Viernes, Enero 31, 2025
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Opinion de ciro leyva

 

Ciro Gómez Leyva

 

Ciro Gómez Leyva 

El gobierno de López Obrador fracasó en la obligación de darle seguridad y paz a los mexicanos. Fracasó en el objetivo, si hubo uno, de mejorar los servicios de salud pública. Ayer se confirmó que fracasó también en el compromiso de hacer crecer la economía. En 2017, perfilado como el candidato más fuerte para ganar la elección presidencial de 2018, escribió en uno de sus libros “que el fracaso del modelo neoliberal se manifiesta precisamente en la falta de crecimiento de la economía: en 31 años, de 1984 a 2015, el crecimiento del PIB promedio anual ha sido de 2%”. Enlistó las causas fundamentales: el país está dominado por una banda de malhechores, privatizar ha sido sinónimo de robar, hay un contratismo voraz, le retuercen el pescuezo a la gallina de los huevos de oro… Y prometió un renacimiento de México a partir del rescate del Estado, la honestidad, la austeridad republicana, el fomento de la industria de la construcción, etcétera. El Inegi difundió ayer el dato de crecimiento del PIB en 2024, que permite precisar que el crecimiento en los seis años de gobierno de López Obrador fue de 0.8%; 0.8% promedio anual de 2019 a 2024. Creo que no hace falta agregar más.

 

Ante las bravatas acentuadas, la sobriedad reiterada. Frente a la segunda amenaza del gobierno de Estados Unidos de imponer exorbitantes aranceles a México a partir del sábado (la primera fue a través de una no muy clara orden ejecutiva de Trump la semana pasada, la segunda la disparó el martes la vocera de la Casa Blanca con la vulgaridad con que se esparce un chisme: tengo entendido que va a ocurrir, que los mexicanos se van a joder), la presidenta Sheinbaum podía envolverse en el patrioterismo inútil y podía también dar una respuesta sensata, sencilla. Ayer, cabeza fría, respondió a la amenaza de los aranceles con la economía de palabras de lo bien razonado: “No creemos que vaya a ocurrir, la verdad”. Y agregó, sin perder el tono ni la calma: “Si ocurre, también tenemos nuestro plan, lo informaríamos en su momento, pero no creemos que vaya a ocurrir porque hay conversaciones, hay diálogo”. Ningún mexicano sabe si el sábado Trump hará realidad la bravata. Sí sabemos, en cambio, que no hubo fuga de capitales después de la expresión de Palacio Nacional, que el dólar no se movió de los 20.50 y que el país no se acabó pese al eco resonante de que, ahora sí, ahí viene el lobo.

 

 

A finales de octubre se hablaba de ocho ministros de la Suprema Corte que, a la vista de muchos, eran la última línea de defensa, no sólo de la Corte, sino de una civilización. Los quebraron por el flanco de Pérez Dayán. El proyecto para acabar con el orden jurídico que conocimos avanzó entonces sin problemas, hasta que cinco integrantes de un comité acataron la resolución de dos jueces y pararon una parte de los trabajos de la reforma judicial. Por sencilla, su acción adquirió un alto contenido simbólico: ¿se seguían acatando los fallos de los jueces o no? Perdieron por el flanco del Tribunal Electoral. El lunes renunció en grupo el Comité de Evaluación del Poder Judicial que determinaría la idoneidad de un tercio de los candidatos a jueces, magistrados y ministros. Afirmaron que era inviable proseguir con la tarea constitucional encomendada. “Nuestro trabajo no era político, era técnico, jurídico”, me dice Luis Enrique Pereda, uno de los cinco. “No usaría la expresión de que perdimos, esto no era un todo o nada. Habrá cosas rescatables. Lo intentamos hasta donde se pudo”. Cinco nombres: Wilfrido Castañón, Mónica González, Emma Meza, María Emilia Molina, Enrique Pereda.