Viernes, Noviembre 22, 2024
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Los Yaquis en Yucatán.

Foto de Irredentos Parias.
Irredentos Parias

El cometa Halley que cruzó cielo yucateco en 1910 despertó en los yaquis deportados en esa península la inquietud del regreso a su Tierra y sacudió el baúl de los recuerdos... En Sonora sostenían una guerra secular en aras de defender la integridad de su territorio y su autonomía; por esa razón el gobierno federal hizo de ellos prisioneros de guerra, indios expulsos y susceptibles de exterminio. Para alcanzar el destino de la deportación, cuya parada final era Yucatán, Campeche o Quintana Roo, tuvieron que realizar una larga travesía que se inició en el puerto de Guaymas. Navegaban hasta San Blas, Nayarit, “amontonados como chivos”, durante cuatro o cinco días. De allí, recorrían a pie uno de los sistemas montañosos más abruptos de la República hasta llegar a Tepic y luego a San Marcos.
Según el periodista norteamericano John Kenneth Turner, quien en 1908 dio seguimiento a la odisea de los yaquis, por lo accidentado del camino la parte del viaje que se hacía a pie llevaba de quince a veinte días. En San Marcos tomaban el tren (Ferrocarril Central Mexicano) que los transportaba a Guadalajara donde hacían escala para reanudar rumbo a la ciudad de México. Después de permanecer algunas jornadas en la Capital (ahí las mujeres podían andar libremente), los deportados eran trasladados a Veracruz por el Ferrocarril Interoceánico. En este puerto, se les amontonaba nuevamente en un barco de carga de la Compañía Nacional que al cabo de dos a cinco días, anclaba en Progreso.
Las familias Yaquis llegaban disgregadas, enfermas y hambrientas.

Foto: Mapa de la ruta de la deportación yaqui (RPR).