Martes, Noviembre 26, 2024
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Bastón de mando

Bastón de mando

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

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Ayer, México presenció un acto de gran relevancia y simbolismo político cuando Andrés Manuel López Obrador entregó el “bastón de mando” a Claudia Sheinbaum como coordinadora del movimiento de la Cuarta Transformación (o sea, candidatura presidencial), tras su victoria en las elecciones internas de Morena. Este acto, aparentemente simple, encierra profundas reflexiones sobre el poder, sobre su obtención, su ejercicio y, finalmente, su entrega.

El “bastón de mando” es un símbolo ancestral que ha representado el poder y la autoridad en diversas culturas a lo largo de la historia. En México, también, para los pueblos originarios, significa, adicionalmente, el cuidado del entorno y los recursos naturales. Este símbolo, entregado ayer, lleva consigo la carga de una gran responsabilidad y, a la vez, la expectativa de un liderazgo honesto, congruente, responsable y comprometido con el bienestar de la sociedad.

El acto de tomar el poder es uno que a menudo se llena de expectativas y promesas. Cuando un líder asume el mando, es común que se hable de cambios, reformas y transformaciones. Como bien dijo Abraham Lincoln, “casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”. El poder otorga la capacidad de realizar cambios significativos, pero también pone a prueba la integridad y los principios del líder que lo posee.

Sin embargo, lo que hace este acto de entrega del bastón de mando particularmente significativo es la idea de soltar el poder. En la historia de la humanidad, son pocos los líderes que han sabido cuándo es el momento adecuado para entregar el poder y retirarse de la escena política (incluso cuando las leyes se los mandata, la persona encuentra psicológica y emocionalmente complicado y retador su cesión, la renuncia interna). Quizá la grandeza de un líder se mida no sólo por la forma en la que ejerce o acumula poder, sino sobre todo en la grandeza con la que puede soltarlo cuando es momento. En palabras de Nelson Mandela, “la valentía no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él”. La valentía de López Obrador al tomar la decisión de pasar el bastón de mando a Claudia Sheinbaum es un recordatorio de que el poder no debe ser eterno ni concentrado en una sola persona. Evidentemente, a un personaje como López Obrador es difícil imaginarlo en un acto voluntario de empezar a construir su salida, pero, como también sabemos, es un líder a quien lo que más le importa es su lugar en la Historia —con mayúsculas—, sabe, mejor que nadie que los personajes que se aferran al poder, destruyen o ensucian inevitablemente su proyecto y su memoria. Tal vez Andrés Manuel sabe que (justamente porque tiene tanto poder) quizá sólo él mismo deba obligarse a la autocontención en beneficio propio y de su legado.

La entrega del poder es esencial para garantizar una transición pacífica y democrática en una sociedad. La entrega simbólica del bastón representa, sí, un acto de continuidad, pero, al mismo tiempo, debe ser un acto de apertura hacia nuevas voces y liderazgos. Debe representar un acto de control y responsabilidad, un reconocimiento de que el poder debe ejercerse con límites y en beneficio del pueblo.

En última instancia, el acto de tomar y soltar el poder es una parte esencial de la democracia y de la construcción de un país más justo y equitativo. La entrega del bastón como un recordatorio de que el poder no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un objetivo más grande: el bienestar y el progreso de la sociedad.

 
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“Tengan la certeza que voy a estar a la altura de las circunstancias, que vamos a caminar juntos y juntas en unidad y que jamás traicionaré el anhelo de seguir construyendo un México aún más justo, fraterno, soberano, libre y democrático”, fue una de las líneas dichas por Claudia Sheinbaum, quien, desde anoche (oficialmente), empieza ya a construir y moldear la que será su propia propuesta, proyecto y dirección de mando.