Personajes sinaloenses
NACABEBA, líder valiente y patriota cahíta. 1560-1595.
Por Daniel Gámez Enríquez
El indio mayo (cahita) Nacabeba, como lo llamaron los de su raza porque tenía una cortada en la oreja. Fue el padre Andrés Pérez de Rivas, quien se encargó de descifrar el nombre de Nacabeba y, según él, quiere decir en mayo: cortado en la oreja, o hablando regionalmente, el oreja cortada. Pero el verdadero nombre de Nacabeba según el indio mayo Hilario Cortes, de Ocoroni, fue el de Cúchazco, que quiere decir brasil, nombre de un árbol de madera dura, de corazón rojo y negro, algunos espinosos.
Los indios tenían nombres de árboles y demás cosas de la naturaleza: piedra, luna, lobo, etc., nombres que conservaron hasta que fueron bautizados por los misioneros. Nacabeba, que nunca fue bautizado, se llamó Cuchazco, brasil. Nació en el rancho que hoy se llama Nacabeba, sindicatura de Llano Grande, del municipio de Sinaloa; debe haber nacido allá por el año de 1560 y murió en 1595, según afirman algunos viejos indios que he entrevistado. El indio líder sublevó a su raza contra la penetración de la religión de la corona española y la invasión territorial. Como el padre jesuita Gonzalo de Tapia no logró persuadir a este indio para la adoración de la cruz y que cambiara de costumbres, pidió al alcalde mayor de la villa de San Felipe y Santiago, hoy Sinaloa de Leyva, que pusiera remedio a la situación; por lo que el alcalde Manuel de Maldonado mandó apresarlo y en público ordenó azotarlo, provocando una gran sublevación de los sinaloas y guasaves, que habían soportado hasta entonces la crueldad y avaricia de los conquistadores, sedientos de oro y otras riquezas. Después de sufrir aquel castigo infame, habló a su gente en la lengua natural y advirtió que aquella presencia extraña de los blancos tenía que significar invariablemente un grave peligro para los bienes, las costumbres y los cultos religiosos de las tribus indígenas. En un pueblo llamado Deboropa o Tabalopa, el 11 de julio del 1594, Nacabeba dio muerte al padre misionero Gonzalo de Tapia, en venganza por la afrenta que le causó el ser azotado por su culpa y desde ese momento fue declarado enemigo de la entonces incipiente Compañía de Jesús en el noroeste de la Nueva Galicia, desencadenándose feroz persecución en su contra. Escondido en el monte tenía asegurada la vida. Los españoles encontraron a su mujer y la degollaron y también a un fiel aliado al que prometieron respetarle la vida si revelaba el sitio donde estaba escondido su jefe. Se negó y lo amenazaron de muerte, finalmente lo torturaron con sana, pero en un descuido de los guardias mascó una hierba venenosa y murió con dolores horribles. Informado Nacabeba de la muerte de su mujer y de su fiel amigo, salió del escondite donde permaneció semanas enteras y pidió amparo a los zuaques. Con la ayuda de éstos atacó varias veces la villa de San Felipe y Santiago, donde incendio casas de españoles y de indios amigos bautizados, haciendo destrozos de cuanto encontraba a su paso y hostigando a los soldados blancos en las orillas de los ríos Petatlan y Zuaque. Desconfiado como todo buen indígena, abandonó a los zuaques y pidió protección a los Tehuecos, quienes lo admitieron. El indio continuó sin asedio a los conquistadores, pidiéndoles a los de su raza que cuidaran sus tierras, sus bienes y a sus mujeres e hijas en peligro por los blancos; que no eran dioses sino hombres como cualquier otro deseoso de riquezas a cualquier precio. Los tehuecos lo admitieron según el padre Andrés Pérez de Rivas, porque les ofreció darles a sus hijas y a sus mujeres a cambio de su protección y asilo. Pese a todo, los tehuecos no pudieron resistir la tentación de las grandes promesas que los españoles les hacían para que lo entregaran, y bien pagados, lo amarraron de un árbol, estableciendo guardias frente a él y dando aviso a la villa. Fue llevado a San Felipe y Santiago junto con su hija. En una improvisada picota, delante de indios silenciosos, tristes, temerosos, fue descuartizado; igualmente su sobrino. La hija fue enviada a la capital de Nueva España para prestar servicios perpetuos, y ya no se supo de ella. ¿Podrá creerse que los tehuecos vendieron a Nacabeba? ¿Podrá creerse que Nacabeba haya entregado a sus mujeres y a sus hijas a los tehuecos porque le dieran protección? ¿Podrá creerse que Nacabeba se comió crudo o cocido al padre Tapia? Así lo dicen muchos enemigos de nuestra raza cahita. Si alguien tiene vergüenza y dignidad es el mayo; del cahita nunca se ha sabido que no tenga pudor y menos que coman humanos. Nacabeba, o mejor dicho Cúchazco, fue un gran líder, valiente y patriota cahita, un mexicano que defendió a su país y a su patria con gran hombría, a quien debiéramos emular y erigirle un monumento para honrar a nuestra raza: La cahita. El temple de las razas que estaban establecidas en lo que hoy es Sinaloa y su determinación férrea de no dejarse dominar por los invasores produjo varias rebeliones indígenas en el periodo de 1539-1604, ellas fueron los zuaques, tehuecos, ocoronis, acaxees
Tomado del libro; Mis Tres Sinaloas; Gámez Enríquez, Daniel, COBAES, Culiacán, Sinaloa, 1995.
“En los tiempos de la colonia y por los rumbos de Lo Que hoy es Sinaloa, no siempre el indígena Sujeto a la encomienda ya La Misión, el manifiesto su desasosiego abandono del poblado Donde Había Sido -reducido-. No siempre “.
Francisco Gil Leyva.- Periodista sinaloense Líneas expresadas en Relación a la rebeldía del indio Nacabeba , quien en 1594 se Alzara en contra de los españoles al norte de Sinaloa.