Agradezco a la Sra. Malúa Gavilanes el haberme invitado a participar en el libro-homenaje “Adrián García Cortés; forjador de sueños y pasiones”. Una obra colectiva que recoge de los autores, a manera de kibutzim, lo que Don AGC sembró en terrenos sin importar, topografía u orografía, en cerros y honduras, sean de riego o de temporal, en cualquier época del año. De todos ellos cosechó; AMISTAD. Esta que reunió a diferentes, sin que lo supiéramos. Amistad que aprecio mucho más, gracias a los testimonios espléndidos de los participantes en este libro.
AGC se definía como un promotor cultural, yo lo traté como un precipitador cultural. Un diletante provocador en duda constante, como los sabios, gracias a su amplia cultura y viajura. Para muchos era un periodista, (pendiente premio estatal de periodismo). Para otros fue un historiador y cronista. Fue pues todo eso y, MÁS.
Un promotor cultural pero de la información. Un Castells sinaloense, si no en lo teórico, si en lo práctico. Sea como generador y divulgador, sea en su búsqueda y resguardo, sea en la socialización y liberación de la información. En nuestros intercambios quedó claro que no hay que promover solo la cultura impresa, que ha permeado distintos aspectos de nuestras vidas. Tal vez no sea lo mismo para la próxima generación de lo virtual, pero aún para ellos será determinante tener memoria.
La cultura de la información impresa existe mucho antes de Gutenberg. En Corea del Sur, en la provincia de Gyeongju, está la biblioteca más antigua del mundo creada en los años 800, junto con sus archivos es reconocida como patrimonio de la humanidad. Libros y archivos realizados con la Tripitaka coreana, una imprenta de caracteres móviles hecha de madera de abedul blanco, que funcionó entre 900´s y 1400´s de nuestra era. Con ella se imprimieron (en madera) los escritos de Confucio, la mayoría de las escrituras budistas conocidas, los primeros abecedarios coreanos y chinos, la primera gramática coreana, las disposiciones oficiales de emperadores y nobles. El abecedario y gramática coreana contiene no solo la forma de las letras, explica además su sonido. La técnica del grabado en planchas de madera (xilografía) tan valorada en oriente se usó para imprimir carteles, almanaques, órdenes oficiales y otros, que igual se archivaban. Su rol era ayudar a iletrados. Y desde luego, cuentan parte de la historia de las ciudades. Un día después de visitar esta biblioteca-archivo ancestral, y de haber pensado en él frente a esas joyas de la humanidad, me enteré del fallecimiento de Don AGC.
Dentro de la cultura de la información que Don AGC promovió, está la que sirve para tomar decisiones (lo escribí en este libro). Aquella que debe resguardarse como parte de la historia de una comunidad. Por ello proyectó el resguardo integral de los archivos municipales (de trámite, de concentración y el histórico, no muerto). Este último, para que los historiadores con los instrumentos y las técnicas adecuadas den vida a esos archivos, obtengan conclusiones, hagan propuestas críticas en los hechos riesgosos de repetir errores. Que saquen más información de los documentos que lo que dicen las letras escritas. Hay cosas de estilo (desde cuando los documentos oficiales se despiden con el atentamente) hay de tecnología (material del papel, maquinas usadas) etc., Esos archivos serán para el historiador, algo similar al laboratorio que los químicos tienen, es decir la posibilidad de producir conocimiento desde un ambiente controlado.
Otros temas que discutí con don AGC fue el espacio público. Fuera del periódico, que vincula y (a veces) hace funcionar los lugares donde circula, formando la opinión pública al compartir ideas que al convertirse en proyectos, aumenta su grado de sociabilidad. Está, el espacio público urbano. Discutimos la necesidad de replantear los espacios públicos sinaloenses, no solo de las grandes ciudades, sino en las otras donde ayudarían a fortalecer el tejido social y la gobernanza. Hay en Sinaloa espacios públicos paupérrimos, una nomenclatura confusa, nombres de las calles e inmuebles sin criterio socio-cultural en su nominación. Leer en el libro a los arquitectos.
Don AGC dejó varios fierros en la lumbre. Muy a su estilo picueco acentuado. Su nombre tiene 3 acentos. Atinadamente llamó a su gran proyecto “Palacio de la Memoria” para poder alojar pendientes como; el patrimonio histórico de Culiacán, la memoria de las piedras y de otros registros naturales. Así como el capital cultural inmaterial, el capital intelectual de Sinaloa, que nadie recolecta sistemáticamente.
Y está el caso de la tradición oral. Don ADGC dejó muchas horas grabadas de todo tipo de experiencias y testimonios. Un palacio de la memoria debe tener esos registros de sonido y entonación para formar la incipiente historia fonética de Sinaloa y sus hablantes. La tradición oral recogida en cuentos, relatos, crónicas, dichos, mentiras, corridos, etc. formaron clásicos de la filosofía, de la literatura universal, como el Decamerón de Bocaccio.
Don AGC inició la microhistoria de Culiacán, narrando situaciones o particularidades de un lugar, biografías, historias de familias y de comunidades. Falta mucho; la invención de lo cotidiano, las prácticas y costumbres místicas-mágicas, las representaciones e invariantes que no se ven, ni se sienten pero componen la retención cultural simbólica, a veces de contracultura que hay que registrar y, tal vez, corregir. Particularmente las referidas a la micro-física del poder.
Son pues un cúmulo de aportaciones que bien merecen un premio estatal postmortem, sea en el periodismo, en la cultura o en la historia. Es tiempo que cerca del AGC (Archivo General de Culiacán) donde está la memoria, exista el paso de Cortés. Que por su trabajo pionero se promueva un premio nacional con su nombre. Y aprendamos de él, a ser más tolerantes, una vez me dijo, la intolerancia es una enfermedad que a veces se cura con el tiempo.
(*) Miembro titular-fundador de El Colegio de Sinaloa