Francisco Garfias
Arsenal
El presidente López Obrador le pidió a Azucena Uresti que saliera a aclarar lo de su salida de Milenio TV. Quería lavarse las manos, sacudirse los señalamientos de “censura” que se multiplicaron en cascada. Para lograr su propósito, no dudó en usar un tuit del expresidente Felipe Calderón, su adversario político de toda la vida, y hasta puso en duda la buena fe de la conductora estelar de esa televisora.
La respuesta de Azucena se produjo en el espacio que tiene en Radio Fórmula desde hace cinco años. Dejó claro que ninguno de sus proyectos por venir interfería en lo absoluto con su desempeño en la televisión, como se manejó en la versión oficial de su salida.
Y, sin vericuetos, dijo que en estos tiempos (de la 4T) “el periodismo está bajo acoso, bajo amenaza y bajo ataques constantes”. Remató con un mensaje subliminal:
“Estoy lista para seguir participando en espacios que permitan ejercer este oficio con la mayor libertad; en espacios donde se escuchen las voces de quienes sistemáticamente son ignorados; donde se escucha a quienes luchan por sus derechos y por la justicia; donde se denuncien los excesos y los abusos”.
Servido, señor Presidente.
* Marcelo Ebrard no acaba de definir su postura frente a Claudia Sheinbaum. Lo vimos muy cerca de ella el pasado jueves, en el presídium que se montó en el Monumento a la Revolución para el cierre de la precampaña.
Pero no llegó a la sesión ordinaria del Consejo Nacional de Morena, celebrada el domingo en el WTC, en la que Claudia fue ungida formalmente como candidata presidencial del guinda. La ausencia del excanciller desconcertó a sus correligionarios. No entienden sus zigzagueos.
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