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El asesinato de Milton

Razones

Jorge Fernández Menéndez

La acción de las autoridades de la Ciudad de México, y a nivel federal, debe ser pronta y debe aclarar quién está detrás de este atentado.

Jorge Fernández Menéndez

 

El asesinato de Milton Morales Figueroa, jefe de inteligencia de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México es quizás la agresión más importante que ha sufrido un funcionario de seguridad en nuestro país desde el atentado contra Omar García Harfuch, de quien Milton era un muy cercano colaborador. Es un desafío de los grupos criminales al Estado mexicano y particularmente a la próxima administración de Claudia Sheinbaum.

Cuando se habla de los cambios que introdujo García Harfuch en la seguridad de la Ciudad de México, un punto central es el de la investigación y la inteligencia, el del golpeteo constante a los grupos criminales, y Milton fue un personaje central en todo ese proceso. Continuó con esa labor en la gestión de Pablo Vázquez en la secretaría capitalina y se suponía que se incorporaría con Omar a la dependencia federal.

Milton Morales era uno de esos funcionarios jóvenes, pero expertos, que realizan funciones claves en un gobierno, en este caso en los delicadísimos temas de combate al crimen organizado, la investigación y la inteligencia, que no son conocidos por la opinión pública, pero que son producto de una preparación de años y que deben ser cuidados y protegidos por el propio Estado. Son recursos humanos imprescindibles.

Milton tenía un equipo de custodios a su servicio que, por alguna razón, no estaban con él al momento del ataque, mientras hacía compras durante una visita familiar en Coacalco, Estado de México. Ahora sabemos que había sido seguido por dos automóviles y una o dos motos durante todo el domingo hasta que se realizó el ataque. Fue una ejecución preparada con detalle, que aprovechó un momento de desprotección de la víctima.

Hay varias lecturas importantes respecto al asesinato de Milton: primero, que a los criminales les duele cuando se los golpea y que aquello de los abrazos y no balazos una vez más no se aplica a la relación con los grupos criminales. Hay muchas vertientes sobre quiénes han podido ser los responsables del crimen, porque el área que encabezaba Milton, bajo órdenes de García Harfuch y luego de Pablo Vázquez, estuvo detrás de la investigación de la mayoría de los casos paradigmáticos de violencia en la Ciudad de México, incluyendo la desarticulación de las principales bandas del crimen organizado en la ciudad, desde la Unión Tepito a la Anti Unión, pasando por casos aún sin aclarar por las procuradurías, como el atentado contra Ciro Gómez Leyva.

Recordemos cómo el Cártel Jalisco Nueva Generación utilizó a casi 50 sicarios para tratar de matar a García Harfuch. Es muy probable que ése u otro grupo haya dedicado esfuerzos considerables para seguir y ejecutar a uno de sus hombres de mayor confianza. Precisamente por eso la acción de las autoridades de la Ciudad de México, y a nivel federal, debe ser pronta y debe aclarar quién está detrás de este atentado. No pueden exhibirse como intimidados por los criminales. En este sentido, llamó la atención que ayer el presidente López Obrador no se haya referido al asesinato de Morales Figueroa en la mañanera.

También hay que recordar que la nueva estrategia de seguridad federal romperá, si se ejecuta tal como se ha dicho, no sólo el statu quo con las bandas criminales, sino también dentro de las estructuras de seguridad. Y hay quienes prefieren que ese statu quo se mantenga: cambiar la estrategia de seguridad, reorganizar instituciones y dependencias, romper cadenas de complicidades, no se puede hacer sin resistencias serias, y la ejecución de Milton parece ser parte de esa reacción. 

Los enemigos de una política de seguridad eficiente y que de verdad golpee a los grupos criminales están fuera y dentro del gobierno, sea por complicidad, por conveniencia o por miedo. No se puede perder de vista esa realidad. Y si ésa es una advertencia para García Harfuch lo es aún más para Claudia Sheinbaum, la virtual presidenta electa.

Vienen tiempos difíciles en el terreno de la seguridad. Por lo pronto, ojalá que el Estado mexicano (y digo el Estado porque el tema trasciende al gobierno) tome cuenta de los hechos, de los desafíos que le presentan los grupos criminales, les dé su justa dimensión y actué en consecuencia, empezando por reconocer los servicios prestados por un funcionario eficiente y honesto. Es lo que menos se puede demandar.

SEGURIDAD EN GUERRERO

Renunció el secretario de Seguridad de Guerrero, el general brigadier Gabriel Zamudio López, que había asumido el cargo apenas en marzo pasado. Eran cambios esperados. Desde que hace dos semanas en la mañanera el jefe del Estado Mayor Conjunto de la Sedena, el general Ricardo Trevilla,hizo una amplia disección de las causas de la inseguridad en el estado, estaba planteada una profunda reforma en las áreas de seguridad de parte del gobierno de Evelyn Salgado de la mano con los mandos militares y de la Guardia Nacional.

Vienen nuevos nombramientos, pero sobre todo un nuevo despliegue de fuerzas de seguridad federales con una nueva relación con las policías locales. Existe conciencia de que los grupos criminales están presionando en varias regiones del estado, sobre todo en Acapulco y que no podrá haber una verdadera reconstrucción del puerto sin recuperar también la seguridad.

 

 

 

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