A juicio de Amparo
Es innegable que vivimos momentos de crisis. Es una doble crisis, externa e interna. La segunda -preexistente- potenciada por la primera. También es innegable que las crisis requieren actos excepcionales y, de preferencia, con unidad de propósito y de acción. Quizá de ahí el llamado del partido del gobierno y de la presidenta a la unidad nacional.
La crisis externa -al menos para México- se ha agudizado por la llegada de Trump, su amenazante discurso y las políticas anunciadas contra nuestro país.
Nadie sabe hasta dónde llegará en su locura anti-inmigrante, proteccionista y hasta expansionista, pero debemos esperar y estar preparados para lo peor.
En el frente interno las cosas no están mejor. La violencia se expande y se agudiza en porciones cada vez más extensas del territorio, las finanzas públicas son extremadamente débiles, el dinero no alcanza y las prioridades presupuestales son muy cuestionables, los sistemas de salud y educación siguen debilitándose, la democracia está naufragando. La responsabilidad inmediata es de la nueva presidenta quien no sólo heredó problemas gigantescos de parte de su antecesor sino que persiste, con pocas excepciones, en seguir sus políticas que ya mostraron ser un fracaso.
Es en este contexto que se llama a la unidad nacional. Pero la unidad nacional no puede ser para unas cosas sí y para otras no, aunque sea cierto que el “enemigo externo” o el “peligro externo” siempre haya sido el aglutinador para invocarla.
La unidad nacional podría explotarse no sólo para enfrentar a Trump sino para hacer un cambio en la forma de hacer política interna. Sí, aunque Morena tenga en sus manos a los tres poderes y a la mayoría de los poderes locales y aunque haya ahogado a la mayoría de los contrapesos.
La unidad nacional a la que ahora emplaza la presidenta puede invocarse para cosas muy productivas en los frentes interno y externo.
Para ello no hace falta mucho más que reunir, escuchar y saber corregir.
Exfuncionarios, empresarios, consultores, organizaciones de la sociedad civil, think tanks y expertos en una diversidad de temas como seguridad, relación bilateral México-Estados Unidos, política comercial, energía, corrupción, justicia o política social, han propuesto desde hace años y en particular desde que llegó Sheinbaum al poder diversos proyectos de solución a los más acuciosos problemas del país sin tintes partidistas y con la única intención de ayudar a que el país salga adelante. Hasta donde sé, han sido ignorados. El expertise sigue siendo despreciado y el haber colaborado de una u otra forma con los llamados gobiernos neoliberales los descalifica o los hace sospechosos.
Dos ejemplos. En el frente externo -para la política comercial y de la relación bilateral-sorprende que la presidenta no haya convocado a reuniones de alto nivel, con una agenda específica y con el talento que alguna vez hubo en política exterior a personas que podrían transmitir su experiencia en estos temas. Reuniones con los ex-cancilleres, ex-negociadores del T-MEC o ex-subsecretarios de América del Norte. Seguro algo tendrían que aportar. El costo sería nulo para el actual gobierno. No creo que ningún personaje de los que menciono, se negaría.
O, cuánto se podría mejorar en los frentes interno y externo el estudiar seriamente una propuesta como la del especialista Eduardo Guerrero de intentar negociar un Tratado de Seguridad de América del Norte.
Así como en estas dos materias recojo propuestas en cada uno de los ámbitos de la inmensa problemática nacional. Escuchar, reconocer limitaciones y enmendar no habla de la debilidad de un gobierno sino de su fortaleza.
Ya lo ha probado de alguna manera la presidenta con su Plan México y los empresarios. Ya lo ha probado con la puesta en pausa de la iniciativa para acabar con la paridad de empresarios, trabajadores y gobierno en Infonavit. Nunca diría: los empresarios doblaron a la presidenta. Más bien diría: la presidenta escuchó, sopesó y corrigió.
Mi punto es, entonces, que no se puede pedir unidad nacional para una cosa y no para el resto. La unidad se consigue no con imposiciones sino con diálogo y apertura. En muchos frentes se necesitan ambos: la reforma judicial en marcha, la próxima reforma electoral, la desaparición de los órganos autónomos, la prisión preventiva oficiosa, el plan de infraestructura …