La pertinencia de la crítica
Pascal Beltrán del Río
Bitácora del director
“Las elecciones del 5 de marzo dieron a los partidos gobernantes la mayoría y, por tanto, la posibilidad de gobernar respetando estrictamente las palabras y el significado de la Constitución, (pero) la crítica es saludable y necesaria.
“Nunca antes, desde que existe el Reichstag alemán, el control de los asuntos públicos por parte de los representantes elegidos por el pueblo había sido eliminado en tal medida como está sucediendo ahora, y se supone que sucederá aún más con la nueva Ley de Habilitación. Esta omnipotencia del gobierno debe tener repercusiones tanto más graves cuanto que también la prensa carece de libertad de expresión”.
Las palabras anteriores son del diputado alemán Otto Wels. Las pronunció el 23 de marzo de 1933, en Berlín, durante la última sesión medianamente libre que tuvo el Reichstag, el parlamento de su país, antes de que comenzara la larga noche de la dictadura de Adolfo Hitler.
La reunión se celebró en un teatro, pues la sede del parlamento había sido incendiada el mes anterior —por un militante comunista neerlandés—, hecho que los nazis aprovecharon para lanzar una cacería contra sus opositores, los cuales fueron acusados falsamente de haber planeado el atentado. Muchos diputados habían sido encarcelados.
Aquella represión tuvo un doble propósito: acallar la crítica y permitir que los nazis y sus aliados —cuya bancada había crecido significativamente en las elecciones del 5 de marzo— obtuvieran la mayoría calificada para pasar una legislación (la llamada Ley Habilitante) que permitiera a Hitler gobernar sin restricciones.
El diputado Wels —de cuyo nacimiento se cumplen hoy 150 años— era el líder del Partido Socialdemócrata Alemán, la única oposición que quedaba en el Reichstag.
Haciendo gala de gran aplomo y valor, Wels tomó la palabra para rechazar la iniciativa de la Ley Habilitante mientras elementos del grupo de choque de los nazis rodeaban la tribuna y en medio de gritos ofensivos y amenazantes de los diputados comandados por Hitler, quien se encontraba en la sesión.
“A una paz dictada le siguen pocas bendiciones”, exclamó Wels, refutando así el argumento de que la Ley Habilitante pondría orden en Alemania.
“Una verdadera comunidad nacional no puede basarse en ello. Su primer requisito previo es la igualdad de derechos. El gobierno puede protegerse contra los crudos excesos de la polémica; puede prevenir rigurosamente la incitación a actos de violencia y los actos de violencia mismos. Esto puede suceder si se hace hacia todas las partes de manera equitativa e imparcial, y si uno renuncia a tratar a los oponentes derrotados como si estuvieran proscritos”.
Luego, mirando directamente al Führer, Wels afirmó: “Se nos puede quitar la libertad y la vida, pero no el honor (…) Reconocemos el hecho político del poder de su gobierno. Pero el sentido de justicia es también un poder político, y nunca dejaremos de apelar a él”.
Los 96 diputados socialdemócratas votaron contra la iniciativa, que al final fue aprobada. Poco tiempo después, Wels se exilió en Praga, pues corría riesgo su vida. Cuando Hitler estaba a punto de invadir Checoslovaquia, se refugió en París, donde murió en 1939, a la edad de 66 años.
Aquel discurso de 1933 —comparable a la condena a la dictadura de Victoriano Huerta que hizo Belisario Domínguez desde la tribuna del Senado mexicano veinte años antes— queda como un ejemplo de la defensa de los valores democráticos en circunstancias de enorme riesgo personal y comunitario.
Incluso en momentos en que la mayoría de la población apoya a gobiernos para los que el equilibro de poderes y el control constitucional resultan un estorbo, ejercer la crítica es fundamental. Asimismo, en circunstancias en que el crítico parece tenerlo todo en contra. No hacerlo es dejar sin marcar el camino de retorno a la democracia.