Por Manuel de Atocha Rodríguez Larios
Cronista del Municipio de Guasave
EL PAPEL SOCIAL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACION ELECTRÓNICA EN LA CONSTRUCCION DE LA IDENTIDAD CULTURAL SINALOENSE
Síntesis del trabajo presentado como ponencia en el
Encuentro “Quilá 2006” de La Crónica de Sinaloa, A.C.
El Ayuntamiento de Guasave 1987-89, emitió el Decreto Municipal No. 8,
publicado en el Periódico Oficial el 1º de julio de 1987, prohibiendo ejecutar
música apologizadora del delito en bailes públicos. El siguiente gobierno
municipal tiró a la basura este ordenamiento.(1)
Como base para establecer cualquier reflexión acerca de Sinaloa y la cultura de los sinaloenses es necesario partir de un hecho incontrovertible: Aunque el promedio del nivel escolar de la población es de 7.6 grados es decir poco más de primero de secundaria (el promedio nacional es de 7.5)(2), esta cifra no revela una angustiosa realidad: Gran cantidad de personas que cursaron solo parte de la enseñanza elemental, y que por lo tanto declaran saber leer, adolecen de analfabetismo funcional una de cuyas consecuencias es la total indefensión ante los embates de todo instrumento persuasorio o cualquier elemento comunicacional novedoso que les induzca a modificar el léxico, proponga modas ridículas en indumentaria, cambie las preferencias hacia géneros musicales aunque sean ajenos o lleve a desarrollar perjudiciales hábitos alimenticios. Somos altamente sensibles a la acción de la publicidad el arma más eficiente al servicio del consumismo y la transculturación.
Está comprobado que el sinaloense lee pocos libros, pero es de justicia tomar en cuenta que siendo personas con inteligencia natural, dotados de extraordinaria vitalidad y con marcada inclinación hacia el progreso, sienten necesidad de allegarse información. Esta es obtenida a través de los medios de comunicación de masas, cuya arista negativa se encuentra su contenido desmesurado de publicidad consumista.
Ahora bien, para explicar la incalculable fuerza que han desarrollado los medios electrónicos al conquistar la preferencia del sinaloense debemos referirnos los medios de comunicación de masas, distinguiendo dos vertientes: comunicación permanente y diferida (prensa escrita) y comunicación fugaz e instantánea (radio y televisión). Ambas se complementan para transmitir información, cumplimentando, la visión macluhiana(3) de la contracción terráquea y de la galaxia de Guttemberg.
Definido el apoyo mutuo que se brindan entre sí estos proyectores de comunicación para consolidarse como receptores-formadores de la opinión pública, estaremos de acuerdo que han logrado una extraordinaria influencia en la conformación de nuestro modo de ser, de nuestras preferencias artísticas y de nuestras inclinaciones culturales; en una palabra: en la configuración de nuestra identidad.
La información fluye hacia el público receptor, que, por comodidad primero y por brevedad después, privilegia la noticia radio-emitida, cuya aplastante ventaja sobre la prensa escrita se fundamenta en su inmediatez, largo alcance y uso de lenguaje oral que elimina decodificar la escritura, tarea ardua, difícil y tediosa para el sinaloense promedio, atacado angustiosamente, por analfabetismo funcional. Además la radio tiene un poderoso aliado, el pequeño, portátil y económico receptor transitorizado, invaluable arma de penetración.
En nuestro País, dice Aguilar Camín: "la cultura del transistor fue implantada antes de que llegara a las masas la cultura del alfabeto" (4). Esto ha propiciado en el sinaloense una virtual dependencia de la radio y televisión. De los espacios electrónicos nos allegamos toda información y por lo tanto se han convertido en uno de los más importantes factores en la configuración de nuestra cultura.
Ferdinand de Saussure elaboró una interesante tesis sobre la doble función de la lengua precisando que, aparte de su función sintagmática, la capacidad de expresar linealmente una idea, la palabra tiene una función asociativa: cada palabra evoca relaciones con otras ideas y palabras que: "se asocian en la memoria y se forman grupos en cuyo seno reinan relaciones muy diversas....”(5)
De acuerdo con lo afirmado por el padre de la Lingüística, estoy convencido que los grupos musicales y sus vocalistas, intérpretes de música narco, suscitan inconscientemente una fuerte tendencia a pensar en narcotraficantes y drogas aunque el tema o el género musical que estén interpretando no tenga ninguna relación con esta actividad ilícita.
Nuestro pueblo está transformando aceleradamente su identidad tradicional mimetizándose con la apariencia de quienes pertenecen al mundo del narcotráfico, cuyas jergas y modas han permeando en nuestras formas de hablar y de vestir. Si estas transformaciones fueran prácticas pasajeras o diferencias alotrópicas de la tradicional conducta sinaloense, cualquier alarma sería una postura, tal vez ridícula y quizá paranoica, pero el peligro es real. Las narco-modas se han infiltrado en el vestir y el hablar de los estratos juveniles de la sociedad, infestándolos perniciosamente pues conllevan un cambio fundamental en la concepción de los valores del joven sinaloense deformando su personalidad al concebir la violencia, la drogadicción y la delincuencia como un comportamiento aceptado socialmente y, en este contexto, minusvaloran las criminales consecuencias del narcotráfico. Ya no asusta a nuestros jóvenes la escalada creciente de las adicciones.
