Martes, Noviembre 26, 2024
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El asesinato de un candidato y el CDS

 

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

 

Interrogado en la mañanera sobre el asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, el presidente López Obrador sostuvo que había que esperar las investigaciones, lo que resulta lógico, pero agregó que “no existían indicios de la participación el Cártel de Sinaloa” en ese crimen, lo que es absurdo.

Quizás en este tema el Presidente también tiene otros datos, pero indicios sobre la participación del Cártel de Sinaloa en el asesinato de Villavicencio sobran. Para empezar, la denuncia, en una entrevista que ofreció el candidato poco antes de su asesinato, donde aseguró que un narcotraficante apodado Fito, líder de una organización ligada con el Cártel de Sinaloa en Ecuador, lo había amenazado de muerte. No sólo lo dijo en la entrevista, el candidato presentó una denuncia penal en la Fiscalía General. “Esto confirma, dijo, que nuestra propuesta de campaña afecta gravemente a estas estructuras criminales. No les tengo miedo”, concluyó. A las 18:20 del miércoles fue asesinado saliendo de un acto de campaña. El sicario que lo mató fue atrapado con vida y llevado a la Fiscalía General, donde, a su vez, fue también asesinado antes de que declarara.

Villavicencio también había dicho que, de llegar a la presidencia, acabaría con las complicidades que tenían estos grupos del crimen organizado con las policías y fiscalías, tanto en el tema del narcotráfico como en la explotación ilegal de minas, una práctica que comenzaron el CDS y el CJNG en México y que se ha ido extendiendo a Colombia, Perú y, especialmente, a Ecuador. El presidente Guillermo Lasso denunció la participación del narcotráfico la misma noche del asesinato de Villavicencio.

El candidato había hecho otra denuncia particularmente delicada. Había mostrado fotos, videos, mensajes de una de las más importantes operadoras del expresidente Rafael Correa, Raisa Vulgarín, relacionada con Nicolás, el hijo de Gustavo Petro, y su participación en la trama de lavado de dinero para la campaña de su padre, el presidente de Colombia. Impedido de presentarse a las elecciones y prófugo de la justicia, Correa, muy cercano a Petro, apoya a la candidata Luisa González, hasta ahora puntera en las encuestas. Apenas el sábado 29 de julio, Villavicencio había exhibido la relación de Nicolás Petro Burgos, hijo del presidente Gustavo Petro Urrego, acusado y confeso de haber financiado la campaña de su padre con dinero del narcotráfico, con el presidente Rafael Correa, a través de la joven Vulgarín, candidata a diputada en Ecuador.

Villavicencio mostró fotos donde Vulgarín aparece junto al hijo mayor de Petro, incluso luciendo una camiseta con la publicidad del entonces candidato a presidente de Colombia, durante la campaña colombiana en la ciudad de Santa Marta. Vulgarín es la novia de Camilo Burgos, primo de Nicolás Petro y quien, según la acusación de la Fiscalía colombiana, era el que lavaba los recursos que Nicolás recibía de narcotraficantes y contrabandistas de la costa atlántica de Colombia para apoyar la campaña de su padre. Una parte del dinero, declaró Nicolás, se lo quedaba él y la otra iba a la campaña. Es más, Villavicencio exhibió que quien dirigió la campaña electoral de Gustavo Petro fue un personaje hoy sentenciado y prófugo de la justicia, Vinicio Alvarado Esquivel, que ahora dirige la campaña de la correísta Luisa González.

Desde hace meses se ha denunciado que los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación controlan el crimen organizado en Ecuador, desde donde parten redes que se relacionan con Asia, con Colombia, con México y vía Brasil con África y de allí a Europa. Cuando la DEA anunció hace dos semanas que esas dos organizaciones criminales tenían unos 44 mil miembros armados y relaciones en cerca de cien países, estaba hablando de esta trama, una de las más importantes porque, con mayor impunidad aún que en México, esas dos organizaciones han cooptado a los grupos locales, han establecido sólidas bases en la vecina Colombia y desde allí operan buena parte del crimen organizado que no tiene como objetivo Estados Unidos (que se sigue atendiendo desde México).

 

Los terribles motines que hubo recientemente en las cárceles ecuatorianas, con decenas de muertos, son la expresión de la lucha entre esos dos cárteles y sus aliados locales. Ello llevó no sólo al establecimiento del Estado de sitio, sino también a que el presidente Lasso, incapaz de controlar la violencia y acosado en el Congreso, convocara a nuevas elecciones antes de ser destituido, unos comicios en los que Correa busca que, con su candidata, Luisa González (una mujer que se dice de izquierda, pero que es notoriamente antiabortista y que propone una política de seguridad que aquí llamaríamos de abrazos y no balazos), pueda regresar a su país, anular los procesos judiciales en su contra e incluso reformar la constitución para poder reelegirse como presidente.  

Hay mucho por ver todavía en un Ecuador desgarrado por la polarización, política y social, por la violencia del crimen organizado, y por gobiernos que, uno tras otro, han fracasado en forma rotunda. Villavicencio, uno de los ocho candidatos presidenciales en pugna, era un hombre, un periodista, que salió de la izquierda indígena y del exilio, había devenido en un liberal y que exhibía una de las agendas más firmes contra el crimen organizado y la corrupción, sobre todo la del régimen de Correa, que había sido quien lo obligó a exiliarse en Perú.

Todo indica que el asesinato lo cometieron criminales ligados al Cártel de Sinaloa en Ecuador, pero aquí se dice, pese a todo, que “no hay indicios” de esa participación. Otros datos.