Las elites son todo lo que nosotros no somos
Jacob Burckhardt
Recuerdo aún que en 1973 don Jesús Reyes Heroles afirmó, en un memorable discurso frente al entonces presidente Luis Echeverría, que “cuando a los intereses creados se les ataca con un radicalismo verbal carente de acciones meditadas y consecuentes, lo único que se consigue es que éstas se coaliguen, pese a sus diferencias, y terminen por liquidar cualquier posibilidad de negociación, avance o posibilidad de liquidarlos, terminando por frustrar todo cambio posible”. En palabras más sencillas, don Jesús repetía la famosa ley de la física clásica: “Lo que resiste apoya”, donde la oposición jugaría un papel de reforzamiento de lo que dice combatir, salvo la situación de los que, conociendo sus limitaciones y oportunidades, pueden aprovechar la coyuntura.
La política económica es el espacio más sensible donde se asientan los intereses creados, por lo que su continuidad y ruptura aparecen como una exigencia de permanencia de los intereses por encima de las personas e instituciones que son circunstanciales, por lo que las elites circulan para dar vigencia a sus posiciones desde las cuales pueden reproducir sus representaciones y evolución, bajo ciertas condiciones históricas que explican su dinámica y desaparición.
En efecto, los pilares desde los cuales se asentó la política económica en el siglo XX corresponden a un periodo relativamente extenso que hoy cada día parece transformarse en relación con nuevos actores e instituciones emergentes. Sin embargo, puede asegurarse que Alberto J Pani fue en realidad el arquitecto de este modelo económico, que tuvo como pilares la política fiscal, la programación y control del gasto; la banca central y la política monetaria; los mecanismos de regulación bancaria y de seguros; el control de la deuda pública y privada, y el vínculo con organismos internacionales, unido a la diplomacia del servicio exterior, que constituyen parte del ámbito de ejercicio del poder económico que posee esta elite y que rebasa en mucho al poder presidencial, limitado en su ejercicio al periodo sexenal.
Fue a partir del 26 de septiembre de 1923, que al tomar Pani protesta como secretario de Hacienda se da continuidad al proyecto económico, prosiguiendo con Calles e introduciendo a otros elementos como Luis Montes de Oca durante el maximato, llegando a 1933 en donde se produce la interrupción de la continuidad en un momento en el que se inicia la recuperación económica tras la debacle mundial de 1929. Es el momento en el que el jefe máximo se introduce al sector hacendario por tres meses, dejando al ingeniero Marte R Gómez como sustituto, y rematando con Narciso Bassols, que fue el titular hasta la ruptura Calles-Cárdenas en 1935, por lo que asciende el licenciado Eduardo Suárez Aranzolo, texcocano, hacendado de familia y descendiente del antiguo régimen. Una experiencia es significativa con el ascenso de Suárez, cuya gestión abarca también el periodo de Ávila Camacho hasta 1946: se terminan las ambiciones de los militares en torno a la hacienda pública, no volviendo más la burocracia militar al terreno de la dirección económica.
En esta etapa de 11 años, el mundo cambió radicalmente, pues la recuperación económica estuvo sustentada en profundos cambios en materia de política económica a nivel mundial para superar la gran crisis. También fue el momento en el que Alemania se expandió con el ascenso de Hitler; al mismo tiempo, Mussolini, en Italia, se consolidó, y Japón invadió Corea, Indochina, Birmania y China, y estas potencias emergentes terminarían enfrentadas con las potencias hegemónicas en la Segunda Guerra Mundial. Al fin del conflicto el mundo reclamaría un nuevo orden económico, lo que permitió dar continuidad a esta elite.
Pudiera parecer contradictorio ver a un hombre como Eduardo Suárez como encargado de la política económica de Cárdenas y Ávila Camacho; sin embargo, esto no es ninguna novedad: recordemos que la política de masas y la Reforma Agraria quedaron en el terreno político ideológico, no en el ámbito de la economía, y que el punto de retroceso de este planteamiento se inicia al consumar la expropiación petrolera, pues don Lázaro, consciente de la necesidad de consolidar lo alcanzado, pudo negociar lo inmediato en aras de consolidar sus avances.
En el momento del ascenso de los civiles al poder con Miguel Alemán, llegará Ramón Beteta. Con este último se inicia la etapa donde las diversas fracciones se dividen los espacios de la política económica a nivel institucional, justo en el momento en el que se inicia el desarrollismo y se plantea la nueva política económica, al tiempo en el que surgen los nuevos organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional, entre otros. En el caso de México, es el nombramiento como director del Banco de México de Carlos Novoa, el de Antonio Carrillo Flores en Nacional Financiera y Jaime Torres Bodet en Relaciones Exteriores, que durará hasta 1948 en el que se irá a presidir la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura y ser sustituido por Manuel Tello.
El resto de la historia es una mecánica donde continuarán Antonio Carrillo Flores con Ruiz Cortines y entrará en el Banco de México Rodrigo Gómez, quien extenderá su periodo hasta 1970, tiempo en el que integrará la nueva generación de la banca central, de la cual formarán parte Ernesto Fernández Hurtado, Gustavo Romero Kolbeck y Miguel Mancera Aguayo, quienes estarán en la dirección del banco central de 1970 a 1997, respectivamente. Todo ello independientemente de la división que supuso para la clase política el henriquismo, las sustituciones sexenales e incluso la nacionalización bancaria de 1982, donde por tres meses Carlos Tello tomaría la dirección del banco en medio de una crisis financiera monumental y de una devaluación galopante, lo que obligó el retorno de Mancera Aguayo al entrar Miguel de la Madrid.
