Agradecemos la colaboracion del Dr. Jorge Cervantes Castro
Para mí, la Universidad Nacional Autónoma de México ha sido, es y será una Institución Nacional muy importante. Me parece que es una de las mejores universidades del mundo y no me refiero solo a la parte académica, sino también a la formación humana, la convivencia social, la integración de sus alumnos, diversos y plurales, y a los altos valores que difunde y que se aprenden cuando se estudia en la UNAM. Éstos llegan a ser más importantes que lo académico mismo.
Yo empecé mis estudios universitarios en la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso, La Preparatoria 1, “La Prepa 1” que tenía una gran historia y tradición, y excelentes maestros. El lugar es excepcional y fue un privilegio estudiar en él. Fue para mí una experiencia muy importante. Entrar a la UNAM fue un gran gusto y orgullo.
En mis años escolares previos, estudié en un kínder mixto hasta cuarto año de primaria muy cercano a mi casa, de ahí pasé a una escuela que dirigían los Agustinos, que era solo para hombres en donde estudié del quinto año de Primaria al tercero de Secundaria. Por ello la experiencia de entrar a la Escuela Nacional Preparatoria, a la cual asistían tanto mujeres como hombres, constituyó para mí un cambio muy formativo, no solo por ingresar a la UNAM y lo que ésta representaba, sino también por la edad a la que entrábamos, que es cuando se están teniendo los cambios sicológicos y fisiológicos que acompañan a la adolescencia.
En aquella época la carrera que iba uno a estudiar se decidía desde la Secundaria, y por ello entrábamos a la Preparatoria a cursar las materias enfocadas a la carrera que pensábamos seguir en la UNAM, que en mi caso era Ingeniería. Eso me resultaba un tanto complicado, pues constituía una decisión muy temprana, sobre todo para aquellos que teníamos vocaciones diversas.
Para quienes ya tenían una vocación muy clara para estudiar Medicina, Leyes, Química o la misma Ingeniería, era mucho más fácil tomar esa decisión desde la Secundaria, pero no cuando se tenían inquietudes diversas, como era mi caso. Pero acabé decidiéndome por la Ingeniería. En esa época había principalmente sólo dos tipos de Ingeniería: la Civil o Mecánico-eléctrica. Yo me decidí por la Ingeniería Civil, ya que me gustaban los números y había solo dos alternativas. Opté por la Ingeniería, y creo que fue una decisión muy acertada.
La Preparatoria era solo de dos años y aunque yo ya había optado por estudiar Ingeniería, llevábamos también clases de Historia Universal, de Historia de México y Universal, de Ética, de Filosofía, Literatura Mexicana, Sicología, entre otras, lo que nos daba una formación universitaria de muy amplio espectro.
Otra experiencia importante fue la de tener compañeros que venían de las escuelas Normales, que eran mayores que nosotros. En la “Prepa” estudiaban muchas mujeres, aunque en Ingeniería eran sólo dos; una se fue a Ciencias y otra a Arquitectura. Tuvimos grandes maestros, algunos eran autores de los libros de texto –como el Maestro Mosqueira- que nos dio Física y Cosmografía; o como Cordero Amador, “El Sonrisal”, que nos daba Historia Universal. Son los buenos maestros los que nos dejan huella. Los maestros que no asisten a su clase, que no muestran gran interés en su cátedra y se la pasan contando anécdotas y chistes, si bien se vacila con ellos, son solo recuerdos triviales.
En la Facultad de Ingeniería había maestros excepcionales como Enrique Rivero Borrel, que era el Jefe de Matemáticas; Javier Barros Sierra, Antonio Dovalí, Mariano “Marianito” Hernández, Carlos Izunza, que era joven pero muy buen maestro, Rodolfo Félix Valdés y muchos más.
Mis estudios en la UNAM me proporcionaron una experiencia académica muy formativa, pero también -y quizás hasta más importante- fue la convivencia y la amistad con nuestros compañeros, y la identidad con la UNAM, que se conserva para siempre. Uno sigue ligado a la Universidad toda la vida.
No cabe duda de que la educación pública es fundamental para el país; y el mejor ejemplo de educación pública lo constituye la UNAM. La Universidad, por ser gratuita, constituye un gran esfuerzo que realiza el país. Por ello creo que lo menos que podemos hacer sus egresados y todos es tratar de ayudar en lo que esté a nuestro alcance para que la Universidad pueda seguir cumpliendo cada vez mejor con su función de educar y formar a los jóvenes de México; y siento que todos los egresados de la UNAM debemos continuar ligados a ella y apoyarla también en todo lo que podamos serle útil.
Quienes hemos pasado por la UNAM quedamos ligados a nuestra Máxima Casa de Estudios, a veces sin ninguna estructura formal, o en ocasiones a través de las sociedades de exalumnos que sí mantienen la liga con la UNAM, ya sea entre los compañeros de una misma generación o de una misma Facultad, lo que es para siempre. Y eso es muy importante, pero debido a que la UNAM no tiene capacidad financiera para atender adecuadamente todos sus requerimientos, como es el caso de algunas investigaciones en proceso, es donde la Fundación UNAM puede llenar esos pequeños huecos, o a través de su programa de becas para alumnos de escasos recursos económicos, actividad que se estableció desde que algunos ex universitarios creamos la Fundación UNAM en 1993.
Proporcionar becas para los alumnos de escasos recursos es también esencial. La mayoría de los jóvenes que estudian actualmente en la UNAM sus padres no tuvieron oportunidad de cursar una carrera, no fueron profesionistas. Muchos de los actuales estudiantes de la UNAM tienen niveles económicos muy bajos, no solo tomando en cuenta el ingreso del padre, sino el de toda la familia, cuyos miembros se esfuerzan porque sus miembros puedan estudiar en la Universidad. Por eso estoy convencido de que solamente contando con una beca muchos de esos jóvenes pueden realizar estudios universitarios, como es el sueño de tantos. Por ello considero que la tarea que cumple la Fundación UNAM es muy importante y que debería ser todavía más importante en el futuro. Afortunadamente, en sus primeros 20 años de existencia hemos tenido Presidentes de la FUNAM que lo han hecho muy bien, y hoy tenemos un gran Presidente de la Fundación, muy comprometido con su labor, y que de manera incansable invita a todos sus amigos de la UNAM a que continuemos apoyando cada vez más a la Fundación que se creó en 1993 para beneficio de nuestra Máxima Casa de Estudios.
Ingeniero y empresario