Yuriria Sierra
Se llama Claudia, una. Se llama Xóchitl, la otra. La primera es precandidata del partido en el gobierno a competir para suceder al todavía Presidente de México. La segunda es precandidata de la oposición para intentar competirle al partido en el gobierno la Presidencia de México. La primera aparece desde hace meses (y todavía) como la favorita, no sólo de López Obrador, sino también de la población encuestada, de entre la lista de personajes denominados como corcholatas. La segunda, sin haber levantado la mano, ya figuraba como la posibilidad más sólida para competir desde la alianza formada por todos los partidos de oposición, lo mismo al gobierno capitalino que al federal. Las dos son punteras y las dos son mujeres. Y ambas, como cualquier puntero en una contienda política, se encuentran en la mira de los contrarios, pero sobre todo de los propios.
Ambas con aspiraciones políticas que, en un contexto como el de nuestro país, resultan históricas. Ambas peleando más contra los propios que contra los ajenos. Ambas a pesar de sus distintas formas y de sus diferencias todas, coinciden en el objetivo de la lucha que encabezan. Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez están en una batalla dentro de sus respectivos grupos políticos para hacerse un lugar en la próxima contienda electoral. Tal vez en la misma, eso lo sabremos dentro de poco.
Claudia Sheinbaum. Ella asistió el domingo pasado al Consejo Nacional de Morena en donde se firmaron acuerdos para resolver los “cómos” en el proceso de selección del aspirante presidencial del partido. Ella llegó tal como lo habían pactado, sin porra, pero algo sucedió que no fue lo mismo con otros aspirantes. En cualquier contienda, claro que sería muy válido llegar con porra (sobre todo si el segundo lugar estima que puede alcanzar y ganar), pero no cuando ellos mismos se habían comprometido a no hacerlo. Días después se filtró un video en el que se le ve reclamando a Alfonso Durazo –quien presidió el consejo–, el por qué no se habían cumplido las reglas. Sin embargo, más allá de la intención con la que quiso viralizarse este material, está la duda genuina de quién grabó el momento y con qué intención, cuando además una de las condiciones para asistir había sido no ingresar con celular. Claro está que aquí también se rompió otro pacto y que la filtración tiene un claro objetivo de denostación. Morena afirma que va a investigar qué fue lo que ocurrió, pero la intención del daño queda en el registro: se trata de fuego amigo.
Y del otro lado está Xóchitl Gálvez, actualmente senadora que en los últimos días tuvo reflector encima por su audaz intento de entrar a la mañanera para hacer válido su derecho de réplica, concedido ya por un juez tras declaraciones sacadas de contexto que hizo López Obrador en diciembre pasado. Gálvez ha sido referida desde hace varias semanas (junto con Lilly Téllez, también mujer) como uno de los personajes opositores mejor evaluados por quienes buscan opciones fuera del partidismo tradicional pensando en la sucesión no sólo en la CDMX, sino en la federal. Aunque Gálvez es legisladora por el Partido Acción Nacional, no es militante. Ella misma se asume como un personaje de izquierda, pero no de esa que habita en Palacio Nacional. Y Xóchitl los incomoda: no sólo a los del gobierno, sino además a los demás posibles precandidatos, que también están muy por debajo de ella en la opinión ciudadana. Porque a Palacio Nacional ha llegado siempre sola.
Tal vez Claudia y Xóchitl se encuentren en la boleta. Y pareciera que eso, además de histórico, aparecería como algo contraintuitivo y profundamente provocador en un país en el que todavía hace unos meses las propias bancadas de los partidos estaban haciendo hasta lo imposible para “echar para atrás” el principio de paridad en las candidaturas partidistas. Sheinbaum y Gálvez, ambas punteras en las respectivas encuestas en que son evaluadas. Ambas enfrentando batallas con los suyos.