Leo Zuckermann
Juegos de poder
Desde hace años vengo siguiendo la trayectoria de Alexéi Navalni, un personaje como de novela rusa. Desgraciadamente, como muchos suponíamos, su final ha sido trágico. El pasado 16 de febrero, a los 47 años de edad, falleció en circunstancias muy extrañas en un penal en Siberia conocido como “Lobo Polar”.
Navalni era la principal figura opositora del dictador ruso Vladimir Putin, quien lleva 25 años en el poder. Recordemos que llegó ahí por la vía de las urnas para inmediatamente desmantelar las pocas instituciones democráticas que se habían desarrollado después de la disolución de la Unión Soviética.
Vieja historia.
La única esperanza opositora al poder autocrático de Putin era Alexéi Navalni. Pero, como decía Stalin, “sin hombre, no hay problema”. Bueno, pues al haber fallecido el opositor más popular y conspicuo, se acabó un dolor de cabeza para el nuevo zar ruso.
Hoy rememoro a Navalni, de acuerdo con la información de un podcast de The New York Times de Anton Troianovski, corresponsal en Moscú, de 2021.
Navalni era abogado. En 2007 comenzó su fama como defensor de los intereses de los accionistas minoritarios de las grandes empresas rusas. Su blog se tornó cada vez más popular. Empezó a tener fama como activista anticorrupción con investigaciones acerca del origen del dinero de las nuevas élites rusas.
En 2011, Navalni entró de lleno a la política convirtiéndose en el líder de las movilizaciones en contra de la reelección de Putin. Lo metieron brevemente a la cárcel. Su fama se incrementó.
Navalni era un agitador exitoso ya que contaba con la cualidad, a diferencia de otros opositores de Putin, de convencer a una gran cantidad de personas con diversas posiciones políticas.
En 2013, Navalni se lanzó como candidato a alcalde de Moscú. Le prohibieron hacer campaña en los medios. A pesar de eso, obtuvo 27% de la votación, un porcentaje muy alto para cualquier opositor en Rusia.
Navalni aprovechó la creciente penetración del Internet para darse a conocer. Publicaba videos en YouTube que resultaron muy populares. En 2017 posteó un video donde demostraba la gran fortuna de más de mil millones de dólares de uno de los principales aliados de Putin, Dmitri Medvédev. El video se viralizó. Navalni convocó a protestas en contra de esta corrupción. Miles de personas salieron a las calles en varias ciudades.
Por esos años, Putin gozaba de altas tasas de aprobación. Pero en 2018 esto comenzó a cambiar. El fervor patriótico por la anexión de Crimea se había esfumado. El gobierno, además, había incrementado la edad de retiro. La popularidad de Putin estaba a la baja. Navalni lo aprovechó para registrarse como candidato a las elecciones presidenciales de ese año. Aunque estableció oficinas de campaña por todo el país, el gobierno le prohibió aparecer en la boleta.
En agosto del 2020, Navalni hizo campaña a favor de candidatos opositores en Siberia. Regresaba a Moscú y, en el avión, empezó a sentirse mal. Perdió la consciencia y entró en coma. El piloto de la aeronave hizo un aterrizaje de emergencia. En el hospital, lo intubaron: lo habían envenenado.
Angela Merkel, entonces canciller de Alemania, presionó a Putin para que dejara salir a Navalni a curarse en Berlín. El líder ruso accedió. Se determinó que lo habían envenenado con una sustancia tóxica nerviosa de tipo militar, el mismo modus operandi que utiliza el régimen autocrático ruso para deshacerse de sus opositores.
Navalni publicó la evidencia de cómo un grupo de agentes de la seguridad interna lo habían intoxicado. Llamó a uno de estos agentes, se hizo pasar por un superior jerárquico y le pidió que le contara qué pasó. El otro, de manera increíble, confesó la trama. Navalni grabó esta conversación y la publicó, lo cual resultó en un duro golpe para Putin.
Navalni, milagrosamente, se recuperó. En 2021, anunció su regreso a Rusia. El gobierno le advirtió que, de hacerlo, lo arrestarían. No obstante, voló a Moscú.
Debido a las manifestaciones, al avión lo desviaron a otro aeropuerto. Cuando aterrizó, en medio de una nube de cámaras, la policía lo detuvo por una nimiedad jurídica. Mandó un video a sus seguidores convocando a manifestaciones.
Por Internet se organizaron los mítines. A lo largo y ancho de Rusia salieron miles de ciudadanos a protestar. En Moscú, la gente cantó “Putin es un ladrón”.
A Navalni lo enjuiciaron y sentenciaron a 19 años de prisión. Lo enviaron a un penal de alta seguridad en Siberia donde, según las autoridades, murió “después de una caminata”.
Putin seguramente lo celebró recordando a Stalin: “La muerte resuelve todos los problemas: sin hombre, no hay problema”.
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