puede salir, que lo muestra con una personalidad radicalmente distinta a la que tenía antes de llegar a Los Pinos. Aquel político confiado en sí mismo, seguro de sus acciones, ejecutivo y líder, es hoy todo lo contrario. Fue patético escucharlo decir la semana pasada al presentar al nuevo secretario de la Función Pública “ya sé que no aplauden”, y lo volvió instantáneamente en mofa nacional y mundial. Esperar un aplauso de la prensa es un sin sentido, pero más allá de lo anecdótico de la frase, el sólo pensarlo refleja otras cosas. En Peña Nieto hay frustración y mal entendimiento sobre el papel que juega. La coreografía de los eventos políticos cuando era gobernador y candidato, junto con un carisma irradiante ante multitudes que se enamoraban de él cuando el escrutinio público aún no mostraba sus debilidades, no era realidad. Servía con fines propagandísticos y electorales. Pero cuando piensa que él crea esa realidad, es buscar el Camelot perdido. Cada vez que Peña Nieto choca con la realidad, corre al Estado de México donde la coreografía y la simulación le devuelve el no espíritu.
Aquí sí me quieren, dijo hace pocas semanas en un evento. ¿De verdad? espíritu. Aquí sí me quieren, dijo hace pocas semanas en un evento. ¿De verdad?