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Incertidumbres y sorpresas

 

 

José Elías Romero Apis

José Elías Romero Apis 

 
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Se presentó el libro Poder y deseo. La sucesión presidencial en México, que escribimos Pascal Beltrán del Río y yo. Fue en la UNAM, con Raúl Contreras Bustamante como anfitrión en la Facultad de Derecho. Además de prologuista, Francisco Labastida brindó sus comentarios, al igual que Ruth Zavaleta. Mucho agradecemos a ellos, a los asistentes y a los lectores.

Este libro nació en Excélsior hace 30 meses en la forma primaria de una serie de artículos especiales. Parece que funcionó nuestro tarot. Con mucha razón me podrán decir que no fue mérito alguno adivinar desde entonces la candidatura de Claudia Sheinbaum. Pero no me podrán negar que tiene algún mérito adivinar hace dos años y medio la candidatura de Xóchitl Gálvez.

Previmos un tiempo de sorpresas y de novedades. Durante 70 años y hasta hace 4 elecciones, los dos grandes adversarios fueron el PRI y el PAN. Todavía hace tres años en la elección intermedia era impensable una alianza. Ahora lo son por la Presidencia y por todos los cargos federales, así como por muchos de los locales. También previmos que ésta sería una contienda agresiva, violenta y cerrada. Que en ella no se enfrentarían personas, sino posiciones. Desde entonces las definimos como la oferta de la continuidad versus la oferta del cambio. Es cierto que no sabemos ni nos dicen la continuidad de qué ni el cambio hacia dónde.

Los dos bandos son muy fuertes. El de la continuidad tiene la fuerza del gobierno. El del cambio tiene el poder de la inconformidad. Ése es el signo característico de las contiendas de relevo en el mundo democrático a lo largo de lo que va del siglo XXI. En tres de las recientes cuatro elecciones mexicanas y estadunidenses han triunfado las alternancias. Más o menos por allí anda el panorama europeo. 

Pero el siglo XX no fue tan distinto. Estados Unidos se caracteriza por ser un régimen de alternancia. Y el sistema mexicano también lo ha sido, a pesar de que un solo partido triunfó durante 70 años consecutivos. Pero cada sexenio era distinto en programas, en estilos y en personas. Se cambiaban desde las indumentarias hasta los equipos.

Menciono un dato que no deja mentir. En los gabinetes mexicanos de los últimos 60 años, tan sólo seis ministros fueron ratificados en un paso de 10 sexenios. De 250 o 300 funcionarios sólo se ratificó a media docena y no más. Y, por cierto, en cuatro de esos seis casos tan sólo fue una ratificación temporal y no sexenal. Eso nos da una idea de que la brevedad sexenal hizo de 1os sexenios priistas un régimen de alternancias.

En las democracias, todos los gobernantes son transitorios. Más transitorios mientras mejor esté instalada la democracia. Solamente los ciudadanos somos permanentes. Solamente nosotros nos quedamos después de que ellos se van. Sólo nosotros les contaremos a los que siguen lo que sus antecesores hicieron con nosotros. Lo que nos cumplieron y lo que nos engañaron. Lo que nos quitaron y lo que nos quedaron a deber.

 

 Es cierto que hay temores y rumores. He escuchado sobre los fantasmas del boicot electoral, del sabotaje mafioso, de la remoción postulatoria, de la anulación de elecciones, de la suspensión constitucional, del interinato presidencial, del Maximato, del minimato, del magnicidio y de muchos otros más. Pero hay factores mexicanos que nos deben dar confianza. El más importante es que se trata de un país altamente institucionalizado.

Es tiempo de incertidumbres y es tiempo de sorpresas. Y aún nos faltan muchas. Lo más normal es que unos ganen y que otros pierdan, como suele suceder. Lo mejor sería que todos ganáramos, como ya ha sucedido. Lo peor sería que todos perdiéramos, como también ya lo hemos sufrido.

A lo largo de muchas décadas, los mexicanos hemos construido un gran país y una verdadera potencia. No hagamos nada para que se nos deshaga ni permitamos que nadie nos lo destruya.

Estoy muy seguro de que cada día y cada generación, México será más infalible y será menos inefable.