Lo prometido es deuda
Por Bernabé López Padilla
Hay que cumplir lo prometido.
Asi me enseñó mi abuelo Alejandro Padilla Velarde, Veterano de la Revolución que vio la podredumbre que se generó entre los que andaban en “la bola” y se percató que muchos alcanzaron grados de General por prestar a sus mujeres a los Jefes. Asi que mejor se dio de baja de las filas revolucionarias y se regresó a trabajar la tierra en la hacienda de don José Padilla en Piaxtla, Sinaloa, y allí con su padre trabajo un tiempo y luego se fue a trabajar por su cuenta hasta que llegó a Los Mochis, Sinaloa, en donde vivió y disfrutó, no sé si más que otro cualquiera, pero eso sí, lo hizo a su manera y murió a los 84 años de edad en la ciudad que antes olía a caña.
Pero quedé de seguirle con lo del doce de octubre, y señalé que Alonso Hernández Portocarrero se enamoró de Mallinali, que ahora conocemos como la malinche o doña Marina a quien Cortés recibió como regalo con mucho gusto junto con muchas otras jovencitas y las repartió entre sus principales hombres, y Malitzin fue a dar con Alonso Hernández Portocarrero, un hombre que tenía ciertos rasgos de nobleza y no era ningún pelafustán.++
Mallinalli, al cambiar de dueños cae en desgracia y en una fuerte depresión. Los indígenas más que por las armas se intimidaron por ver a esos animales mitad venados mitad hombres que disparaban lumbre y mataban con espadas.
Ahora sí que se sintió sola en el mundo, Malinalli, a quien el sacerdote que iba junto con Cortés bautizó como Marina, quien sabe por qué razón...
Tres días pasó encerrada en la habitación de Hernández Portocarrero la Malinalli, no había probado alimento alguno, el español iba y venía y la encontraba en la misma posición.
Por fin al cuarto día ella salió a cubierta y pudo respirar el aire de mar y ver que la nave estaba anclada a una milla de distancia de tierra firme y que alrededor de ella había otras naves que a ella le parecieron iguales.
Entonces sintió que por detrás se acercaba su nuevo dueño quien con la mano temblorosa le acaricio su cabello y algo le dijo que ella no entendió. Luego le ofreció a beber algo que él traía en una copa y ella con sed la tomó. Le pareció algo muy fuerte que la hizo toser, pero que le gustó y Portocarrero le sirvió más y al poco rato ya la Malinalli estaba riendo.
Eso le gustó al español que fue y buscó alimentos y estuvo dándole a la indígena hasta que está se sació y poco después la malinalli quedó dormida.
El hombre la levantó suavemente y la llevó a sus aposentos y lo primero que pensó fue hacer lo que hacía días debía haber hecho, pero la vio tan frágil e indefensa que mejor se abstuvo.
Obviamente para entonces Malinalli no era una virgencita y sabía que su destino era ser mujer de aquel hombre, así que para cuando aquel hombre barbado con cabellos rubios, blanco, ojos color verdes regresó después de media noche, ella ya había despertado y se había bañado y haciendo uso de ciertas yerbas que llevaba consigo, olía muy bonito. Ella se metió en el lecho impuribus naturalibus y entre dormida y despierta espero la llegada de su nuevo amo.
Él que ya venía con media espada entre pecho y espalda, se desnudó y se metió entre las ropas de cama, sería esa su primera noche juntos, y de pronto sintió el calor del cuerpo de la mujer que se pegaba al de él y luego sintió como el barco se movía con un bamboleo a veces muy aprisa a veces muy lento y de pronto sintió como si le hubieran dado un golpe en la cabeza y se quedó como muerto. Eso sí con una sonrisa de satisfacción que nunca había tenido en la vida.
Antes de que por el oriente el astro rey se asomara, sintió que la mujer algo buscaba por allá en sus intimidades y el combate que había sido detenido bruscamente se inició de nuevo con igual resultado, perdía de nuevo Portocarrero y la sonrisa de oreja a oreja volvió a aparecer en su rostro, el que para entonces a la Malinalli ya le parecía muy bello...
Y así pasaron varios meses navegando por esas costas y en tanto la Malintzin había aprendido la castilla que Portocarrero le había enseñado pero por acuerdo con el español ella no debía decirlo a nadie, ya que Cortés la llamaría para que le sirviera de interprete y Portocarrero sabía que ya no sería más de él.
Pero, ante tanta felicidad entre Portocarrero y la Malintzin hubo envidias de otras mujeres que veían aquel romance como algo fuera de este mundo y en cambio a ellas sus bárbaros maridos las jugaban a las cartas, de manera que la mayoría de ellas ya habían pasado una noche por lo menos con otro de los hombres de Cortés y sólo Portocarrero nunca quiso jugar a la Malintzin.
Así que un día una mujer espió a la feliz pareja y se percató que Alonso Hernández de Portocarrero y la Malintzin se comunicaban en la castilla.
Esto pronto llegó a oídos de Cortés quien llamó al marido de Malintzin y le dio una encomienda para ir a buscar nuevos pueblos que conquistar para lo cual se llevó 100 hombres y 1500 indígenas esclavos, por aquello de las guerras y quedaron de verse dentro de tres meses.
Todo iba bien, sólo que Cortés les dijo a sus hombres que no podían llevar a sus mujeres.
En cuanto se fueron sus hombres Malintzin fue llamada a presencia de Cortés y este empezó a platicar con ella en la castilla diciéndole que Portocarrero le tenía informado de sus avances lingüísticos y que le daba mucho gusto que él pudiera servirle a su causa y la del Rey de España, y que ella sería premiada por los Reyes de España.
A partir de entonces, cada vez que se ofrecía ella iba a servir de traductora; incluso superó al lengua que traía Cortés desde Yucatán, ya que ella sabía más lenguas que él.
Pasaron pronto los tres meses ella ya estaba muy versada en los pensamientos de Cortés, los cuales casi le adivinaba, y su español o castilla había mejorado muchísimo, de manera que ya era imprescindible para Cortés, máxime que ya había un cierto encono entre la Malintzin y el otro lengua, ya que en una ocasión había traducido mal lo dicho por un enviado chontal y ella le dijo a Cortés que no era cierto lo que el traductor le había dicho, y lo probó frente a los indígenas, con lo cual Cortés le empezó a desconfiar y necesitaba más a la Malintzin.
Por fin llegó Portocarrero y los primeros tres días se la llevó encerrado con la Malintzin, había que poner los libros al corriente, mientras Hernán Cortés hacia un inventario de las grandes joyas de oro que había confiscado Portocarrero.
Feliz estaba Cortés con los logro de su expedición al mando de Alonso Hernández de Portocarrero, y entonces, se le ocurrió una idea genial, todo el oro que habían embargado lo enviaría a los reyes de España, más ciertos raros animales y gente ataviada a la usanza de sus lugares, con eso, pensó, me darán nombramiento de Virrey.
Mañana continuará.
Favor de compartir. gracias