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Es la inseguridad

Es la inseguridad

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

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Mediante una frase, el consultor político estadunidense James Carville, estratega de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, logró sintetizar la idea central que movía esa vez al electorado para tomar su decisión: “It’s the economy, stupid”, (Es la economía, estúpido).

Toda elección gira sobre un tema o un número limitado de temas. En el caso de los comicios presidenciales que tendrán lugar en nuestro país dentro de tres meses, no cabe duda que el núcleo en torno del que gira todo lo demás es la inseguridad.

Desde luego, hay otros asuntos de interés público muy relevantes que podrían afectar el futuro del país y sobre los cuales sería importante conocer las ideas de quienes aspiran a gobernar el próximo sexenio. Entre ellos están la salud, la educación, la migración, el agua potable, la persistencia de la pobreza y la economía informal, la reubicación de inversiones a nivel global, los retos fiscales, la relación bilateral con Estados Unidos, etcétera.

Sin embargo, ninguno de ellos es tan relevante como el problema de las conductas delincuenciales, que se han ido extendiendo y profundizando, abarcando regiones completas y asumiendo el control de diversas actividades económicas como comercio, transporte público, agricultura y minería.

Las organizaciones criminales matan, secuestran y desaparecen a personas; extorsionan a empresas; asaltan el transporte de carga y de pasajeros; trafican con droga, migrantes y armas, y protagonizan encarnizadas batallas con sus rivales del hampa, entre otras prácticas ilegales.

Sus actividades se han ido moviendo hacia la captura de las instituciones. Por ejemplo, están presentes en ayuntamientos, desde los cuales los delincuentes controlan a las policías municipales, los permisos para operar negocios y la obra pública.

Lo hemos visto en las precampañas: la delincuencia organizada impone candidatos y amenaza o mata a quienes no se someten a sus dictados. La violencia criminal toma decisiones que debieran ser sólo de los votantes. ¿Qué clase de elección podrá haber en Maravatío, Michoacán, donde acaban de ser asesinados, el mismo día, dos aspirantes a la presidencia municipal?

 

 
 
 
 
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No hay tema más importante que la inseguridad. O, en un sentido más amplio, la vigencia del imperio de la ley. No hay mayor amenaza a la supremacía del Estado que el cáncer de la criminalidad que se extiende aceleradamente por el cuerpo social.

En días recientes, las dos principales candidatas a la Presidencia han dado muestras de entender que no hay asunto más relevante que atender que ese.

La oficialista Claudia Sheinbaum dijo ante integrantes del Club de Industriales que la clave para la transformación del país es poner el tema de la seguridad en el centro de las prioridades.

La opositora Xóchitl Gálvez debió arrancar anoche la etapa formal de la campaña electoral en Fresnillo, Zacatecas, ciudad que tiene la peor percepción de seguridad en todo el país.

Qué bueno que las dos lo han comprendido. A partir de hoy, que ya pueden hablar de propuestas, habrá que estar pendientes de sus pronunciamientos al respecto, y de los planes que tengan para atajar y resolver este gravísimo problema.

Está claro que una de las dos heredará una situación sumamente delicada, en la que la capacidad de las autoridades para aplicar las leyes comienza a estar en duda (y en algunas regiones ya se perdió).

Una vez que la ganadora de la elección se siente en la silla no podrá eludirla con distracciones ni darle largas mediante promesas ni negar su existencia ni culpar de ella a los gobiernos anteriores, como se ha hecho en el actual sexenio. Todos esos cuentos ya nos los sabemos los ciudadanos y no conducen sino a un agravamiento de la enfermedad.

Por eso hay que exigir a las candidatas que no se queden en el simple diagnóstico ni nos receten lugares comunes. Se necesitan compromisos verdaderos y un programa de acciones concretas, creíbles y medibles.

Cualquier otra cosa será demagogia y fuegos artificiales, lujos que ya no podemos darnos.

 

 

 

 

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