Rafael Álvarez Cordero
Viejo, mi querido viejo
La educación sexual se contrapone a la formación de valores.
Uno de los mitos más generalizados entre los padres, en especial aquellos que no tienen educación, es el creer que sus hijos que entran a la adolescencia no tienen por qué ocuparse de la sexualidad, sin pensar que la sexualidad está implícita en cada uno.
CONSECUENCIA
A pesar de que, al parecer, actualmente hay más libertad para hablar del sexo en la familia, los padres muchas veces ocultan la información cuando el niño hace preguntas al respecto y piensan que, a su tiempo, “ellos aprenderán”, cuando la realidad es que la información sexual que los niños y adolescentes obtienen de sus compañeros de escuela o de lecturas puede ser deficiente, incompleta y muchas veces errónea, lo que hace que si un adolescente tiene conceptos equivocados sobre la sexualidad, puede tener conflictos, como equívocos sobre las relaciones sexuales, embarazos no deseados o enfermedades venéreas, sin contar los problemas psicológicos derivados de esa información incorrecta.
Las cifras están ahí: México es el primer lugar en los países de la OCDE en embarazos adolescentes, más de 400 mil al año, al mismo tiempo, 30% de las personas que se encuentran entre los 18 y 30 años han padecido o tienen una enfermedad de transmisión sexual, de acuerdo con datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
La realidad es tan sencilla como esto: la sexualidad es inherente al ser humano y, así, como se recomienda la educación en salud, la educación en la sexualidad permite que el adolescente transite esta etapa de la vida sin conflictos ni errores. Algunos de los valores que promueve la educación sexual integral son la justicia, la equidad social y de género, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la libertad de elección y la responsabilidad, y todos ellos resultan fundamentales para la vida de niños, niñas y adolescentes.
Lamentablemente, al iniciar las actividades escolares, la denominada Nueva Escuela Mexicana ha presentado, entre los libros de primaria y secundaria, textos, imágenes y ejercicios que desvirtúan totalmente la educación sexual y son evidencia de una política errónea y malintencionada que no sólo confundirá a los alumnos, sino que también impedirá que su sexualidad sea sana.
Los padres de familia y las organizaciones de maestros que se han quejado no lo hacen por razones religiosas, sino por los principios que están implícitos en la educación, ya que educar en libertad es el meollo del asunto; es indispensable que los libros de texto estén de acuerdo y respeten los derechos fundamentales de los niños, niñas y adolescentes.
La educación sexual integral tiene un marco ético inspirado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, reconocida por las constituciones políticas de muchos países, México incluido; tanto padres como maestros y redactores de libros deben respetar esa declaración y educar a los niños con información sexual integral que permita cultivar valores cruciales para la formación de ciudadanos más autónomos, plenos y con capacidad de contribuir a la sociedad.