Leo Zuckermann
Juegos de poder
Llegó puntual a la cita, muy bien arreglada, con un huipil hermoso. Se lo chuleamos. Nos dijo que era el mismo que había utilizado el día que fue a tocarle la puerta al presidente López Obrador en Palacio Nacional y no le contestaron. Siempre con una sonrisa, nos contó la historia de la bella prenda obra de una artesana oaxaqueña.
Conozco a Xóchitl Gálvez desde hace muchos años, en una gira del entonces presidente Fox por Tlapa de Comonfort, Guerrero, donde se inauguró un hospital para las mujeres que en esa comunidad son fundamentalmente indígenas. Gálvez, en su calidad de titular de la Oficina de Representación para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, habló con su muy peculiar estilo directo, alegre y dicharachero. Desde aquel lejano día, hace más de veinte años, pensé que esta mujer llegaría lejos en la política. Por muchas razones, pero sobre todo por su optimismo pegajoso.
Ayer se sentó en la mesa de Tercer Grado en calidad de candidata presidencial de la oposición. Todo el mundo sabía el contexto. A veinte días de la elección, Xóchitl aparece en las encuestas serias por debajo de Claudia Sheinbaum por una diferencia de dos dígitos. Y, sin embargo, nunca vi a una candidata derrotada.
Eso es lo que más me llamó la atención de Xóchitl en el programa especial televisivo del lunes pasado. Ella está convencida de que va a ganar. Lo cree firmemente porque, en su vida, nunca ha tirado la toalla. Por el contrario, como los buenos toros de lidia, se crece frente al castigo.
Xóchitl quería ser candidata a jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Fueron muchos quienes la convencieron de que mejor se lanzara a la grande, a la presidencial. Ella hesitó, pero, al final, aceptó y se puso inmediatamente a chambear. Consiguió más de un millón de firmas para respaldar su candidatura. Los partidos, que nunca la quisieron como su candidata, no tuvieron de otra más que aceptarla.
Ésa ha sido su fortuna y desgracia. La fortuna: en un país donde es prácticamente imposible ser candidata independiente, logró que los tres principales partidos de oposición la lanzaran a ella. La desgracia: estos institutos políticos tienen una pésima imagen que ahora Xóchitl tiene que cargar.
Gálvez se vio obligada a explicar por varios minutos esta relación intrincada con los partidos. No se arredró. Al revés, aceptó la realidad de representar al PAN, al PRI y al PRD, pero insistió sobre su relativa independencia. Y tiene razón: en todos los partidos hay gente buena y mala. El chiste es escoger a los buenos para integrarlos en un gobierno de personas trabajadoras, honestas y competentes.
Xóchitl respondió cada una de las preguntas que le hicimos. No recurrió a acordeones. Tenía la información y las propuestas en su cabeza. Trastabilló poco, sobre todo cuando tuvo que defender por qué caracterizó a Sheinbaum como una “narcocandidata” en el segundo debate presidencial.
Creo que lo fundamental se logró: que el público conociera quién es Xóchitl Gálvez y qué quiere hacer si gana la Presidencia.
Por la mesa corrió mucha información sobre la posible impugnación de la elección, la popularidad del presidente López Obrador, el camino hacia la desmilitarización del país, de cómo puede ganar si la participación electoral es alta, del papel de Jorge Álvarez Máynez en la competencia, de cómo financiar la ampliación de las pensiones no contributivas de los adultos mayores y de la manera de investigar presuntos casos de corrupción del gobierno actual.
Habló de personajes de los partidos, incluyendo Morena, y la sociedad civil que integraría a su gabinete, del peligro que vive la democracia mexicana, de cómo elegir a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, si va a aceptar el resultado de la elección en caso de que le sea adverso, del discurso de odio y la caracterización de su oponente como una “narcocandidata”, de la terrible situación de la inseguridad y posibles soluciones, de la quiebra de Pemex, la transición energética y el cierre de las refinerías de la petrolera mexicana.
Todo esto en una hora.
Y Xóchitl respondió con mucho garbo.
Se mostró segura y dispuesta a entrarle a todos los temas. Como todo político, trató de evadir algunos cuestionamientos con lugares comunes. Los panelistas, sin embargo, insistimos para que respondiera. En general, lo hizo.
Salió bien librada. Yo me fui con la sensación de que la oposición escogió a la mejor de sus posibles candidatos. Ya veremos cómo le va el 2 de junio. Por lo pronto, Claudia asistirá el próximo lunes 20 de mayo a Tercer Grado.
X: @leozuckermann
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