Tanquetas en Tlatelco horas antes de la masacre del 2 de Octubre de 1968
Efectivamente esa fecha será inolvidable para los que estuvimos allí en la Plaza de las Tres Culturas, junto a la iglesia de Santiago Tlatelolco, junto al edificio que fue de mi inolvidable Vocacional #7 del I.P.N., (edificio de la izquierda con ventanales en forma de triángulo) hoy una clínica del I.M.S.S.; y mucho menos la olvidaran los padres y familiares de los que allí cayeron bajolas balas asesinas del H. Ejército Nacional, según lo que se publicó en todos los diarios importantes de México y del extranjero.
Yo fui invitado a la Asamblea del Comité de Lucha por otro sinaloense que era como yo, miembro y dirigente de la Federación de Estudiantes Técnicos Sinaloenses que presidia Sostenes Tordecillas Bagazuma, el “Toto”, “hay que ir- me dijo-, va a tocar la Banda del Recodo”, y como en esa época las bandas sinaloenses no tenían el pegue de ahora, escuchar en el D.F. música de Sinaloa, era manjar de los dioses. Por eso fui.
A los chilangos los jalaron diciéndoles que tocarían unos conjuntos de rock, go go y no se que más, en fin, la mayoría de los que fuimos, esperábamos una fiesta; para oír discursos balines nadie hubiera ido o unos cuantos ideólogos que creían en las teorías de Marx, Engell y gente así.Junto con otros compañeros de trabajo esa tarde del 2 de octubre de 1968, vimos pasar por la calle Lago Alberto decenas de tanquetas del ejército y nosotros pegados a las ventanas de las oficinas de Automex ignorábamos su destino final y menos aún, yo me imaginaba los momentos de horror y pánico que viviría horas después.
Por fin salimos del trabajo los que teníamos horario especial por ser estudiantes, y de inmediato nos enfilamos en el automóvil de unos de los compañeros rumbo a Tlatelolco. Bien recuerdo era miércoles, fue muy difícil llegar ya que el tráfico lo estaban desviando y había muchos “embotellamientos”, pero, nada nos paró hasta llegar a la colonia Peralvillo, muy cerca del conjunto habitacional Tlatelolco. Allí dejamos el carro y corrimos rumbo a la Plaza de las Tres Culturas, yo en lo personal no quería perderme una sola pieza que tocara la banda.
Al llegar nos percatamos que lucía pletórica empezamos a introducirnos tratando de llegar al mero delante, ya estaba cerca de donde empieza lo que es la plataforma de concreto de la “plaza” cuando escuché lo que creí que era la “tarola” de la banda y sentí el gusto, la emoción que todo sinaloense siente al escuchar su música; pero al momento me di cuenta que estaban disparando porque vi a unas muchachas ensangrentadas y todo mundo tratando de huir del lugar.
Aquí puedo presumir como muchos he escuchado lo han hecho, que se convirtieron en héroes haciendo esto o lo otro. Yo sólo recuerdo que hice lo que la mayoría, correr y correr, brincar sobre otros, el que se caía se levantaba como podía o de plano allí se quedaba, yo lo único que pensaba era en salvar mi vida. Mi fortaleza física de esos años me salvó la vida. Yo estoy vivo por voluntad de Dios, pero por la inocencia de la juventud, pude haber quedado asesinado por una de las balas que llovieron al obscurecer de ese día o pisoteado en la estampida, cuando llenos de terror corríamos para alejarnos de la zona de la Plaza de las Tres Culturas; mucha gente cayó al suelo, fue pisoteada y no se levantó jamás.
Cuando me detuvo la policía cerca de mi domicilio en la colonia Narvarte, me salvó que me identifiqué con una credencial de Fábricas Automex (Chrysler de México) donde laboré de 1968 a 1969, afortunadamente no llevaba conmigo mi credencial que me acreditaba como estudiante de la ESCA ( I.P.N.) ya que esa noche todo estudiante era detenido y trasladado al campo militar #1.
Con el tiempo me di cuenta que los estudiantes de esa época fuimos utilizados como carne de cañón por unos cuantos pseudolíderes, que ahora andan en el PRD y que desde entonces han medrado en la política a la mexicana, y cuando no son diputados federales, son senadores o son delegados en el .D.F., el caso es que como los changos andan de una liana a otra.
Se dice que todo fue planeado por la U.R.S.S., para desestabilizar a México y que no se realizaran los juegos olímpicos de 1968; posiblemente sea verdad, lo único cierto es que Gustavo Díaz Ordaz tuvo los tamaños suficientes para parar en seco el movimiento estudiantil planeado por gente sin escrúpulos.
Hoy en día, los “siervos de la Nación”, no pueden parar a gente como los perredistas, macheteros de Atenco, EPRD, diputados que impiden a los gobernantes acudir al H. Congreso de la Unión, gente que invade calles so pretexto de marchas de protesta, etc., mucho menos a los narcotraficantes y terroristas; a todos esos hay que darles su dos de octubre para que “agarren la onda”.
Así, tirados como animales, apilados en las ambulancias sacaban los cuerpos de los caídos, hay voces que dicen que igual subían heridos que muertos, tal vez algunos murieron por falta de atención médica en las ambulancias estacionadas esperando ser atiborradas de difuntos.
Alli murieron lo mismo señoras amas de casa que vivian en los multifamiliares que niños de todas las edades que andaban en el alboroto, ajenos por completo a la tragedia que minutos después allí se suscitara. Ante la balacera nadie se detuvo a indagar de parte de quien venían los tiros, sólo escuchamos gritos, llanto, y la ola humana que en distintas direcciones quería salir del lugar, el instinto de conservación nos impelía a correr fuera de la plaza de las Tres Culturas
En los anfiteatros, era lo mismo poner los muertitos en el piso que sobre una mesa, de todas maneras ya estaban exánimes. Y pensar que Raúl Álvarez, Salvador “Pino” Martínez y otros como ellos siguen lucrando con el cuento del dos de octubre y hasta se les da tratamiento de héroes; pero, ¿dónde estaban a la hora de la matanza de Tlatelolco los líderes Marcelino Perelló y su amante Rosa Luz Alegría,Pablo Gómez?. ¿Sentirán acaso en sus conciencias las muertes de cientos de estudiantes que allí perdieron la vida y que oficialmente quedaron como desaparecidos?. No, seguramente que no.
Heberto Castillo que fue uno de los cabecillas de este movimiento, seguramente tenía mucho que contar de la verdad de este movimiento estudiantil, en donde fuimos carne de cañón muchos sinaloenses, que teníamos famas de muy machos y entrones. ¿Cuántos sinaloenses regresaron a sus pueblos en una caja sellada por el gobierno? ¿Alguien sabe el número? ¿Cuántas madres recibieron los cuerpos de sus hijos que eran toda su esperanza, muchos a punto de concluir sus carreras?. No hubo un laurel de victoria ni un sepulcro para ellos de honor.
¿Quién dice el 2 de Octubre de cada año el nombre de uno de sus amigos caídos en la Plaza de Las Tres Culturas, y que los asistentes a dicho lugar le rindan homenaje póstumo? Nadie.
A la mañana siguiente de la llamada “Noche de Tlatelolco” los habitantes de ese lugar, muchos de los cuales sufrieron vejaciones por el delito de vivir allì,fueron testigos de como eran echados en camiones los cadáveres innumerables de quienes siendo estudiantes o no, estaban en el lugar equivocado la noche del 2 de octubre de 1968.