Por otra parte las curvas ascendentes de las fármaco adicciones han dejado de ser preocupantes para muchos adultos aunque están conscientes que estos altos índices de drogadicción se reflejan en un creciente ascenso de los porcentajes de criminalidad, pues vivimos rodeados del submundo donde imperan las implacables e ilegales normas generadas por este terrible cáncer social y lo más aterrador de esta situación es la insensibilidad con que aceptamos su corrosiva existencia.
En un interesante artículo periodístico, Leónides Alfaro citó a Elmer Mendoza en una estrujante visión de nuestra aculturación narco “Para bien o para mal el narcotráfico está ligado al nombre de Sinaloa; sin pretenderlo quizá, ha incluido formas de convivencia, de vestir, de ver el mundo, incluso el lenguaje se ha visto invadido por términos surgidos de esta actividad...” (6). Si en este momento hiciésemos un serio y sincero auto análisis, con el propósito de ubicarnos en nuestra exacta dimensión, quizá concluyamos que en realidad estamos integrándonos a la cultura narco, dentro de un panorama de indolencia que ha llevado a que el sinaloense esté empantanado en una angustiosa incapacidad para repudiar la violencia y el uso de drogas ilegales.
No se trata de ocultar la cabeza a la manera de los avestruces ni magnificar histéricamente un estado de cosas normal, sino de enfrentar con objetividad un problema cultural que está arrojando como resultado la generación de violencia y delincuencia, especialmente entre los jóvenes y los menores de edad; un estado e cosas que se manifiesta al perder con rapidez la identidad ancestral al adoptar el vocabulario y las actitudes de personas vulgares convertidos en ídolos mediáticos. Así se ha perdido el particular modo sinaloense de expresarse mientras el mundo del narcotráfico está penetrando profundamente en la sociedad debido a la indolente aceptación de la cultura de la violencia y del crimen organizado la cual, con su habla y sus modas, ha contaminando las formas de vestir y de hablar de los sinaloenses.
Rescato la idea expuesta en un foro abierto por el maestro Ronaldo González(6), la cual no solo ha conservado vigencia sino ha potenciado el horizonte de sus alcances al ampliarse el abanico de aplicaciones en el actual combate al crimen organizado. La propuesta del maestro González es realizar un sondeo serio y sistemático para conocer cuál es la forma en que los sinaloenses percibimos nuestra cultura, es decir nuestra propia realidad, cómo nos expresamos y, si nos aceptamos o no, como un pueblo integrado a la cultura narco. Hacerlo nos proporcionaría una invaluable herramienta para orientar los trabajos de recuperación de nuestra perdida identidad, devolviendo al sinaloense su tradicional comportamiento: bronco, musiquero, bailador, alegre, orgulloso, bebedor de cerveza y tal vez un poco pendenciero, pero franco, formal y apegado a su tierra.
Con base en lo expuesto, es de considerarse la ineluctable responsabilidad que tienen los medios electrónicos de comunicación masiva ante la sociedad sinaloense, pues lo acepten o no, se escudaron en una falaz y especiosa concepción de la libertad de expresión para instilar en el público radioescucha, cautivo de sus transmisiones, el gusto por la música apologizadora del vicio, la violencia y el delito, creando una cultura admiradora de tales actividades sobre todo de la delincuencia relacionada con el crimen organizado y el tráfico de drogas, adunadas sus secuelas legales y sociales.
Al hablar de esto no se puede dejar de recordar un trabajo del maestro Sergio Jacobo Gutierrez en un interesante foro sobre Cultura donde afirma en uno de sus párrafos: “Los medios de comunicación también han contribuido a acrecentar el problema de la violencia en Sinaloa. En este campo, su influencia ha sido grande y profunda en virtud de que ellos crean hábitos, formas de conducta, tradiciones y costumbres; en una palabra son fuente generadora, transmisora y reproductora de la cultura de un pueblo”(8).
Por esta razón los responsables de estos medios de información y entretenimiento, sin duda conscientes de su preponderante papel en la formación del gusto popular, tienen la obligación ética y ciudadana de implementar proyectos para el rescate de la identidad sinaloense eliminando de las transmisiones de radio y televisión, toda aquella música, teatro y demás representaciones audiovisuales, que hagan apología de la delincuencia y los hechos violentos y, adoptando una mirada más social y menos comercial, reorienten las preferencias de sus públicos hacia géneros musicales de raíces netamente sinaloenses, los cuales enaltezcan los valores tradicionales del pueblo de Sinaloa, especialmente entre los jóvenes y cuyo objetivo específico, sea generar un cambio de hábitos que rescaten la huella ancestral del quehacer social del hombre de Sinaloa regresando a nuestra prístina configuración psico-cultural, de pueblo trabajador, arriesgado, creativo y valeroso.