Soy de Los Mochis Sinaloa, México. Aquí nací, aquí vivo y muy probablemente aquí moriré o por lo menos lo que quede de mí cuando me vaya aquí lo dejaré por el rumbo de la Degollado donde tenemos un lugar apartado. Siempre he creído que el nombre de Los Mochis Significa lugar de tortugas, por ello no dudé en hacer mi servicio social y mi tesis de la universidad con tortugas marinas, me sentía comprometido. La inmadurez de la juventud hace que uno sea un soñador y no piense en el futuro, que vendrán los hijos y se ocupará alimentarlos y educarlos. Con la ecología en México solo ganan bien los políticos, pero aun así no me arrepiento de haber estudiado biología y haber dedicado gran parte de mi ser a ella, gracias a las circunstancias de la vida la ecología me llevó a los camarones y con ello he logrado sacar adelante y a duras penas mi familia. En estos tiempos de calor extremo y lluvias con vientos fuertes me da por recordar quizás los días más felices de mi vida antes de que naciera mi hijo, viviendo en la playa en el campamento de protección a la tortuga marina de El Verde Camacho allá muy cercano a Mazatlán. Ahí viví la libertad plena, el contacto directo con la naturaleza, con un buen libro en la mano en una hamaca durante el día bajo la sombra de las hojas de palma de la palapa y por la noche con un bordón, una lámpara y una cuatrimoto para recorrer la playa y buscar en la oscuridad huellas de tortuga en la arena y con el bastón tratar de ubicar el nido para colectarlo y llevarlo en resguardo a el campamento para su protección. En las noches de tormenta o de lluvias fuertes ya se sabe que saldrán muchas más tortugas a desovar que en las noches de calma y normales. La sabia naturaleza les enseña a los animales que es mas probable que en esas noches de tormenta sus huellas sean borradas por la lluvia y los depredadores difícilmente encontrarán sus huevos y por ende tendrán más oportunidad de desarrollarse. Una de esas noches cuando dolía el agua en la cara y el viento casi te regresaba en tu camino, encontré una tortuga que inútilmente intentaba cavar su nido con una sola aleta, la otra se la había arrancado un tiburón de una sola mordida, era muy claro lo que le había pasado, más sin embargo ella afanosa mente trataba de lograr su cometido, pude ver sus lagrimas que emiten para protegerse de la arena pero en elle me pareció ver un llanto sincero. Cuidadosamente y como si fuese una especie de danza empecé a ayudarle con mi mano como si fuese la otra aleta, despacio y poco a poco logramos hacer el cántaro en la arena y ella despacio y uno a uno fue depositando los huevecillos redondos como pelotas de ping pong. Alegre terminó todo su ritual que consiste en aplanar el nido y realizar una especie de danza al rededor para camuflagear el espacio y lentamente regresó al mar después de haber logrado su cometido, antes de entrar al agua volteo su cara hacia mí y sentí que me dio las gracias. 85 huevos en total depositó mismos que con mucho cuidado guardé y llevé a la sala de eclosión, marqué con su correspondiente número que nunca olvidé, con el trascurso de los días iba y veía con especial cariño, a los 45 días aproximadamente empezaron a aparecer las primeras tortuguitas en la superficie del nido que lo había colocado en una hielera de poliuretano con capas de arena que remojábamos regularmente y teníamos en resguardo en un cuarto. Todas salieron completas, no les faltaba ninguna aletita como a la madre, sentí que yo era su padre, me dolió despedirme de ellas al momento de liberarlas. Dicen que las tortugas siempre vuelven a anidar a el lugar donde nacieron por ello hoy después de que han pasado más de 20 años de aquella historia pienso que más de alguna de aquellas que nacieron de los 85 huevos en estos días vuelven para repetir la misma historia, hechos que se quedan grabados por siempre en la memoria y todo por ser de Los Mochis que quiere decir lugar de tortugas.