Lunes, Noviembre 25, 2024
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Cuando el destino fiscal nos alcance

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

 

“No hay plata”. Con esa frase, el presidente entrante de Argentina, Javier Milei, ha querido resumir para sus conciudadanos la gravedad de la situación económica del país. El suyo es un reconocimiento muy raro, uno que no se escucha a menudo en boca de los políticos.

Durante 40 años, la solución a la escasez de dinero en Argentina fue imprimir más dinero. Así, la que fue alguna vez una de las naciones más ricas del mundo, descendió en una espiral de subsidios crecientes con episodios de hiperinflación y dificultad para mantener el crecimiento sostenido.

Luego vino la pandemia y el castillo de naipes levantado por el peronismo finalmente se derrumbó. Hoy “no hay plata” y eso obligará al nuevo gobierno a aplicar una política de shock. 

México no está, de lejos, en las mismas condiciones que el país sudamericano. Sin embargo, nuestros líderes llevan demasiados años pateando el bote, postergando el momento de tomar medidas inevitables si lo que no se quiere es rebasar el borde. Ese futuro se ha vuelto inminente ante la expansión de los programas sociales y el endeudamiento de este fin de sexenio.

Nuestro país lleva más de seis décadas postergando una reforma fiscal de fondo. Eso nos ha conducido a ser uno de los países que menos recaudan en América Latina como porcentaje de su Producto Interno Bruto. Un reporte de la OCDE indica que la recaudación de México en 2021 fue de 16.7%, ubicándolo en el lugar 84 de una lista de 127 países elaborada por la organización.  

A pesar de los esfuerzos recaudatorios del actual gobierno, el margen de maniobra en el gasto público –después de cumplir con las obligaciones– es de una décima parte del gasto presupuestal total. Sin embargo, actualmente esas erogaciones inevitables ya son mayores que todos los ingresos, si no se considera el endeudamiento.

 

Pese a que el espacio fiscal se ha ido encogiendo, el actual gobierno decidió aumentar significativamente el gasto en programas sociales, al tiempo que destinó cantidades estratosféricas a proyectos de infraestructura que no se sabe si serán rentables en lo social y lo económico.

 

 

Uno solo de esos programas, la pensión para adultos mayores, pasó de mil 800 pesos bimestrales a principios de sexenio a 6 mil pesos a partir de 2024. En el último semestre, la población en edad de ser beneficiaria aumentó 2.8% de acuerdo con Conapo, de 10.6 millones a 10.9 millones (aunque, como decía yo ayer, inexplicablemente la Secretaría del Bienestar tiene considerados a 11.8 millones pensionados).

Eso significa que ese programa social será insostenible en caso de que no aumenten los ingresos del país. El próximo gobierno no tendrá la holgura que tuvieron otros para hacer nada o realizar pequeños ajustes.

Si el monto de la pensión para adultos mayores no se modificara el próximo sexenio y el número de beneficiarios aumentara 2.8% por semestre, la erogación en el último año del gobierno sería de 645 mil millones de pesos (un incremento de 180 mil millones de pesos respecto de 2024). 

Lo mismo sucede con el endeudamiento. Ya casi no hay espacio para incrementarlo sin comprometer seriamente las finanzas públicas. El presidente Andrés Manuel López Obrador tomó el país con una deuda total como proporción del PIB de 43.6% y la dejará en 48.8 por ciento.

Aunque hay países que superan por mucho a México en ese porcentaje, tienen una capacidad de pago muy superior. Especialistas como Fausto Hernández Trillo y Alejandro Villagómez calculan que nuestra deuda no debiera rebasar el 38%, considerando la recaudación.

Preocupa que, hasta ahora, ninguna de las dos aspirantes presidenciales se haya referido a los ajustes que tendrán que realizarse en la economía mexicana para hacer frente a la expansión del gasto, en rubros como las pensiones contributivas y no contributivas, así como a la necesidad de reducir la porción que representa la informalidad. Quizá temen que la honestidad sea una mala estrategia de campaña. Pero sería dramático seguir posponiendo las decisiones hasta que un día alguien tenga que exclamar: “Señores, no hay lana”.

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