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El exilio, ruta de 42% de los expresidentes

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

 

Pascal Beltrán del Río

Un día como hoy, hace dos siglos, Agustín de Iturbide desembarcó en el puerto de San Bernardo, Texas.

Era la primera vez que el emperador abdicado ponía pie en México luego de haber partido al exilio el 11 de mayo de 1823.

Durante su ausencia –tiempo en que vivió en Italia e Inglaterra–, el Congreso lo declaró traidor y fuera de la ley en caso de que se presentara en territorio mexicano. Descubierto en Tamaulipas, fue fusilado el 19 de julio de 1824.

A lo largo de dos siglos, el exilio ha sido uno de los destinos más frecuentes de los exgobernantes mexicanos. De hecho, de los 64 hombres que ocuparon la Presidencia de la República antes de Andrés Manuel López Obrador, 27 abandonaron el país de forma voluntaria o forzada, ya sea durante su gestión o después de dejar el cargo. Seis de ellos murieron en el extranjero.

 
 

México había cumplido apenas cuatro años como república cuando se dio el primer conflicto por la sucesión presidencial, entre Vicente Guerrero y Manuel Gómez Pedraza, lo que llevó a éste a exiliarse en Francia y en Estados Unidos, entre 1829 y 1832.

Entre los presidentes del siglo XIX que siguieron esa ruta estuvieron Anastasio Bustamante, Antonio López de Santa Anna, Benito Juárez y José María Iglesias.

Durante la época de la Revolución Mexicana se desterraron Francisco Carvajal, Eulalio Gutiérrez, Roque González Garza y Francisco Lagos Cházaro. 

Los seis exmandatarios mexicanos fallecidos en extranjero son Mariano Arista (1855), Juan Bautista Ceballos (1859), Sebastián Lerdo de Tejada (1889), Porfirio Díaz (1915), Victoriano Huerta (1916) y Francisco León de la Barra (1939).

Famosos fueron los exilios del México posrevolucionario: Adolfo de la Huerta, quien luego de su rebelión, en 1923, abrió una escuela de canto en Los Ángeles; Plutarco Elías Calles, corrido del país por Lázaro Cárdenas, lo cual puso fin al Maximato, y Pascual Ortiz Rubio, último presidente en renunciar al cargo.

Durante casi medio siglo, los expresidentes se quedaron a vivir en México al terminar su periodo hasta que José López Portillo pidió a su antecesor Luis Echeverría se fuera de embajador para Australia e Islas Fiyi, encargo que terminó en 1979. El propio López Portillo debió irse a España al concluir su periodo.

De los últimos seis expresidentes, cuatro se ausentaron del país temporal o definitivamente: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. De ellos, Miguel de la Madrid y Vicente Fox se quedaron en México.

En una conversación reciente con el periodista Mario Maldonado, Peña Nieto –quien vive en Madrid, igual que Salinas y Calderón– mencionó que es imposible para él hacer una vida normal en México.

Recientemente, Peña Nieto y Salinas han aparecido en los medios en fotografías tomadas en España. El primero, haciendo compras en una tienda de ropa y el segundo, en un cumpleaños.

En el caso de Salinas, el tema de la foto llegó incluso hasta la conferencia mañanera del presidente López Obrador, pues en ella aparece el exmandatario al lado del embajador en Madrid, Quirino Ordaz. “Ya me lo explicó”, se limitó a decir ayer el tabasqueño sobre la presencia de Ordaz en la fiesta, en la que también estuvo José María Aznar, el expresidente del gobierno de España.

Ahora que se termina el sexenio, vuelve a ser discutido, como en cada ciclo presidencial en México, dónde vivirá el hombre que dejará el poder. López Obrador asegura que se retirará a su finca en Palenque, Chiapas, y que no se le volverá a ver en público, a menos de que se lo pida su sucesora.

Sin embargo, el 6 de abril de 2023, el Presidente hizo un comentario –que, por no venir al caso, causó mucho desconcierto– al encabezar una reunión virtual de la Alianza de Países de América Latina y el Caribe contra la Inflación, iniciativa suya.

“Cuba es como para irse a vivir allá”, dijo López Obrador, lo que causó una reacción de sorpresa en muchos de sus homólogos, como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien hasta se acomodó en el asiento. Como sucede a menudo con las cosas que dice el mandatario, es difícil saber si se trata de una ocurrencia o de una premonición.

 

 

 

 

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