El Nini junto con sus similares van reconstruyendo ese mito letal, capaz de pervertir a toda una generación.
La captura del temido niño supersicario de los llamados Chapitos, Néstor Isidro Pérez Salas, El Nini, causó celebración justificada. Pero su historia es una terrible radiografía de lo que ocurre en México. Surgido en ámbitos rurales muy humildes en Sinaloa, El Nini abrazó desde adolescente el camino del narco. Motivado no por necesidad económica, sino por ambición: ser alguien aplaudido, temido y celebrado.
No sólo sus explosivos niveles de violencia y de crueldad, sino también su amistad con cantantes de narcocorridos (hoy denominados como “regional mexicano”) de la talla de Peso Pluma reafirmó su idealización de esta vida portando fierros y exterminando rivales sin piedad. Un ejemplo tan siniestro como exitoso, que no hace sino ejercer su hipnótico atractivo para otros jóvenes con aspiraciones de poder y estatus. Ese nuevo “aspiracionismo” juvenil en una tierra en donde para ellos no hay balazos, sino muchos abrazos amenaza con convertirse (tras la otra ola, la de las narcoseries) en el recuento de los modelos a seguir. Porque por más verbo que se les aviente, lo cierto es que la realidad no les ha generado ni más ni mejores oportunidades de desarrollo y de progreso.
El Nini junto con sus similares van reconstruyendo ese mito letal, capaz de pervertir a toda una generación. Es la escabrosa radiografía de la reconfiguración de los modelos de éxito en nuestro país. Otra vez estamos ahí en donde todo termina por normalizar y ensalzar estos prototipos. Extraordinariamente reporteado por Jorge Fernández Menéndez y Anabel Hernández en sus columnas de ayer. Así los engranajes del narco: tan seductores como reemplazables...
Su captura es logro de la justicia, pero surgirán otros criminales que ocupen su lugar mientras el Estado no recupere territorios y mentes juveniles.
El reto es desmantelar todo un sistema perverso que convierte a sádicos adolescentes en “modelos” a seguir. Antes que líderes culturales, empresariales o científicos, el narco ofrece fama y riqueza rápidas a costa de la sangre ajena. Neutralizar a este monstruo tomará estrategias integrales, no sólo arrestos mediáticos. Si no cortamos de raíz su propaganda y los incentivos económicos, el próximo “Nini” acechará ya en las sombras. Y la historia seguirá repitiéndose con la misma saña.
El caso de los jóvenes en Lagos de Moreno o de Cristian Carranza no son meras eventualidades: son el más doloroso síntoma de una enfermedad psicosocial que no sólo no se ha detenido, sino que no ha parado de extenderse como una pandemia psicosocial entre los jóvenes de nuestro país.
Los jóvenes ninis (esos que ni estudian ni trabajan) no se convertirán en jóvenes construyendo el futuro ni propio ni de nadie más, con una beca del Estado que no los capacita para el porvenir, sino simplemente los invita a renunciar a todo el potencial creativo y productivo que sí podrían tener. Y entonces, tantos de ellos, creer que el futuro sólo les pinta una opción como la de Isidro El Nini Pérez Salas.