Federico Reyes Heroles
Sextante
Azules, tricolores y guindas ni pueden ni renuncian.
Te seguiremos recordando, querido Alejandro.
“Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa”, RAE para mentira. Es ambigua, una expresión contraria a lo que se sabe puede ayudar al conocimiento. Diferir de creencias o formas de pensar es una de las libertades básicas del ser humano. ¿Entonces, cómo entender a la mentira?
El Antiguo Testamento es mucho más severo, la mentira es aquello que destruye la fidelidad comunitaria basada en la palabra de Dios. A Maquiavelo se le adjudica ser un defensor de la mentira. Pero en sus textos la condena: “…no se puede llamar virtud… no tener palabra”. La virtù fue eje central de su pensamiento. Quien sí defendió satíricamente a la mentira como un instrumento útil para el gobernante fue Jonathan Swift, el conocido escritor irlandés del siglo XVIII, autor de Los viajes de Gulliver. El arte de la mentira política es tan breve como ingenioso.
En la literatura, la mentira –un hecho no comprobable– ha encontrado una muy buena recepción. Grandes textos como Los miserables de Víctor Hugo, están basados en hechos reales –que son narrados hasta el detalle–, pero entrelazados con invenciones del dramaturgo y poeta. Autores como Mario Vargas Llosa –La verdad de las mentiras– o Sergio Ramírez –El viejo arte de mentir– han explicado puntualmente por qué la ficción encuentra en las invenciones un gran apoyo: sirven para explicar realidades. Pero, en política, la exigencia es otra.
Los políticos, para conquistar el poder, están obligados a hablar del futuro. Inventan lo que sus acciones traerán. Quien predice el futuro miente, no hay escapatoria. Los que asientan sus dichos en predicciones científicas, también mienten, pero mucho menos. El futuro es muy chapucero. Por ello, se da por hecho que en las campañas las mentiras desfilan con descaro. Pero, ¿qué ocurre, o debiera ocurrir, cuando ya se está en la conducción de un país? Varios autores han tratado el tema, quizá la pionera Sissela Bok, filósofa de Harvard y único ser humano hijo de dos premios nobel, los Myrdal. Bok publicó en 1978 un libro que causó revuelo: Lying: Moral Choice in Public and Private Life. A esa publicación han seguido otras, como Lying de Sam Harris. La conclusión es la misma: quien miente desde el poder es un perverso. ¿Por qué?
Se justifica que un general no despliegue sus cartas, pondría en riesgo a sus tropas. Pero de un gobernante se espera que se conduzca con la verdad. Sólo así, los gobernados pueden entender el porqué de tales o cuales acciones. De hecho, está obligado normativamente a no falsear. Ocultar información, manipularla, es equivalente a engañar, es una acción fraudulenta. Un engaño puede pasar desapercibido, pero el cúmulo de mentiras es imposible de ocultar. Hoy vivimos esa miserable condición.