Leo Zuckermann
Juegos de poder
La crisis humanitaria en Acapulco pinta de cuerpo entero al gobierno de López Obrador. El retrato perfecto de la polarización, centralización, militarismo y clientelismo que lo ha caracterizado.
Para empezar, la división como consigna.
Lejos de unir al país para atender la emergencia, nuestro jefe de Estado aprovecha la oportunidad para, una vez más, polarizar. Reconozco que del lado opositor no han faltado las voces que también hacen lo mismo. Pero al Presidente, por la investidura que tiene, le corresponde ponerse por arriba de la política partidista y liderar al país uniendo a todos los mexicanos en torno a la crisis en Guerrero.
Pues no lo ha hecho. Ha salido el mismo López Obrador de siempre.
Irascible, se lanza en contra de los medios de comunicación por reportar lo que está ocurriendo en Acapulco. ¿Pues qué quería el Presidente?, ¿que los reporteros no dijeran lo que estaban observando en una ciudad devastada por el huracán?, ¿que se callaran frente a los reclamos ciudadanos de más ayuda?
Pues claro que no.
Y ante esto, viene la típica fórmula de este sexenio: desacreditar al mensajero y culparlo de lo sucedido.
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