María Amparo Casar
A juicio de Amparo
En su primer cierre de precampaña, Xóchitl Gálvez le dio al clavo. La frase, dicen, tiene su origen en el oficio de la carpintería en la que al golpear con el martillo, si lo haces bien, le darás al clavo y no a otra parte del mueble. Clavó el clavo y lo clavó hondo. Tan es así que la única crítica que le pudo hacer el presidente del partido oficial —Mario Delgado— fue que usó un teleprompter. Nada sobre el contenido.
Se ve que Xóchitl acertó en sus mensajes.
Resolvió el problema de con quién está compitiendo y la interrogante, planteada lo mismo por analistas políticos que por estrategas de campaña, sobre quién es el adversario a vencer. Dejó en claro que son dos. La precandidata Sheinbaum y el presidente López Obrador. A ambos fue dirigido el discurso porque, como también dejó en claro, la que viene o, la que está siendo, es una elección de Estado en la que hay que ganarles a un presidente súper poderoso que no tiene empacho en violar la ley —no sólo la electoral— todos los días y a una candidata que se mimetiza con él a sabiendas que le debe la candidatura y que ninguna otra conducta sería aceptable. Una elección injusta y dispareja. Mencionó que algunos medios ignoran y bloquean su campaña. Curiosamente, el evento del domingo 14 de enero no fue cubierto en vivo más que por las redes sociales y 90% de la prensa no lo mencionó en primera plana.
Xóchitl le pegó al clavo centrando su discurso en lo que significa la promesa oficialista de la continuidad. Una continuidad para la que Sheinbaum acuñó la frase de “poner el segundo piso a la transformación” y a la cual Gálvez reviró: La gente lo que quiere es ponerle el segundo piso a su casa; continuidad, dijo, es impunidad, mediocridad, inseguridad y la falsedad de los “otros datos”.
Conocedora de los fracasos de este sexenio, los aprovechó para preguntar si el segundo piso sería más muertos, más miedo, más división, menos servicios de salud, peor educación, menos oportunidades, más odio, más mentiras oficiales… Para preguntarle a su contrincante si de verdad cree que México está mejor que nunca.
Acertó al equiparar a la candidata oficial con López Obrador diciendo: “Claudia te quiere pobre”. Le faltó recordar la frase de su mentor y jefe de campaña: “Ayudando a los pobres va uno a la segura porque ya saben que cuando se necesite defender, en este caso la transformación se cuenta con el apoyo de ellos; no así con sectores de clase media, ni con los de arriba ni con los medios ni con la intelectualidad, entonces no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política” (López Obrador, enero de 2023).
Acertó en señalar los riesgos para la democracia. Para el proceso electoral, para el INE y el Tribunal Electoral, para las instituciones de justicia, para la libertad de expresión, para la legalidad, para las instituciones. Tiene razón al decir que la del 2024 será la elección en la que se definen los próximos 30 años.
Y no, el discurso no fue sólo para decirle algunas verdades al gobierno de López Obrador y a su candidata quien ofrece seguir por el mismo camino tal y como lo ha dicho en cada una de sus intervenciones públicas. No encontré imprecisiones en los datos de la candidata Xóchitl Gálvez. Tal y como señaló, 800 mil muertes en exceso por la pandemia, 175 mil por la violencia y el crimen y otras 120 mil por la destrucción del sistema de salud y el desabasto de medicinas.
Fue un discurso para todos los que han sido agraviados y abandonados, para aquellos frente a los que el Presidente no ha mostrado sensibilidad alguna y que podrían votar por la alternativa que ella ofrece. Ubicó bien a esos sectores que han sido “ofendidos, insultados, ninguneados”. Son muchos y los mencionó a cada uno. Son aquellos para los que López Obrador no ha gobernado y a los que ha maltratado y despreciado: madres buscadoras, padres de hijos enfermos, comerciantes que pagan derecho de piso, campesinos sometidos por el crimen y sin el recurso básico del agua, activistas, académicos, ambientalistas, científicos, deportistas, feministas, comunidad LGBTQ+, jóvenes, médicos, jueces, periodistas, artistas. Y, por supuesto, clases medias.
Acertó, hablando bien de las Fuerzas Armadas y dejando en claro que respeta a la institución y a los soldados y marinos.
Acertó ejemplificando la pérdida de tres valores fundamentales. El valor de la vida que se ha arrancado a los mexicanos con tantas muertes y desapariciones que no debieron ser. El de la verdad contra el que se atenta todos los días por las mañanas a través de los “otros datos” y las intimidaciones. El de la libertad para circular, para votar en condiciones de equidad, para emprender, para aspirar.
Es sólo su primer discurso fuera de los mítines de precampaña, pero un discurso que dio en el blanco.
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