Francisco Garfias
Arsenal
Violencia, extorsiones, crimen organizado, tortura, impunidad, ausencia de Estado, asesinatos, es el pan nuestro de cada día en Guerrero. En ese turbulento clima ocurrió el asesinato del normalista de Ayotzinapa, Yanqui Khotan Gómez, 23 años, por policías estatales de gatillo fácil y boca mentirosa.Las autoridades locales intentaron disfrazar la ejecución para proteger a los homicidas, pero se les cayó el teatro. El policía que disparó se dio cuenta de la bronca en la que se había metido y se fugó en las narices de los mandos de la policía estatal y de la fiscalía local.El presidente López Obrador se apresuró a reconocer el asesinato, para evitar que la tragedia se volviera en su contra, como le ocurrió a Peña Nieto en septiembre de 2014 con los 43 normalistas desaparecidos. En la mañanera denunció el asesinato de Yanqui por la policía estatal e informó de la fuga del asesino. La resolución del conflicto es la “prueba de fuego de López Obrador, antes de que vaya”, dijo el padre Filiberto Velázquez, director del Centro de Derechos de las Víctimas de la Violencia Minerva Bello. (Fuente: El Sur de Guerrero).Los otros dos policías que acompañaban a su colega fugado ya fueron puestos a disposición de las autoridades judiciales, pero es insuficiente para calmar los ánimos. En un intento por relajar la tensión que amenaza con desbordar, la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, anunció la renuncia del secretario general de Gobierno, Ludwig Reynoso Núñez, y del secretario de Seguridad Pública, Rolando Solano y de la fiscal, Sandra Valdovinos. Pero ésta última se rehúsa a ser removida, de acuerdo con un comunicado que dio a conocer ayer.
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