Francisco Garfias
Arsenal
El barón de Montesquieu, teórico de la separación de Poderes, escribió: “Todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo, hasta que encuentra límites. Hace falta disponer las cosas de tal forma que el poder detenga al poder”.
El presidente López Obrador confesó ayer que presionó a cinco ministros para que declararan constitucional la reforma que pone a la Guardia Nacional bajo control de la Sedena.
Entre ellos mencionó “al que ya estaba”, Arturo Zaldívar, y a los cuatro que propuso para que llegaran a la SCJN: Margarita Ríos Farjat, Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz y Juan Luis González Alcántara.
López Obrador utilizó como excusa para violar la autonomía de la SCJN, la preocupación que tiene por la reforma de la Guardia Nacional.
“Me voy a ir, pero no quiero que quede (la GN) en la Secretaría de Seguridad Pública ni en Gobernación, como estaba. Imagínense, a los tres años, seis años, se echa a perder. Meten el recurso para declararla inconstitucional y yo dije: ‘Ahora sí me voy a meter, porque esto es importantísimo’”, explicó.
Chapeau a los ministros Ríos Farjat y González Alcántara, que no se dejaron doblegar. En este régimen ultrapresidencialista no es fácil resistirse a las presiones del primer mandatario. López Obrador los llamó chuecos e hipócritas sólo por cumplir con sus obligaciones constitucionales.
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Dice el artículo 21 de la Constitución, reformado el 26 de marzo de 2019: “Las instituciones de seguridad pública, incluyendo la Guardia Nacional, serán de carácter civil, disciplinado y profesional.
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