El cierre de Claudia
Yuriria Sierra
Nudo gordiano
Voy caminando por la calle de La Fragua absolutamente atiborrada. “¡... a la bim, bom, va… Claudia, Claudia, ra, ra, raaa!”... El coro, la porra, la están entonado voces exclusivamente masculinas. Se me pone la piel chinita. Ya son ellos… sí, ellos, los que se organizan para echar su porra y la ensayan con visibles ganas antes de que llegue su candidata. Ellos, los hombres. Porque las mujeres guindas están felices de tenerla como candidata. Pero ahora ya también los vi a ellos, no a los de la élite morenista, no: a los de la calle. Vendrán con su contingente, pero están emocionados. Les dieron su convocatoria, pero quieren verla de cerquita y hacerle sentir su apoyo. Llegó con los de su alcaldía, pero trae a su niña en brazos y se apresta en la valla para intentar tomarse los tres una foto con ella: con Claudia.
Atrás del escenario principal, donde están los invitados especiales, se sienten los 20 puntos de ventaja que reportan las encuestas. Hombres y mujeres de la élite morenista se mueven, se saludan, sonríen, se abrazan, grillan, tratan de averiguar por dónde llegará y subirá la candidata. Preguntan a los organizadores: ¿por el lado izquierdo? ¿Por el derecho? La valla por la que entrará está ya puesta por el centro de la plancha del Monumento. Y, mientras ella llega, miran a dos personajes que también esperan su arribo: Marcelo Ebrard (que sorprendió llegando al evento) y Omar García Harfuch (a quien no paran de pedirle selfies).
Claudia arriba a la plaza. En el templete están todas las antiguas corcholatas. El abrazo con Marcelo. Claudia sabe que la foto es nota. Pero también sabe (se ve que lo sabe y que lo siente) que ya es la dueña de este carro en movimiento. El discurso y la celebración: “Ganamos la precampaña”, dice ella al micrófono y el público aplaude, grita y se entusiasma. Estalla el canto. En el templete se ponen de pie y empiezan a corear con el puño en alto. Y aunque le costó trabajo, Ebrard terminó también coreando: “¡Presidenta, presidenta!”.
En esta precampaña, Claudia Sheinbaum se reunió con más de 800 mil militantes y simpatizantes de su partido en 82 municipios de toda la República Mexicana. Repitió giras en varios estados. Además de su militancia, sostuvo reuniones con colectivos, con empresarios y con sectores productivos en todos ellos. Concedió entrevistas a medios de cada estado y a muchos medios internacionales.
Con una plaza y sus calles absolutamente llenos, Claudia sabe que empieza otro momento para ella, para su campaña y para el futuro de su movimiento. “¡Estoy lista! Hagamos realidad a la primera mujer presidenta de México”.
Y sí, Claudia Sheinbaum es la candidata de ese movimiento que nació hace poco más de 12 años como el proyecto político de López Obrador, lo cierto es que ya es un partido, una maquinaria que ha crecido exponencialmente y ha adquirido vida propia. Algunos lo ven y lo entienden. Otros no tanto. Unos darían genuinamente su vida por la camiseta guinda y por lo que AMLO ha representado en su imaginario. Pero otros aprovechan la sombra que provee (como la da cualquier cosa gigantesca) para moverse con contorsiones peligrosas y cuestionables. Y por ello, paradójicamente, los obstáculos que pueda atravesar la campaña de Morena en los próximos meses provengan de Morena misma y sus palacios.
En esas aguas de emoción, contraste y turbulencia ha navegado y tendrá que navegar ella, Claudia Sheinbaum. Y aunque hasta el día de hoy ha sido muy hábil para conservar y administrar su ventaja en las encuestas, viene el periodo en el que tendrá que demostrar qué es lo que México puede esperar si ella se convierte en la primera mujer en portar la banda presidencial… Por lo pronto, según pude ver, ha logrado que los hombres también griten emocionados: “¡Presidenta!”.