En Hacienda entrará en 1958 Antonio Ortiz Mena, y con ello se inicia el desarrollo estabilizador con 6.6 por ciento de crecimiento económico y 2.2 por ciento de inflación que durará hasta 1970 al momento de iniciarse la crisis, lo que obligará a cambios en el terreno hacendario y se reflejará en las figuras que están en esa posición: Hugo B Margain, de 1970 a 1973; José López Portillo, de 1973 a 1975, y Mario Ramón Beteta, para concluir el periodo a la renuncia de López Portillo y postularse a la Presidencia, siendo el único caso donde un secretario de este ramo ha llegado a esta posición, impulsado desde la crisis energética y su posición como abogado patronal que fue de la empresa Perforaciones Marítimas del Golfo, propiedad de George Bush, director de la Agencia Central de Inteligencia, y Jorge Díaz Serrano, el cerebro operativo de la industria petrolera.
Al asumir el poder López Portillo, un factor emergente se produjo al crear la Secretaría de Programación y Presupuesto en 1976, resultado de una concepción donde, al separar ingreso y gasto, el presidente pudiera decidir entre ambos o bien asumir una nueva posición. Lo anterior derivó en una lucha entre Julio Rodolfo Moctezuma Cid y Carlos Tello, cuyo resultado fue la renuncia del segundo a lo que el presidente respondió con el cese de ambos funcionarios. Sin embargo, esta nueva posición serviría de ámbito de planeación y programación del gobierno, por lo que la secretaría se convirtió en una agencia vinculada con los gobiernos estatales para formar bloques que terminaron por llevar a Miguel de la Madrid, en 1982, y a Carlos Salinas de Gortari en, 1988, a la Presidencia de la República. Tal vez lo más importante sería subrayar que estos hombres pasaron por el Banco de México y fueron formados por Ernesto Fernández Hurtado con su sobrino Miguel de la Madrid; Antonio Ortiz Mena, Salinas Lozano y Patrocinio González Garrido para Salinas, y Leopoldo Solís, con Zedillo.
A raíz de la nacionalización bancaria, en septiembre de 1982, lo que realmente se logró fue la liquidación de la vieja oligarquía financiera, dueña de los bancos, que se concentraba en unas cuantas familias y que al proyectarse más allá de sus límites se endeudó y quebró, porque penetró la economía mexicana con el petróleo, y sin preparación adecuada para el nuevo tipo de operaciones; hizo aumentar el riesgo, lo que coincidió con el momento de la baja del crudo y la pérdida masiva de sus recursos, por lo que la nacionalización fue en realidad un acto donde los viejos banqueros en su retirada cobraron pasivos como activos y su aparente protesta frente al régimen fue más simbólica que de presión. Sin embargo, la elite económica cobró rápidamente las deslealtades e impuso a Carlos Tello Macías, hijo de don Manuel Tello e ideólogo de este proceso nacionalizador, la exclusión como miembro de la elite hacendaria y financiera.
Bajo el régimen de Miguel de la Madrid –en medio de una gran crisis económica por la baja de los precios del crudo a menos de 10 dólares el barril en 1986, que traería como resultado la disputa entre el secretario de Hacienda, Jesús Silva Herzog Flores, con el secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas–, la polémica se centraba entre la suspensión de pagos de la deuda externa o enfrentar una negociación, sin suspensión de pagos. El triunfo de Salinas se tradujo en la salida de Silva Herzog, y con ello la unificación de ingreso y gasto al entrar en sustitución, en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Emilio Petriccioli, lo que le permitió a Salinas comenzar una escalada de posiciones que lo llevarían a la nominación del Partido Revolucionario Institucional y luego, con todo y fraude, llegar a la Presidencia.
El agotamiento de esta generación se producirá con Zedillo y de ahí surgirá la nueva, pero dentro de un contexto diferente, lo que podría posibilitar el surgimiento de Guillermo Ortiz, secretario de Hacienda de 1994 a 1998, y de ahí pasó a ser director del banco central, y José Ángel Gurría Treviño, negociador de la deuda externa de México y que ocuparía sucesivamente las posiciones de secretario de Relaciones Exteriores, y de Hacienda; hoy preside la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. A lo anterior habría que sumar a Francisco Gil Díaz, quien sería el que aseguró la SHCP durante el régimen de transición de Fox, donde esta generación integraría a los exsecretarios para vincularlos como directivos de las corporaciones internacionales.
Ésta es la breve historia de un grupo en continuidad en el poder económico por más de siglo y medio que mantiene aún la hegemonía en su sector, al tiempo que desplazó a la vieja clase política, liquidó al propio partido oficial y siendo apartidista entregó el poder a los directivos de corporaciones, toda vez que logró alcanzar la Presidencia desde 1976 hasta 2000, y que hoy se abre con Agustín Carstens, quien fue director gerente del Fondo Monetario Internacional.
Algo es significativo de esta oligarquía: no es homogénea, pero posee rasgos que le posibilitan su movilidad y circulación de intereses; es formada en universidades estadunidenses y por las fracciones de la burocracia hacendaria y del Banco de México. Posee vínculos con las estructuras y organismos financieros a nivel mundial. No son organismos ideológicos, por lo que su adaptabilidad a los cambios es parte de su estrategia. Son representantes de los intereses económicos en turno y hasta el momento no han sido desplazados por críticas o movimientos sociales.
*Catedrático de la UAM Iztapalapa experto en seguridad nacional y fuerzas armadas; doctor en sociología por la UNAM, y especialista en América Latina por la Universidad de Pittsburgh
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