Ivonne Melgar
Retrovisor
Claudia Sheinbaum se presenta al frente de un movimiento político que, hasta ahora, sigue encabezando el Presidente de la República. Habla la candidata presidencial de Morena de consolidar la transformación y de un segundo piso del actual proyecto gubernamental.
En los hechos, sin embargo, la revisión de las listas de los candidatos al Congreso muestra el desplazamiento de una parte del activismo fundacional morenista por cuadros fichados en la oposición, una tarea que estratégicamente ha impulsado la exjefa de Gobierno.
Un ejemplo: la diputada federal que este jueves se declaró independiente, Susana Prieto Terrazas, impulsora de la reforma de las 40 horas, se queja de haber sido excluida de las candidaturas a cambio de personajes como Javier Corral que, siendo gobernador, dijo, la persiguió en Chihuahua.
El caso de la dolida abogada laboral —quien ventiló sus dudas sobre la continuidad del llamado movimiento obradorista que, como tal, la postuló al Congreso en 2021— no es anecdótico ni aislado.
Hay muchos morenistas que, como Susana Prieto, saben de la preocupación y ocupación de Sheinbaum por hacerse acompañar de personajes que fueron críticos al actual gobierno o blanco de sus descalificaciones.
Porque más allá de las consignas presidenciales y la propaganda oficial, la aspirante de la coalición Morena, PT y PVEM tiene una ruta en marcha: ampliar su base política e ideológica para garantizar su ventaja en las urnas.
Ese afán de Sheinbaum —evidenciado en el encuentro con industriales, destacando ahí la figura del “neoliberal” Luis Téllez como interlocutor— contradice el supuesto triunfo cultural de la autoproclamada 4T.
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La candidata morenista sabe que no puede confiarse sólo con el despliegue electoral de los servidores de la nación que piden el voto para ella desde la nómina de la Secretaría de Bienestar ni con presión de los gobernadores de su partido para el mismo objetivo.
Por eso, aunque en el discurso de campaña ha tenido el éxito de sembrar la percepción de que su ventaja es inalcanzable, Claudia actúa en la práctica como si la oposición le estuvieran pisando los talones.
¿Acaso no es suficiente ser la heredera del respaldo social que el presidente López Obrador tiene?
De ser así, la elegida del líder histórico podría continuar en esta etapa definitiva de la contienda con un mensaje de continuidad sin matices y a la defensa de los asuntos mal calificados de la administración saliente.
Pero a juzgar por sus recientes incursiones en los medios de comunicación impugnados desde Palacio, Sheinbaum está dispuesta y preparada para ir formulando un cuidadoso y —si es necesario— a veces retórico deslinde de los temas fallidos en este sexenio: abrazos, no balazos, militarización en diversas tareas, opacidad, negociación que ha derivado en intentos de sometimiento y de extorsión hacia empresarios, hostilidad a científicos, críticos y periodistas, y un proceder autoritario frente a la democracia constitucional que se traduce en la división de Poderes y respeto a los contrapesos.
Tomar la alternativa de diferenciarse de la agenda del presidente López Obrador, distanciarse de sus filias y fobias o buscar remedios distintos al denominado plan C que le impuso con las 20 iniciativas de reforma enviadas a los diputados podría ser riesgoso.
¿Tiene Sheinbaum su propio capital político, al margen de la certificación en las conferencias mañaneras, como para jugársela en plena campaña?
Al menos esta semana fue el propio presidente López Obrador, quien reclamó que la capital del país “se derechizó”. Se estaba refiriendo a la CDMX que la candidata presidencial gobernó. ¿No pudo como jefa de Gobierno ganarle esa batalla a los “conservadores” y por eso los busca de aliados?, ¿o era únicamente un timbre de alarma del máximo jefe de campaña para que sus seguidores se apliquen?
Del costo de desobedecer saben Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y Adán Augusto López. Pero Claudia siempre fue muy disciplinada. Y ahora ya nada puede quitarle la candidatura y la prioridad es conservar su ventaja y ganar.
Eso obliga a la morenista al contraste —del que hasta ahora huyó— con Xóchitl Gálvez, una candidata opositora a la que el aparato de propaganda gubernamental no logró desinflar con supuestos expedientes que, hasta el momento, se abstuvo a activar, a riesgo de volverla víctima de la saña del poder.
De entrada, la abanderada del PAN, PRI y PRD resolvió jugársela con la oferta de “un México sin miedo”, colocando por delante el tema de la seguridad y la salud.
Asumiéndose como la candidata de los ciudadanos y de las víctimas, Gálvez busca concentrar el voto opositor y del desencanto.
¿Seguirá Sheinbaum dejando a Epigmenio, Zaldívar, Noroña, Tatiana y Mario Delgado la tarea monotemática de no quitarse a Xóchitl de la boca?
¿Podrá Claudia seguir el plan original de hacer una campaña como si ella fuera la única en la boleta?
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