Leo Zuckermann
Juegos de poder
Ayer, de nuevo, el presidente López Obrador volvió a mencionarme en su conferencia matutina. Me sigue criticando porque yo supuestamente fui uno de los analistas que predijo una devaluación del peso en caso de que él ganara la elección del 2018: “No he escuchado que ofrezca disculpas, que el peso se iba a devaluar y nada de eso, nada ha sucedido”.
Ya lo he repetido hasta al cansancio, pero parece que el Presidente no escucha. Insisto con la esperanza de que López Obrador deje de machacar la mentira.
En 2018, antes de la elección, entrevisté al director del Economista, Luis Miguel González, en el programa que conduzco en FOROtv, Es la hora de opinar. Estábamos hablando de qué podía pasar con el tipo de cambio en distintos escenarios. Por esa época, y esto es muy importante, el presidente de Estados Unidos, Trump, amenazaba con sacar a su país del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Ésa era la principal preocupación política-económica del momento.
Le pregunto a Luis Miguel un posible escenario: “No hay tratado y López Obrador gana por un buen margen”. Esto contestó mi invitado de a cómo podía irse el dólar: “25, 27, dependieron del mensaje que mande López Obrador”.
La respuesta me sorprende porque, como digo ahí, estábamos hablando de una devaluación casi abrupta del peso.
González reitera: “Si López Obrador gana por amplio margen, y no hay tratado, y además mantiene el mensaje de ‘voy a revisar todo, voy a dar marcha atrás en reforma eléctrica’, evidentemente eso va a significar menos inversión extranjera, que a su vez significa menos recursos entrando a México”.7”.
Al final de la charla, Luis Miguel y yo incluso comentamos que este escenario sería catastrófico para el propio López Obrador a quien, de ganar, no le convendría esto durante su primer año de gobierno.
A ver, Presidente, con todo respeto le pregunto: ¿de qué me tengo que disculpar?
Número uno: yo no fui el que hizo el pronóstico; fue Luis Miguel González. Número dos: mi invitado, un connotado periodista económico, lo hizo de buena fe tomando en cuenta una condición muy importante, la más relevante de todas: el fin del tratado comercial con Estados Unidos.
Al Presidente le gusta ser el centro de las cosas. No lo era en esta discusión. A González y a mí lo que más nos preocupaba era la promesa del entonces mandatario estadunidense de salirse del TLCAN. Hoy sabemos que esa amenaza era real, que Trump sí consideró llevarla a cabo y que el peso, cuando los mercados pensaban que eso ocurriría, se depreciaba de manera importante.
Ni Luis Miguel ni yo dijimos nunca que el peso se devaluaría sólo porque llegaría AMLO a la Presidencia. Lo que afirmamos es que había un escenario donde se combinaban distintas variables, entre ellas, el fin del tratado (insisto: la más importante). Todavía hoy estoy convencido de que, de haber sucedido esto, se hubiera devaluado el peso.
El Presidente, sin embargo, sigue calumniándome. Duro y dale siguiendo el dictum de Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Ayer, en esta columna, reconocía cómo el gobierno actual había logrado sacar a 5.1 millones de mexicanos de la pobreza. Aplaudí dos de sus políticas públicas: el incremento al salario mínimo y las pensiones a los adultos mayores. En otras ocasiones le he reconocido mantener la apertura comercial (en particular la negociación de un nuevo tratado con Estados Unidos), su respeto a la autonomía del Banco de México, el relativo cuidado que ha tenido en el manejo de las finanzas públicas, su reforma laboral que prohibió el outsourcing y la obra del corredor del Istmo de Tehuantepec.
Claro que también he criticado al Presidente en múltiples ocasiones por diversas razones a lo largo de este sexenio. Él sabe que nunca he comulgado con su estilo de hacer política desde hace más de dos décadas, cuando era jefe de Gobierno del Distrito Federal. Desde entonces no coincidía con su ideología estatista ni con su demagogia ni con el discurso maniqueo de polarizar a los mexicanos entre “buenos” y “malos”.
A lo largo de mi carrera como comentarista he tratado de ser lo más objetivo posible dentro de mi visión liberal. Pero esto no le gusta a AMLO. Él quiere soldados en los medios que le prendan incienso todos los días. A los que nos rehusamos a hacerlo nos denuesta con mentiras y descaradamente hasta nos exige disculpas.
- Yo sí pido perdón cuando me equivoco, pero, desde luego, no lo hago cuando alguien me endilga algo que nunca dije por más Presidente de la República que sea.